Tierra de nadie

Un nuevo tiempo para Euskadi

Por mucho que algunos lo pidan, no se acierta entender cómo puede excluirse del debate electoral el nuevo escenario abierto tras la renuncia de ETA a la violencia. Sería ingenuo pasar por alto que el momento elegido para el anuncio tenía como derivada la pretensión de favorecer las expectativas de las izquierda abertzale, lo que obligaría –como así ha sido- al PNV a mover ficha y reforzar su vertiente más soberanista para detener una eventual sangría de votos. Ahí es donde hay que ubicar su intento de protagonizar el acercamiento de los presos de ETA a cárceles vascas y su improvisado proyecto de alcanzar en 2015 una relación de igual a igual con España, algo así como la independencia pero con otro nombre.

A diferencia de lo que ocurrió en el pasado, cuando el empeño de Aznar por meter a Ibarretxe y a su plan en la cárcel no hizo sino avivar la llama del independentismo, la reacción de los llamados constitucionalistas está siendo mucho más inteligente. Alejado de los gritos de esa sirena llamada Mayor Oreja, el PP de Basagoiti está evitando demonizar al nacionalismo vasco, y hasta la idea de celebrar un congreso por la libertad que ayer trasladó al lehendakari Patxi López sugiere una manera de alejar el debate de los aspectos meramente identitarios.

El papel del PNV se antoja crucial, porque la tradicional correlación de fuerzas en Euskadi invita a buscar soluciones transversales que superen la división entre nacionalistas y españolistas. Sin ETA emponzoñándolo todo, cualquier iniciativa es planteable y defendible, sin olvidar que tan democrático es plantear la independencia como oponerse a ella, y que en ese juego es el Estado de Derecho el que marca las reglas, que ni son perpetuas ni inamovibles.

El final de ETA ha de discurrir por otro camino distinto, y es razonable que sea el nuevo Gobierno quien lleve el timón. En ese proceso, es muy importante el reconocimiento de las víctimas, pero sería un error histórico que pudieran condicionarlo. Igual que las víctimas del tráfico no diseñan las nuevas autovías, las de ETA no pueden aspirar a marcar los nuevos tiempos.

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