Entre leones

¡Hasta luego, Lucas!

Tengo que reconocer que estoy profundamente decepcionado. Desde que se conocieron los resultados de las pasadas elecciones legislativas de abril, aposté fuerte por un Gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos.

Ya pasó en Andalucía y funcionó de maravilla con el PSOE e IU. Se estropeó al final, cuando Susana Díaz, que buscaba la mayoría absoluta por la vía rápida, se lo llevó por delante ante la primera piedra en forma de excusa que le puso en el camino IU.

El posible Gobierno de coalición se torció a la primera de cambio, cuando Pedro Sánchez vetó a Pablo Iglesias, algo difícil de entender cuando se trata ni más ni menos que del jefe de filas de la formación política con la que quieres coaligarte.

Después, tras dar un paso al lado que le honró, el líder de Unidas Podemos remató el despropósito rechazando una vicepresidencia y tres ministerios, algo que resulta incomprensible se ponga como se ponga el camarada.

Así las cosas, Unidas Podemos, en su versión originaria, volvió a impedir por tercera vez la investidura de un presidente de Gobierno de izquierdas, algo tremendo teniendo en cuenta que cerraba el paso de camino a la implementación de muchas medidas del agrado de los más de tres millones de votantes de la formación morada.

En el segundo intento, nada de nada, reuniones donde los reproches se llevaron por delante el sentido de la responsabilidad: la desconfianza se había instalado a ambos lados de una mesa de negociación que, visto lo visto, más bien debió ser un cuadrilátero.

Y van cuatro.

Ni el mediador más cualificado de la ONU -por ejemplo, uno experto en odios africanos-, hubiera sacado provecho de unos negociadores con las alas recortadas.

En fin, nuevas elecciones tras el fracaso de las negociaciones entre las izquierdas y el ‘ni agua de las derechas’, que han dejado un nuevo botón de muestra del patriotismo que practican y del sentido de Estado que les acompaña: puro teatro, leche ‘majá’. dos más dos y me llevo cinco.

Ahora llega la campaña; de hecho, la precampaña acaba de empezar, y como me temía, las descalificaciones y los insultos han empezado entre las izquierdas en las redes sociales, que, por el olor que desprenden, más bien forman parte del alcantarillado nacional en peor estado.

A raíz de una foto de Pablo Iglesias y Albert Rivera tomando café en el Congreso, colgada por diputados del PSOE, el odio entre socialistas y podemitas se ha disparado en ese mundo subterráneo.

Periodísticamente, el retrato era de premio, toda vez que, finalmente, han sido los protagonistas con esas dos ofertas –hasta el propio Iglesias las subrayó en rueda de prensa-, a izquierda y a derecha. Pero era de paparazzi que los saca en pelota picada sin permiso. Ni se me pasa por la cabeza que estuvieran pasteleando: imposible una puesta en común, ¿no?

La intentona supuestamente de Estado de Ciudadanos era desde el principio un paripé de regional preferente, un intento desesperado por meter cabeza en el último minuto después de meses metiendo la pata, al negarse Rivera si quiera a sentarse con Pedro Sánchez.

Espero y deseo que las ventoleras de Rivera, Riverita, un consumado trilero con acta de diputado, tengan su justo premio en las urnas, aligerándole la carga de señorías bajo sus órdenes hasta depositarlo en el Grupo Mixto.

Y que los socialistas se enteren de una vez por todas que Ciudadanos, por mucho que les guste a Felipe, a Susana y a los afines y adictos al Ibex-35 -por cierto, montaron más ruidos cuando Rajoy, eh-, es menos fiable que Unidas Podemos de aquí a Roma o incluso a Palermo.

Pero a lo que iba: mal negocio tanta mierda volando para unas izquierdas que necesitan que sus votantes saquen fuerzas de flaqueza para ir a votar de nuevo el 10 de noviembre, porque hay que ir a votar si no queremos que este patinazo político sea aprovechado por las derechas para jodernos de nuevo la vida. Más rosas rojas en Internet, coño.

Por cierto, que quede claro que iré a votar, pero en ningún caso será la única opción que elegiré en una encuesta un tanto ‘sensuarl’, de ‘guarreridas españolas’, que anda recorriendo la pradera de Condemor con los siete caballos de Bonanza. El amor es innegociable.

¡Hasta luego, Lucas!

Más Noticias