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El problema lo tiene la UE, no Grecia

Iván H. Ayala
Profesor universitario de economía, miembro del círculo 3E de Podemos y de econoNuestra. @ivanhayala

En toda negociación se expresan los intereses de las partes que intervienen. Desde que en enero se firmó un acuerdo para extender el programa de rescate griego, la Troika ha tutelado las reformas del país (2011, 2014) aplicando el proyecto político liquidacionista del sector público llamado "austeridad". Mientras que la supuesta teoría de la austeridad expansiva promulgaba un crecimiento fruto al calor de las reformas, en Grecia hemos podido comprobar su eficacia en todo su terror: la caída del PIB más grande en tiempos de paz en Europa, un incremento de la pobreza desconocido desde los periodos de entreguerras en un país de la UE y una destrucción del aparato productivo asimilable al producido por un conflicto bélico. La "austeridad expansiva" defiende que los recortes hay que realizarlos durante periodos de recesión porque de esta manera se vuelven permanentes. Por eso este proyecto político liquidacionista ha encontrado en la recesión del 2007 el caldo de cultivo perfecto para instalarse y perpetuarse.

Es cierto que debido al pequeño tamaño de la economía griega, las políticas han sido especialmente duras, pero en otros países de la eurozona también se han llevado a cabo paquetes de este tipo. Curiosamente los mayores recortes se han producido en los países periféricos del sur, con especial importancia de España, donde se han abrazo las políticas de austeridad de manera entusiasta lo que ha producido una destrucción industrial del 25% -una cifra común a todos los países de la periferia sur. Esta destrucción económica de las economías del sur de Europa ha llevado a la eurozona a ser una de las regiones económica con peores perspectivas de crecimiento del mundo, según datos del FMI, por debajo por supuesto de EEUU, Japón, o la OCDE, pero también por debajo de países en desarrollo y países emergentes. La eurozona tiene un problema.

En este panorama se ha producido la negociación entre Grecia y la Troika. Por un lado el país heleno ha presentado medidas serenas y responsables, cediendo en la negociación y con una última propuesta que incluso rebasaba algunas de sus líneas rojas. La Troika ha rechazado subir impuestos a las empresas con mayores beneficios, o a los tramos más altos de renta, y ha pedido recortar pensiones (incluidas las más bajas), subir IVA (con la consiguiente merma en la competitividad del turismo, y en el incremento de la desigualdad), y hacer recaer la carga sobre todas las empresas, sin importar tamaño o ingresos. Grecia ofrecía incluir medidas administrativas (como la lucha contra el fraude fiscal y  la corrupción) para incrementar su superávit presupuestario, pero la Troika se ha negado incluir cualquier medida de este tipo en el cálculo del mismo. Por último, la Troika se negó a que Grecia incluyera, en colaboración con la OIT (Organización Internacional del Trabajo, una agencia de la ONU) un sistema de negociación colectiva y con la OCDE, una reforma profunda de los mercados de productos. Grecia ofrecía un plan de salida, la Troika un plan de asfixia.

La Troika ofrece más austeridad liquidacionista, que es la que ha causado una depresión en Grecia e superior a la de la gran depresión en EEUU. No es casualidad porque en EEUU a partir del 1933 se aplicó el New Deal de Roosevelt, que aceleró la recuperación a partir del 1934, alcanzando el PIB de 1929 en 1936, tan solo 7 años más tarde. En Grecia todavía hoy -8 años más tarde- el PIB es casi un 25% inferior que en 2007. En Europa, el esquema del New Deal se emuló con un plan Marshall, acompañado de una reestructuración y quita de la deuda Alemana en 1953, que permitió generar la mayor era de crecimiento y prosperidad. No es en vano que Piketty identifique el periodo de 1945 a 1973 como un periodo de reducción en las desigualdades en esta parte del mundo. La presión del área comunista obligó al proyecto europeo a impregnarse de unas instituciones que se dieron en llamar el Estado de Bienestar, y que se construyeron por dos motivos: el crecimiento económico y la lucha organizada de los trabajadores europeos por un reparto más justo de esa renta.

