Tierra de nadie

El punto y final a la corrupción

Se confirmaron ayer dos noticias que, sin duda, causarán decepción a muchos. La primera es que los extraterrestres no han contactado con nosotros -o eso dice la Administración Obama en respuesta a la iniciativa popular de 17.000 Iker Jiménez estadounidenses-, aunque si los marcianos pasaran cerca se les saludaría como merecen; la segunda es que lo que se ha perdido en tres años no se gana en un debate electoral, por mucho que uno tenga un pico de oro y otro un programa digno de Leonardo da Vinci, por eso de que puede ser leído del derecho, del revés y al sesgo.

Ello no quiere decir que los debates no sirvan para nada. El de Rubalcaba y Rajoy consiguió algo que no había logrado nadie hasta el momento: acabar de un plumazo con esa corrupción que tanto ha desacreditado a nuestra clase política. Es evidente que el problema ya no existe y que, a diferencia de lo que ocurre con los seres de otros planetas, ni está ni se le espera.

La erradicación de esa lacra ha tenido que ser repentina, porque apenas unas horas antes de que comprobásemos los benéficos efectos del formol en Manuel Campo Vidal desde el PP se pedía la dimisión del ministro José Blanco por el otorgamiento de una licencia urbanística al amigo del autoestopista que recogió en una gasolinera con su coche oficial. Ni que decir tiene que, en contra de la evidencias más palmarias, Gürtel se ha evaporado, Camps se viste en Zara y no en Forever Young y los partidos políticos siempre se financian legalmente. Si el problema siguiera existiendo, los candidatos se hubieran referido a ello, descartada la hipótesis de que ambos convinieran previamente practicar la estrategia del dentista, esa que aconseja no hacer demasiado daño al que tiene la boca abierta.

El debate ha tenido que tranquilizar también a esa inmensa mayoría de ciudadanos que compartían las demandas de los indignados de más y mejor democracia frente a la tiranía de los mercados. No es un tema que deba preocuparnos. De hecho, las referencias fueron más tangeciales que el Sol en los polos. Rayoy y Rubalcaba saben lo que nos pasa a nosotros y a los marcianos.

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