El mapa del mundo

La carretera del apartheid

Como casi todos los políticos italianos que han pasado por el Gobierno, Massimo D’Alema tenía una buena relación con Israel. En 1999, cuando D’Alema era primer ministro, tuvo una interesante conversación con Ariel Sharon, un año antes de que el veterano ex general israelí ganara las elecciones a pesar de que muchos pensaban que su futuro político era inexistente. Pero Sharon no se daba por vencido y los hechos posteriores le dieron la razón.

D’Alema contó años después en una de sus visitas a Israel que Sharon había pasado mucho tiempo intentando convencerle de que el sistema de bantustanes, impuesto por el régimen racista de Suráfrica, era el más apropiado para resolver el conflicto entre israelíes y palestinos.

Los bantustanes eran pequeños Estados (o seudoestados) aislados entre sí que las autoridades afrikáner de Pretoria concedieron a algunas tribus y movimientos políticos negros para que se gobernaran. Su misma existencia dependía de la voluntad de los dirigentes surafricanos. La idea era crear unas fronteras falsas que enmascararan la auténtica naturaleza del apartheid.

Sharon continúa hoy en estado de coma conectado a unos tubos que le mantienen con vida en un hospital. Pero sus sucesores han continuado sus planes. Hace unos días, dieron otro pequeño paso adelante. El Ejército ordenó confiscar 110 hectáreas de tierra perteneciente a cuatro pueblos palestinos para la construcción de una carretera que conectará la zona palestina de Jerusalén con Jericó.

La decisión permitirá urbanizar una zona, llamada E-1 en los mapas israelíes, para que en el futuro se construya allí una urbanización de 3.500 viviendas y una zona industrial. Sólo para judíos. E-1 no tiene un nombre de resonancias bíblicas ni está cargado de la connotación histórica habitual en la llamada Tierra Santa. Sin embargo, dista de ser un término anodino. De hecho, E-1 es uno de los mayores obstáculos para la formación de un Estado palestino y, en definitiva, para que haya algún día paz entre israelíes y palestinos.

Se trata de la zona que se extiende desde Jerusalén hacia el este hasta el asentamiento judío de Maale Adumim, donde viven 30.000 personas, ya dentro de Cisjordania. Los israelíes pretenden blindar su control de Jerusalén Oriental creando un continuo urbano de cerca de veinte kilómetros. La expansión partiría Cisjordania en dos y convertiría en una quimera cualquier entidad independiente palestina.

Aunque E-1 no es un término que haya trascendido mucho, en el Departamento de Estado norteamericano conocen muy bien sus repercusiones. Por eso, llevan desde 2004 presionando a Israel para que no tome medidas irreversibles. Incluso en Washington son conscientes de que no habrá paz si la oferta de un futuro Estado palestino no incluye la continuidad geográfica indispensable para su existencia. Un conjunto de cantones enlazados por carreteras, túneles y puentes crearía un inválido dependiente del oxígeno que Israel quisiera facilitarle y que podría cortar a su antojo. Cualquier dirigente palestino que acepte ese regalo envenenado se convertirá en un colaboracionista.

La Corporación Rand publicó un estudio hace dos años sobre las necesidades económicas y demográficas de un futuro Estado palestino y sus conclusiones fueron claras. A menos que haya una continuidad geográfica sustancial, no podrá cumplirse ninguna de las condiciones para que ese Estado pueda funcionar en términos de la seguridad, viabilidad económica y bienestar social. Esa continuidad se refería a "las dimensiones, forma y coherencia territorial" del Estado.

Seguro que los israelíes leyeron en detalle ese informe. A pesar de la benevolente presión norteamericana, no se han quedado quietos. Ya está construida la carretera que en su opinión solucionará el problema. Una carretera que permitirá a los palestinos de Nablus y Ramala desplazarse al sur de Cisjordania, a la Belén separada por un muro y a Hebrón. La vía tendrá cuatro carriles, "dos para cada tribu", en acertada expresión de un periodista de The New York Times.

La parte palestina de la carretera tendrá 16 metros de ancho. Ésa es la idea israelí de continuidad geográfica. Un pasillo asfaltado de 16 metros. Los habitantes de Maale Adumim irán a trabajar a Jerusalén sin ver a un solo árabe. Los palestinos no tendrán la posibilidad de entrar en Jerusalén Oriental, que quedará para siempre enclavada en territorio israelí.

El modelo territorial se repetirá en el resto de Cisjordania. Los asentamientos y sus carreteras sólo para israelíes ya mutilan el territorio. Los cantones urbanos (o bantustanes) disfrutarán de una soberanía ficticia. Los mapas se diseñarán de forma que los israelíes controlen los recursos acuíferos.

Israel ofrece a los palestinos la paz del apartheid. Nos podemos imaginar cuál será su respuesta.

Iñigo Sáenz de Ugarte

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