El desconcierto

El inestable equilibrio electoral PSOE-Podemos

La reciente encuesta de Jaime Miquel y asociados, según la cual el triunfo de Sánchez vuelve a distanciar electoralmente al PSOE de Podemos, se limita a reflejar la percepción social sobre el giro socialista que no pocos morados cuestionan. No tiene más que un valor relativo, por supuesto, pero indica que algo puede volver a cambiar en la correlación de fuerzas internas de la izquierda española, que va a seguir votando al partido fundado hace más de cien años por Pablo Iglesias o a la sigla fundada hace unos tres años por Pablo Iglesias. Esta competición no va a ser virtuosa, como la califica Errejón, salvo, claro está, que se haga de la necesidad virtud. Todo lo contrario. Será, probablemente, bastante áspera y dura, porque ambos Iglesias no pueden desviarse de la unidad de acción, si desean no pagar un alto precio electoral al aparecer encarnando la desunión.

Se ha podido comprobarlo estos días en la Universidad de Verano que Podemos ha celebrado en Cádiz, con la participación de casi todo el núcleo directivo morado acompañado de sus intelectuales y periodistas de referencia. Pese a la abigarrada amalgama de teóricos altermundistas con eurocomunistas tardíos, o de filósofos académicos junto a expertos en privatizaciones rusas, que han podido desviar la atención mediática, el debate sobre la relación de Podemos con el PSOE ha centrado la atención política, al ser una caja de resonancia de las inquietudes moradas. Ya parece haberse superado una reacción inicial tras el éxito de Pedro Sánchez, la negación del viraje en Ferraz, aunque todavía quedan algunos inasequibles al desaliento, que continúan viendo con gafas sectarias al PSOE como socialtraidores.

Dos corrientes de opinión han emergido sin que Pablo Iglesias haya intervenido, al menos públicamente, en este primer cambio de espadas dialécticas. Una, siempre proclive a estrechar lazos con el PSOE que, en esta ocasión, ha llegado hasta insinuar una especie de compromiso histórico que podría incluir no sólo a Ciudadanos sino incluso a una parte del PP; otra, preocupada por la potencial disolución de los primeros enfoques políticos de Podemos ante cualquier potencial proyecto programático unitario con los socialistas. Es la penúltima traducción de su doble alma morada, que refleja una amplia pluralidad sociológica, territorial e ideológica, bastante descompensada a nivel de militancia según las votaciones de Vistalegre II. Es, por ahora, una incipiente discusión que, lógicamente, no ha tenido tiempo aún de desembocar en una síntesis.

Olvidan los primeros, los inclinados a pactar con el PSOE al precio que sea, que si hace un año hubiesen triunfado, en su anterior intento de que Podemos apoyara el gobierno Rivera-Sánchez, los socialistas no hubiesen girado y los morados estarían hoy a remolque del viejo PSOE. Olvidan los segundos, muy inclinados siempre a confundir todo el PSOE con el PP, que no hubiera sido posible el nuevo PSOE si Podemos tuviera a todos los socialistas en un mismo punto de mira. Tan inútil es el "compromiso histórico" con la derecha, sea el PP o Ciudadanos, como el rechazar el compromiso de todas las fuerzas de izquierda en aras de elaborar una alternativa progresista a la coalición de Rajoy y Rivera. Desde el ángulo de los estrictos intereses de Podemos, no puede ser un PSOE bis, ni tampoco un contra PSOE.

Ya no están tan solo en una discusión académica. Ni tienen ante sí todo el campo de la izquierda, como cuando el PSOE se removía en el fétido cenagal de la Gran Coalición PP-PSOE-C's. Ahora mismo, lo que discutan y sobre todo lo que decidan, va a tener efectos prácticos. Contantes y sonantes. Tanto en votos como escaños. La tendencia actual que señala Jaime Miquel y Asociados puede crecer, disminuir o estancarse según actúen tanto Podemos como el PSOE. Tan lógico es que parte de los votos prestados por Ferraz a los morados vuelvan hoy al PSOE, como que mañana puedan retornar a Podemos. Quien más y mejor sepa propinar ya en el rostro impasible de Rajoy la bofetada política y electoral que se merece, ganará el envite. Como decía con mucha razón el viejo Engels, la única forma de saber si el pudding es bueno, es comerlo.

Desde el punto de vista progresista, la mayoría sin partido, lo que interesa es que no varíe excesivamente la relación de fuerzas entre el PSOE y Podemos. Por mal que les pese a unos y otros, el nuevo PSOE es hoy un éxito de Pablo Iglesias y Podemos es el motor que ha logrado arrancar al nuevo PSOE. Aquel viejo PSOE no se hubiera impuesto hace unas cuatro décadas si el PCE de Santiago Carrillo no hubiera sido disuelto en el azucarillo eurocomunista, ni el nuevo PSOE de Pedro Sánchez podría eludir ahora sus presiones azimut si Podemos se ahogara nadando entre las dos orillas. Aunque, muy probablemente, no lo puedan saber todavía, se necesitan mutuamente. Hoy más que ayer, pero menos que mañana. Los mismos datos de la oportuna encuesta de Jaime Miquel y Asociados enseñan, incluso, que por mucho que uno adelante no puede llegar a la Moncloa sin el otro.

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