Tierra de nadie

El ocaso de Tomás Gómez

Siente Tomás Gómez, el líder de los socialistas de Madrid, que alguien le está moviendo la silla como quien agita una coctelera, un sensación muy desagradable cuando uno está durmiendo la siesta. El de los vaivenes no es otro que José Blanco, el ministro de Fomento, con el que está que trina por el buen rollo que tiene con Esperanza Aguirre y el menosprecio que le profesa. Gómez, que sabe entender una indirecta, ha comprendido que los meneos a la silla no son para que se despierte sino para que se levante. En definitiva, que la dirección del partido no quiere que sea el candidato en Madrid y, contra eso, se ha plantado y amenaza incluso con atrincherarse.

Buena parte de la calamitosa situación en la que se encuentra el Partido Socialista de Madrid es responsabilidad de Zapatero, entre cuyas virtudes, que deben de ser muchas, no se encuentra el ojo clínico. Con Madrid siempre ha hecho de su capa un sayo. Puso a Trinidad Jiménez y salió mal. Designó a Miguel Sebastián y salió peor. Quiso ventilarse a Rafael Simancas en la repetición de las elecciones por el tamayazo y sustituirlo por Peces Barba, y si no es porque Simancas amenazó con una escandalera se hubiera salido con la suya. Tomás Gómez es su última apuesta personal, y para ayudarle a competir contra Aguirre suprimió el Impuesto del Patrimonio antes de que la lideresa se le adelantara.

Para Gómez no debe de ser plato de buen gusto escuchar que un día pretendan hacerle la cama con Teresa Fernández de la Vega, al siguiente con Ángel Gabilondo y los viernes con la propia Trinidad Jiménez. Pero se equivoca en culpar de sus males a Blanco, que es el marinero de un patrón que no nunca ha tenido reparos en despeñar a quien antes había encumbrado. Puestos a ser sinceros, su elección fue un desatino más, y pensar que alguien podía liderar la oposición sin estar en el Parlamento regional, el enésimo error. Es verdad que a Gómez los medios no le hacen ni caso, en parte porque no ha podido repartir licencias de radio y televisión como Aguirre, pero también porque el entusiasmo que despierta es similar al de un paramecio.

Por mucho que se empeñen, lo que a los socialistas les falta en Madrid no es un candidato sino un programa de izquierdas. Ha de ser muy difícil porque llevan 15 años escribiendo uno, y se les resiste.

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