El desconcierto

El enemigo interno

José María Aznar y Miguel Angel Heredia han coincidido a la hora de definir como enemigos a unas fuerzas políticas democráticas. El ex-presidente de Gobierno, al señalar a Bertín Osborne que ambos estarían en la cárcel si Podemos gobernara; el actual secretario general del grupo parlamentario socialista, al advertir a sus compañeros que también Podemos es el enemigo mientras que el PP sólo es el adversario. Esa concepción del enemigo interno, al que hay que vigilar bien tanto como difamar, es la que subyace en la grave práctica policial delictiva que se ha empezado a investigarse en la comisión parlamentaria de Interior. Tanto, que esta clara tesis anticonstitucional es asimismo la que se perfila hoy tras las dos comparecencias del ex-ministro Fernández Díaz y de su alter ego fiscal Daniel de Alfonso. Al enemigo, morados o nacionalistas catalanes presentes en la sala, ni agua.

Esa mal llamada policía patriótica, en realidad una Brigada Político Social hoy al servicio de la Moncloa, es la heredera directa de los viejos hábitos policiales de la dictadura. En el seno de nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, que realizan una muy encomiable labor como policía judicial, subiste aún un grupo de profesionales con la misma visión sesgada de la policía política del largo régimen franquista. La lucha contra el terrorismo etarra, además del tipo de transición democrática habido en España, ha contribuido a que un reducido núcleo de funcionarios, bien ubicados en algunos puestos claves, continúe tratando como subversivos a formaciones políticas que cuestionan bien el modelo territorial de la España centralista o el modelo social del neoliberalismo. El informe sobre la financiación venezolana de Podemos o sobre la cuenta suiza de Xavier Trías , fabricados en las cloacas de Interior, ahorran la necesidad de más comentarios.

Es con la presidencia de Rajoy cuando rebrotan con fuerza estas practicas que nunca habían dejado de manifestarse bajo Zapatero o Aznar. No hay que olvidar que salvo los dos años de Margarita Robles en Interior, de mayo de 1994 a mayo de 1996, ningún ministro ni siquiera intentó reeditar la experiencia profesional renovadora que bajo González se llevó a cabo en el ministerio de Defensa. Es lo que explica que junto a la mayoría de policías profesionales haya podido subsistir hoy una reducida minoría de policías políticos para los que es vital acosar, cercar y espiar a lo que continúan llamando la subversión. Si ayer hablaban de los rojos, el oro de Moscú o la mano de Praga, ahora hablan de los morados, el oro de Caracas o la mano de Quito. Sí prosiguen hablando, claro está, de la misma AntiEspaña en Cataluña.

Todas las alarmas políticas han sonado cuando desde este grupo algunos de sus miembros, los que han gozado de más recursos, echan un serio pulso al Estado chantajeando al Rey. Con la difusión de viejas grabaciones sobre la vida amorosa de Juan Carlos advierten sobre otras grabaciones, menos anecdóticas, que podrían empezar a circular si no obtienen lo que demandan. La muy histérica reacción de la vicepresidenta Soraya Saénz de Santamaría a la interpelación de Podemos sobre este grave chantaje, indica que las instituciones están muy preocupadas por el grado de autonomía que ha alcanzado la "policía patriótica" gracias a las visibles anteojeras de Fernández Díaz. Llama la atención el contraste entre el mutismo de Rajoy con la inmediata intervención televisada del general De Gaulle en 1965, cuando llegó a denunciar que algunos policías franceses buscaban doblegar el pulso al Estado con el secuestro de Ben Barka.

Buena prueba de esta creciente inquietud es el silencio sonoro de los  medios de comunicación. Salvo el Diario Público y unos dos periodistas de El País, la "policía patriótica" y el chantaje al Estado español no encuentra eco alguno. Peor aún. Cuando lo encuentra, como es el caso de la Sexta Noche, se convierte en el altavoz de uno de los más estrechos colaboradores de uno de los principales chantajistas como es el comisario Villarejos. Probablemente alentados, cuando no orientados, por la llamada razón de Estado que explica la bastante sorprendente complicidad de la mano de Susana Díaz, que mueve la sucia cuna de la Gestora socialista, con Rajoy y ese Rajoy bis que es Albert Rivera. Sin percatarse de que mañana también podrían ser ellos mismos las nuevas víctimas de unas próximas prácticas policiales delictivas. O se liquida esta Brigada Político Social o ninguna fuerza política dejará de sentir su aliento sobre su nuca.

Son razones históricas las que explican que el PP sea hoy mitad neoliberal, mitad neofranquista como sus propios padres políticos fueron ayer mitad monjes, mitad soldados. Es un grave problema democrático que todavía padece la sociedad española, pero es cuestión de tiempo su progresiva superación. Sin embargo, es un serio peligro que también el neofranquismo se traduzca en lo policial como se está viendo claramente en esta comisión de investigación. Nada sería ahora más perjudicial, desde luego, que el cierre en falso de sus trabajos que es lo que hoy parecen buscar Rajoy, Rivera y Susana Díaz. No se percibe voluntad alguna en la Moncloa de ayudarla, ni tampoco en las otras dos muletas de la Gran Coalición. Todo lo contrario. El comisario Villarejos es tapado por el Partido Popular, el PP tapado por  Ciudadanos y Ciudadanos tapado por el PSOE. Es una firme cadena de complicidades que, de no soltarse algún eslabón, acabará por encadenar a la comisión de investigación.

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