Tierra de nadie

El interminable juego de la oca

Lo de esta crisis es un no parar y cada día exige nuevos golpes de efecto, ya sea que Merkel deje de decir que no a todo, que Rajoy salga de su escondite y diga algo, que la Comisión Europea presente un plan distinto al de la semana anterior o que el tecnócrata Monti baile claqué mientras anuncia nuevos recortes. Lo importante, al parecer, es que algo suceda a cada instante, tirar los dados y avanzar en el tablero, porque se entiende que la inacción genera incertidumbre y eso pone de los nervios a los mercados, que son entes que tienen la tila aborrecida. El último gran conejo en salir de la chistera ha sido la inyección masiva de dólares a un sistema financiero que, como se sospechaba, estaba al borde del colapso.

La vertiginosa sucesión de acontecimientos en la superestructura contrasta con el lento discurrir de la vida diaria, donde muchos ya no temen caer al abismo porque se han acomodado en sus profundidades. Desde abajo, además, no se entiende gran cosa. Algunos recuerdan que el pecado original estuvo en los bancos que, con sus balances repletos de activos tóxicos, un buen día descubrieron que no podían fiarse de ellos mismos, dejaron de dar créditos y paralizaron la economía. El problema, tal y como se explicó, se resolvería inyectando ingentes cantidades de dinero público la banca, y nos fuimos a dormir tan ricamente.

Al despertar el problema era doble. Los recursos destinados para relanzar el crédito y la economía lastraron las cuentas de los Estados, que aumentaron su déficit y su deuda. Empezaron los ajustes, lo que a su vez debilitó aún más la actividad económica. Los bancos, que seguían sin prestar un euro, vieron que era un chollo recibir dinero al 1% y comprar deuda pública al 5%, o al 8% si era griega. Finalmente, se ha decretado que lo tóxico ya no son las hipotecas sino la deuda, con lo que estamos peor que al principio.

A estas alturas del bucle, toca inyectar otra vez dinero a los bancos para evitar su bancarrota y la de los Estados. Volvemos a la recesión, que era la casilla de salida. Otra partida de este juego de la oca acaba de dar comienzo.

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