Entre leones

Cienes y cienes de veces

Como he repetido 'cienes' y 'cienes' de veces, la democracia es un sistema donde la gente vota y a veces no nos gusta el resultado. Es mi caso, que deseaba un Gobierno de izquierdas formado por el PSOE y Adelante Andalucía y me encuentro con todo lo contrario.

Sin embargo, la verdad sea dicha: las derechas –PP, Ciudadanos y Vox- han ganado las elecciones andaluzas al sumar holgadamente la mayoría absoluta para elegir incluso en primera votación al presidente de la Junta de Andalucía, que casi con toda seguridad será el popular Juanma Moreno pese a haber perdido el PP siete escaños y 300.000 votos.

Y pueden hacerlo sin ningún género de dudas para poner fin a 36 años de hegemonía socialista. Y a los que no nos gusta, debemos aceptarlo a pesar de que Vox representa una extrema derecha que no respeta esa lógica democrática y que forma parte de un grupo de formaciones –Frente Nacional de Marine Le Pen, el partido de Matteo Salvini en Italia o Alternativa por Alemania- profundamente antieuropeas y xenófobas.

Como única alternativa viable solo contemplo que el PSOE entregue la presidencia de la Junta al candidato de Ciudadanos, Juan Marín, para romper la unidad de la derecha y cerrarle el paso al PP a lomos de Vox.

Bien visto, Ciudadanos ha sido el único partido que ha doblado resultados y ha logrado situarse a tiro de piedra de los dos grandes partidos.

En cualquier caso, el cambio está garantizado, y se debe principalmente al hundimiento del PSOE, que se ha dejado en la gatera 400.000 votos y 14 escaños. Es verdad que Adelante Andalucía tampoco ha cumplido expectativas –perdió tres escaños y 279.000 votos con respecto a los resultados que cosecharon por separado IU y Podemos en 2015 -, pero la derrota hay que atribuirla principalmente a la debacle socialista, que perdió casi ocho puntos sin anestesia.

La campaña de perfil bajo y muy centrada en Susana Díaz ha sido un error garrafal de la dirección del PSOE andaluz, que no ha sabido leer que la ofensiva de las derechas necesitaba un contrapunto más compacto y no una actitud desganada, sin chicha ni limoná, y que la lideresa socialista estaba muy tocada incluso entre una parte de su electorado, que se ha quedado directamente en casa.

Tampoco deja de tener responsabilidad en esta derrota el mismísimo Pedro Sánchez, que, como secretario general de todos los socialistas, debió detectar la mala calle que tenía Susana Díaz y corregir la arriesgada estrategia personalista diseñada por los gurús del socialismo andaluz. Para eso debe valer la autoridad, ¿no?

Las cuentas de esperar sacar más votos que Susana Díaz en las elecciones legislativas en Andalucía valen más bien poco, nada diría yo, tras perder el primer bastión socialista en España en la primera parte del envite.

Está muy bien que Pedro Sánchez se pasee por el mundo mundial cultivando su imagen de Estado –por poco no recupera Gibraltar y Cuba de una tacada o quizás haya sido al revés- pero alguno de la pléyade de asesores que le acompañan debería susurrarle al oído que el terreno de juego está en Ñ, coño.

Y a recuperar el espíritu de carretera y manta que le llevó a resistir y a ganar, sin dar tantos volantazos y sin conjugar el verbo decir con mucho Diego de por medio, siendo leal con sus leales.

Ahora, con el toro ya en la plaza, al PSOE y a Unidos Podemos solo les queda convencer a nacionalistas e independentistas para que apoyen los presupuestos y poder prolongar la legislatura hasta el final, y a ver si Vox se quita la careta y muestra las cadenas.

En fin, en peores garitas hemos hecho guardia.

 

 

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