Tierra de nadie

Tragar quina tiene un límite

Aquellos familiarizados con las propiedades mecánicas de los materiales saben que, sometidos a cierta tensión, los objetos se estiran hasta que al cesar la fuerza que se aplica sobre ellos recuperan su longitud original. Sin embargo, cuando las tensiones son mayores y se supera el límite elástico del material, el objeto se distorsiona y jamás vuelve a ser lo que era. Finalmente, si se le aplica una fuerza excesiva, termina por romperse. Esto mismo se está ensayando con los ciudadanos, a los que se ha tomado por muelles de los que colgar el peso de la crisis mientras se les pide que se elonguen y se resignen a que ya nada sea como antes.

En Grecia no todos sus habitantes son unos golfos ni se merecen que les cuelguen del cuello una piedra de molino y les tiren al Egeo. Los nuevos recortes aprobados el martes –privatizaciones masivas, nuevos impuestos a la vivienda, despido de empleados públicos y rebajas salariales, tijeretazo a los programas sociales- son una lluvia torrencial sobre un país completamente inundado, que ha bajado el sueldo a sus funcionarios, ha mermado significativamente la pensión a sus jubilados actuales y futuros, ha subido cuatro puntos el IVA y elevado en otros diez la fiscalidad de los combustibles y ha reducido el coste de los despidos.

Por lo que respecta a España, el FMI entiende que aún no hemos terminado con el potro de torturas y que se nos puede seguir estirando de los brazos. Su consejo es que siempre será mejor pasarse que quedarse corto, y ha puesto nuevos deberes a Zapatero el reformista para que siga rebajando el coste de los despidos, meta en cintura a las autonomías, privatice el fondo de armario y  aplique la cláusula de sostenibilidad de las pensiones, de manera que si comprueba que la esperanza de vida de los españoles ha aumentado en las últimas semanas retrase aún más la edad de jubilación.

Hasta ahora hemos tragado quina, pero todo tiene un límite. La ciudadanía está al borde de su capacidad de sufrimiento. Los que aplican esta presión desmedida e injusta han de saber que los muelles cuando se rompen suelen saltar a los ojos.

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