Dominio público

8M, las olas y los charcos

Virginia P. Alonso

Directora de Público

Portada del especial de 'La revolución de todas' por el 8 de marzo de 2018.- Jaime Morato
Portada del especial de 'La revolución de todas' por el 8 de marzo de 2018.- Jaime Morato

No somos muchas, más bien muy pocas, las mujeres que estamos al frente de un medio de comunicación nacional y generalista. Tantas como tres: Pepa Bueno, en El País, Encarna Samitier, en 20 Minutos, y quien escribe.

Antes de pisar esta casa, soñé durante años con un diario feminista que trabajara la información con perspectiva de género, que narrara las historias que nos atraviesan a las mujeres y que agrandan las distintas brechas que nos separan injustamente de los hombres, que equilibrara presencias masculinas y femeninas en su portada, en la sección de Opinión... Hice lo que pude –o lo que me dejaron– en los diarios en los que tuve puestos de responsabilidad.

Ahora aquellos me parecen tiempos casi prehistóricos, aunque realmente no lo son tanto, salvo cuando pienso en acontecimientos concretos como la sentencia contra Dani Alves (que por primera vez se basa en dar credibilidad a una superviviente de violación) o en el procesamiento de Luis Rubiales por darle un beso no consentido a una futbolista, Jenni Hermoso.

Cuando una se centra en los detalles, pareciera que ha pasado una era, con su correspondiente glaciación. Pero no: solo han transcurrido diez años.

Siete, en concreto, desde que en Público suscribimos un compromiso firme con nuestras lectoras y lectores, que además se plasmó por escrito:

'Público' se declara abiertamente feminista, sobre todo en lo transversal (...). En este sentido, nuestros objetivos internos son:

      • Lograr el equilibrio de género y la inclusión de toda la diversidad de mujeres: migrantes, racializadas, trans, etc. en las informaciones.
      • Asegurarnos de que la mujer queda representada en nuestras informaciones al margen de estereotipos.
      • Estabilizar la presencia femenina y masculina en portada.
      • Armonizar el número de expertos y expertas que enriquecen nuestros contenidos.
      • Conseguir la paridad entre los opinadores.

En definitiva, queremos garantizar que la voz de todas las mujeres está recogida en cada uno de los contenidos de 'Público'.

Acababa de comenzar el año 2017 y faltaban aún unos meses para que naciera la iniciativa #MeToo, impulsada por la actriz Alyssa Milano a raíz del caso del depredador sexual Harvey Weinstein.

Hoy puede costar creerlo, pero hasta aquel momento ningún medio, ninguno, había hecho una declaración pública de intenciones como la que acababa de lanzar Público. Entonces, proclamarse "abiertamente feminista" provocaba aún calenturas y herpes a más de uno y una. Ana Pardo de Vera bien lo sabe.

Pero las protestas de mujeres contra la designación de Donald Trump como presidente de EEUU que se sucedieron a finales de enero de aquel año y, meses después, el #MeToo, ya comenzaban a esbozar un panorama global histórico de reivindicación de los derechos de las mujeres.

Y aquel boceto cobró toda su forma y colorido el 8M de 2018, con España como paradigma mundial.

Recuerdo de manera nítida las semanas previas a aquel 8M, la primera reunión de periodistas mujeres que celebramos en el sótano de un local de Malasaña y de la que salió la idea de un manifiesto que acabó siendo firmado por 8.000 mujeres periodistas.

Recuerdo la planificación de la cobertura de aquel 8M en Público, con todas las mujeres de su redacción en huelga, y las piezas trabajadas solo por hombres y firmadas con su nombre y entre paréntesis "hijo de ...", con el nombre de sus madres.

Recuerdo el primer especial impreso que lanzamos en el diario, aquella portada desafiante con el título ‘La revolución de todas’.

Lo repartimos de forma gratuita durante la enorme manifestación. Las calles se llenaron de amarillo y morado, de ilusión, de protesta, de reivindicación y de esperanza.