El problema no lo tiene Grecia, lo tiene la eurozona en su conjunto, como muestran sus pésimas perspectivas económicas, incluso aunque algunas de sus regiones crezcan. La deuda de la eurozona es de casi 120%, y ni uno solo de los países de la zona euro tiene una deuda inferior a la que tenía en 2007, al contrario, la situación es netamente peor, más frágil. Y no por causa de Grecia, que apenas representa un 3% del total de la deuda de la eurozona, sino porque Italia, que representa un 22% del total tiene un 132 deuda/PIB, Francia que representa un 22% del total tiene un 95%, y España que representa un 12%, tiene un 100%. Cierto es que Grecia sin reestructuración, no tiene salida, y que los demás países pueden mantener los pagos al tener acceso al mercado de capitales. Sin embargo, esta situación solo se da en la medida en que el BCE ha anestesiado a los mercados a base de la liquidez de la expansión cuantitativa. La eurozona es extremadamente frágil ante cambios en los tipos de interés. Pero además, la sostenibilidad de la deuda no solo depende de los tipos de interés, sino de las tasas de crecimiento y del stock total de deuda. Pero si por un lado el plan liquidacionista de la austeridad no deja crecer, y por otro no realizan una reestructuración empezando por Grecia y continuando por la eurozona, el futuro se prevé muy oscuro para la eurozona. Esta reestructuración de la deuda griega además, ha sido admitida por el FMI en un informe reciente, lo cual se añade a las numerosas figuras económicas, premios nóbel de economía, asociaciones de economistas o incluso países enteros.

El euro no está en manos de Grecia, ni es este país quién lo pone en peligro. Grecia está en manos del BCE, ya que en estos momentos es la única fuente de liquidez a la que acceden los bancos griegos a través del European Liquidity Assistance (ELA), un mecanismo de emergencia. Concretamente, el BCE reaccionó en contra del gobierno heleno cuando éste decidió negociar las condiciones del rescate heredado. El BCE dejó de admitir entonces como colateral a los bancos griegos bonos de deuda griega, lo que dejó a los bancos en manos del ELA. Hasta ahora el BCE ha ido incrementando ligeramente el techo de liquidez, pero ante el anuncio de referéndum, congeló dicho techo sumiendo al sistema financiero griego en un caos debido a la incertidumbre acerca de las condiciones futuras, generando un corralito. Esto no se corresponde con el funcionamiento normal de un banco central, una de cuyas principales funciones –que le permite llamarse como tal- es precisamente la provisión de liquidez al sistema. Utilizar el BCE para generar inestabilidad económica con fines políticos, pone en peligro a la eurozona en su conjunto. Todo dependerá de qué se defienda en el consejo del BCE. Mientras los consejeros alemanes del Bundesbank defenderán suprimir directamente el ELA para afixiar a Grecia, los demás pueden tener más prudencia y no tirar a la eurozona a los tiburones.

Despojado de su carácter social distintivo, el que le había convertido una isla en un mar neoliberal, el proceso de integración europeo solo ofrece en estos momentos empobrecimiento para los pueblos del sur. Syriza está desafiando esta naturaleza del proceso de integración europeo, la austeridad liquidacionista, por eso se han puesto en marcha todos los mecanismos del proceso de integración europeo para asfixiar políticamente una salida económicamente viable. La propuesta de Syriza no es una salida para Grecia, es una salida viable para la eurozona asimilable a la propuesta que generó el mayor periodo de prosperidad en Europa en 1945. Una reestructuración con una quita del 50% en la eurozona -en línea con la del plan P.A.D.R.E propuesta por Paris y Wyplosz- liberaría alrededor de 4 veces el plan Marshall lo que permitiría establecer, un plan social de choque, un fuerte plan redistributivo y un plan de inversión que genere las bases de la transición ecoenergética y que abra un nuevo modelo económico y social para la UE. El proceso de integración europeo solo tiene una salida: Grecia, Syriza y la destrucción del modelo liquidacionista de la austeridad.

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