El desconcierto

La sfumatura de Rajoy

Ya que somos una Italia sin italianos, en feliz expresión de González, conviene que nos pongamos al día en la terminología política italiana. Sfumatura es un término intraducible por cuanto es algo más que sutileza o ambigüedad que sería su traducción traditore. En esta España sin gobierno, es el más adecuado para caracterizar los movimientos del Partido Popular para dotar de una mayoría parlamentaria a Rajoy. No es necesaria una astucia e inteligencia excepcional en la Moncloa, como sostienen los publicistas conservadores, para poder barajar la carta de la investidura dado el escaso margen de maniobra de sus adversarios si se excluye, claro está, configurar un gobierno progresista tal y como han votado la mayoría de los electores. Porque, siguiendo con los símiles italianos, el PP es como esa Balena Bianca- denominación de la Democracia Cristiana- que todavía sigue surcando los mares de Melville. Aún no ha recibido el arponazo letal, aunque los arponeros la tienen ya en el punto de mira.

Rajoy está tocado, como lo estuvo Rubalcaba en su descalabro electoral del 2011, pero en absoluto se encuentra hundido. Carece de alternativa gubernamental tanto como de recambio político en la propia derecha. Los resultados de Cs son toda una lección política para las cabezas puntiagudas del Ibex: la política es economía concentrada, pero no sólo economía. Rivera que exigía su cabeza, hoy la soportará para no terminar como Aznar, Aguirre, P.J.Ramirez, Losantos, por citar algunos de los que buscaron reenviarle a Pontevedra. Merkel y sus comisarios Quisling- colaborador noruego de los alemanes durante la II Guerra Mundial- le apoyan tanto como ese mundo de las finanzas que malgastó pasta gansa en la operación Ciudadanos. Cierto es que, como mala contrapartida, no tiene quien quiera emparejarse con él; pero, como bien reflexionaba Stendhal en sus notas viajeras, no se puede llamar político al que carece de paciencia y no sabe dominar su ira. De momento y con ayuda de terceros, Rajoy ha conseguido reconvertir su derrota electoral en impasse político.

Ahora toca a los spregiudicati, volvemos a los términos italianos, decidir si le ayudan a seguir en la Moncloa mediante la abstención o prefieren reabrir las urnas. Spregiudicato, dícese de todo aquel que combina la amplitud mental con la ausencia de escrúpulos. Con Rivera, pas de problème. Con los viejos socialistas toca todas las melodías: desde carteras ministeriales, a una reforma de la ley electoral que trate de frenar la decadencia del bipartidismo a través de la doble vuelta; o recuperar aquella fórmula de Mayor Oreja- antes de que fuese barrido por Ibarretxe- que combinaba el pacto de legislatura con un turno presidencia bianual en la Moncloa. Ofertas tardías que podrían volverse en contra de quien se viera tentado por ellas. Los spregiudicati de Ferraz miran y remiran a todo un PSOE empatado en votos con Podemos como para jugársela a la ruleta de una segunda vuelta a la francesa. En cuanto a rotar en la Moncloa no dejaría de ser un brindis al sol. Sobre todo ,con una Susana Díaz que, como dicen los romanos, manca di spessore.

Si no encuentra pareja, no va a ser Rajoy quien sufra en unas nuevas elecciones. De las dos patas del bipartidismo, no es precisamente la del PP la más gangrenada. No le gustaría nada, pero volviendo a recurrir a la experiencia italiana, traduciría al castellano ese factor K de Kremlin que Washington aplicara para vetar en Roma un gobierno progresista a lo largo de decenas de años. Oportunamente traducido aquí y ahora, sería el factor P de Podemos el que hoy aplicaría Berlín para seguir vetando todo gobierno de progreso como acaba de ser abortado estos mismos días el non nato de  Sánchez. Esos intereses geopolíticos de Kissinger, que provocaron incluso el asesinato de Aldo Moro, serían hoy los intereses geoeconómicos de Merkel. A falta de buen pan bipartidista- no hay harina politica en un PSOE donde todo es mohina poselectoral- no le quedaría otro recurso que ponerse a amasar unas buenas tortas bipolarizadoras. En esta tesitura, no dudaría en sustituir el bipartidismo político por la bipolarización social.

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