Grabamos incluso un pequeño documental sobre aquella jornada histórica; era nuestro gesto de agradecimiento a todas las mujeres que, cada día, desde sus rincones, sean grandes o pequeños, despachos o cocinas, plancha u ordenador en mano, pelean como hemos hecho siempre para ir conquistando los terrenos que nos son vetados, milímetro a milímetro, centímetro a centímetro o kilómetro a kilómetro.

Y ya nada volvió a ser igual.

No volvió a ser igual porque el movimiento fue tan brutal y tuvo tal impacto, que las mujeres decidieron que ya no habría marcha atrás y empezaron a tejer redes entre ellas y a fortalecer las que ya habían construido previamente, conscientes de que juntas eran imparables.

No volvió a ser igual porque, a partir de entonces, debates que deberían haberse mantenido en un ámbito de discusión estrictamente intelectual, acabaron transformándose en un ring público de boxeo, donde lo que estaba en liza era quiénes tenían derecho a presentarse como feministas puras y verdaderas en función de lo que defendieran. De los vientres de alquiler, al debate trans o al abolicionismo de la prostitución.

En paralelo tenía lugar el juicio contra La Manada, que marcó un punto de inflexión en la consideración de las víctimas o supervivientes de violación. Las mujeres se echaron a la calle para gritar "Yo sí te creo" y "No estás sola".

El artículo que escribí y publiqué en este medio justo después de conocer la primera sentencia contra La Manada inspiró a Cristina Fallarás para lanzar en redes sociales un hashtag, #Cuéntalo, que sirvió para que millones de mujeres narraran en público las agresiones sexuales que habían sufrido.

Era la primera vez que se construía un relato colectivo femenino de estas características, la primera vez que se hacía perceptible la magnitud de la violencia contra nosotras, por el mero hecho de haber nacido mujeres.

La traslación política más directa de esta movilización social llegó en 2023 con una ley pionera que establece el consentimiento como el parámetro axial de las relaciones sexuales para su consideración jurídica en casos de violencia sexual. Una ley, la del Solo sí es sí, que ha permitido sentar en el banquillo a Luis Rubiales por dar un beso no consentido a Jenni Hermoso y que ya deja sentencias como la que se ha dictado contra Dani Alves, en la que la credibilidad a una superviviente de violación se hace explícita de principio a fin.

Y, entre medias, la pandemia de la covid19 y el 8M de 2020 como primer síntoma del movimiento reaccionario que ahora nos cae encima con su odio y resentimiento, mileis, abascales y toda la manosfera mediante.

En Público hemos surfeado todas estas olas –y no pocos charcos– con muchas dudas y algún penar.

No vengo aquí a decir que somos más feministas que en ningún otro sitio, ni que hacemos las cosas mejor que nadie. Con franqueza, no lo sé; tampoco tengo especial interés en ser partícipe de una competición feminista bañada en el marketing con la excusa del 8M.

Ni lo sabemos todo, ni somos clarividentes en muchos de los debates que se abren y que expresan las distintas sensibilidades que se agrupan dentro del movimiento feminista.

Caminamos de la mano de los cambios sociales e intentamos arrojar luz sobre ellos, no necesariamente certezas, para que vosotros y vosotras podáis conformaros un pensamiento crítico e informado sobre los grandes asuntos del feminismo y, por tanto, de la humanidad misma. Evolucionamos y aprendemos a medida que lo hacéis vosotras, a vuestro lado, tropezando a veces, con espíritu constructivo siempre y con la defensa de los derechos humanos como faro.

Pero sí puedo deciros que el debate interno ha sido (y es cada día) intenso y constante, que las personas que integramos este equipo ponemos con frecuencia nuestras incomodidades y contradicciones sobre la mesa de manera abierta y sincera para someterlas al escrutinio de nuestros compañeros y compañeras, de forma que el resultado para vosotras, lectoras y lectores, sea una información genuinamente feminista, que atraviese todo el diario: desde la sección de economía hasta la de política, pasando por sanidad, educación o las columnas y tribunas de Opinión.

Nuestro feminismo no es infalible, pero nuestro compromiso con la igualdad y con los derechos de las mujeres es y será firme e inquebrantable.

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