En el PSOE deben de andar muy afligidos llorando por la leche derramada y viendo a ver si les ha quedado algún hueso sano tras el batacazo electoral, pero eso no les exime de dar una explicación coherente acerca de la desviación del déficit público en la que Rajoy ha basado su campanazo de fin de año. No basta con que Rubalcaba exija que las autonomías incumplidoras apechuguen con el ajuste o que el portavoz parlamentario José Antonio Alonso explique que el 8% "ya estaba previsto por el PP". ¿Estamos ante un truco contable del ministro de Lehman Brothers o el Gobierno saliente sabía que su estimación del 6% era irreal? Y si lo sabía, ¿lo advirtió en el traspaso de poderes o lo calló, como afirma la vicepresidenta?

El asunto es tan grave que merecería que Elena Salgado hiciera un alto en los dos años sabáticos que tiene por delante para ofrecer su versión, y junto a ella el ex secretario de Estado de Economía, José Manuel Campa, quien el pasado 20 de diciembre manifestó que aunque la economía creciera en  2011 un raquítico 0,8% el déficit se iría al 6,25%, una desviación, "fácilmente asumible". ¿Cómo es posible que un objetivo que estaba en vías de cumplirse se volatilice en una semana?

Salgado no puede llamarse andana. Si se confirmara como real la cifra del 8% no tendría excusa posible. Hasta cierto punto es lógico que las comunidades autónomas hayan querido aflorar en 2011 todos sus pasivos para despejarse el horizonte inmediato, y se tendría que haber contado con ello. El hecho de que se pueda culpar a las autonomías del incumplimiento, especialmente a las del PP ya que su líder iba de apóstol de la austeridad, no significa que el agujero no existiera y que, además, se contribuyera a su ocultamiento.

Por otro lado, ennegrecer deliberadamente el pasado ejercicio para justificar los recortes y sacar pecho en 2012 de la moderación del déficit es de gente muy miope. ¿Qué credibilidad tiene un país que de un día para otro anuncia que su previsión es un tercio mayor de lo anunciado? Seguimos sin respuesta porque a Salgado se le ha tragado la tierra y Rajoy ya tiene allí un adosado.