Ecologismo de emergencia

COP28: el acuerdo salva la Cumbre, pero no al Planeta

 

Activistas climáticos protestan contra el borrador del acuerdo en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático COP28 en Dubai (Emiratos Árabes Unidos). REUTERS/Rula Rouhana
Activistas climáticos protestan contra el borrador del acuerdo en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático COP28 en Dubai (Emiratos Árabes Unidos). REUTERS/Rula Rouhana

Ocurre que, al finalizar las Cumbres del Clima, los delegados allí presentes se suelen congratular de los resultados logrados, sin tener una perspectiva de qué suponen realmente en el mundo exterior. Con respecto a la COP28, hemos escuchado una vez más valoraciones que hablan de "acuerdo histórico" o "éxito importante". A mi juicio, es más acertado el diagnóstico de ese delegado que afirmó sobre la declaración final: "Hemos salvado la cumbre de Dubái, pero no el Planeta". Esa afirmación refleja exactamente lo que ocurrió: resultados claramente insuficientes para el planeta, pero que son vistos como un éxito por aquellos que han participado en el fragor de las negociaciones.

Todo análisis debe realizarse en un contexto, y con una situación de cambio climático cada vez más intenso, la COP28 tenía que dar una respuesta contundente para recuperar credibilidad en este proceso. El año 2023 ha vuelto a batir el récord y a ser el más cálido desde que hay registros. El cambio climático se agrava, y sus efectos son cada vez más evidentes: largas sequías, olas de calor, récord de temperaturas, lluvias torrenciales o mares muy calientes, son algunas de las consecuencias ya visibles. Por otro lado, las emisiones globales de gases de efecto invernadero no paran de aumentar. De hecho, batirán de nuevo el récord en 2023. Por ello, el mundo esperaba de esta COP medidas ambiciosas que impulsaran de verdad las políticas de mitigación del cambio climático.

El acuerdo alcanzado in extremis en Dubái ha sido, por tanto, decepcionante y escaso. En primer lugar, la declaración final no ha asumido el lenguaje de "eliminación de los combustibles fósiles" que estaba sobre la mesa. La presidencia de la COP que ostentaba el jeque Al Jaber (al mismo tiempo presidente de la petrolera ADNOC de Emiratos Árabes) consiguió sustituir la palabra "eliminación" por una referencia a la "transición para dejar atrás los combustibles fósiles". Este cambio no es menor, y da respuesta a la movilización del conjunto de los países petroleros para evitar un lenguaje que pudiera tener consecuencias para las petroleras. La OPEP llegó incluso a enviar cartas a sus países miembros advirtiéndoles sobre las posibles consecuencias de la COP28 para sus intereses. Pero hay otras cuestiones que desinflan todavía más el acuerdo.

Uno de los aspectos que más ha contrariado a las ONG ha sido la introducción en el acuerdo final de tecnologías controvertidas, e incluso contrarias a la lucha climática. Es el caso, por ejemplo, de la referencia al gas como combustible de transición. El gas es un combustible fósil y, por tanto, es parte del problema, y no de la solución. Tampoco el salvar el carbón a través de las posibles, y poco demostradas, tecnologías de captura de carbono ha sido entendido como una voluntad de avance contra el cambio climático, sino al contrario, como otro palo en la rueda de la transición energética hacia un modelo basado al 100% en las energías renovables.

Poner a la energía nuclear -como ha hecho la COP28- al mismo nivel que las energías renovables entre las alternativas a los combustibles fósiles es un nuevo triunfo del lobby nuclear, pero inútil para reducir las emisiones. La energía nuclear no puede considerarse una solución real contra el cambio climático por varios motivos: su alto coste, el largo plazo para la construcción de nuevas centrales, y el hecho de que es una tecnología peligrosa y que genera residuos radiactivos.

Al otro lado de la balanza se encuentra el compromiso de multiplicar por tres la aportación global de las energías renovables o duplicar la eficiencia energética. Estas sí, buenas medidas que contemplan objetivos concretos.

Por otro lado, el acuerdo está lleno de buenas intenciones. Pero uno de los problemas del proceso de las COP es que los objetivos acordados no son vinculantes para los países. El Acuerdo de París fijó un objetivo -este sí, vinculante- de no superar más de 1,5ºC las temperaturas preindustriales. Sin embargo, nada obliga a los países a cumplir con la reducción de emisiones. Este es uno de los puntos más débiles de todo este proceso: que los acuerdos no sean vinculantes para los gobiernos.

En definitiva, por mucho que nos lo quieran hacer creer, no estamos ante un avance histórico. Apuntar a los combustibles fósiles como causantes del cambio climático está bien. Pero con la situación que estamos viviendo lo que necesitamos es voluntad política para afrontar los cambios necesarios, en diversos sectores y en el mismo sistema económico, para reducir las emisiones de forma drástica y continuada. Así que (casi) todo está por hacer.

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