Entre leones

Robar no es pecado ni delito

Robar no es pecado ni delito
José Luis Martínez-Almeida en una imagen de archivo.- Ricardo Rubio / Europa Press

Madrid está de nuevo de moda. En esta ocasión, no es por su presidenta, reputada estrella de rock and roll en la intimidad o algo por el estilo, que ya logró una gran cuota de pantalla con los 300.000 euros que se llevó su hermano por una hábil y honradísima gestión en plena pandemia a costa de la compra de mascarillas.  Y que le costó a Casado un ‘puerta y calle’ exprés de la presidencia del PP. ¡No se puede ser tan honrado, Pablito, en un partido con ADN de John Herbert Dillinger!

Es por el negociado del otro protagonista de ‘Madrid, capital de la libertad y los bocadillos de calamares’, el alcalde-exportavoz del PP, José Luis Martínez Almeida. La estafa, en estos momentos de la broma, supera los 13 millones de euros, con una comisión para Luis Medina y Alberto Luceño de seis millones de vellón que se llevaron por mascarillas caras y chungaletis. Más madera, más mascarillas para el enésimo episodio de me llevo 33. Por supuesto, la morterá está bien ganada por estos dos gachones guais del Paraguay, que derrocharon en nada y menos profesionalidad y esfuerzo a raudales con unas llamadas aquí y otras allí, incluida una conversación con el alcalde. Para que después digan que no es una autoridad accesible y cercana. Pero no estaría mal que, ya puestos, todos los ciudadanos pudieran tener su móvil particular para una emergencia, ¿no?

En cualquier caso, volvamos al turrón: eso de que la Fiscalía haya metido mano me huele a revancha socialista, a Pedro Sánchez y su gestapillo con Marlaska y Delgado, con Baltasar Garzón metido en el contubernio por alguna rendija judicial o sentimental. En lugar de esta persecución, al alcalde, Medina, Luceño y los probos funcionarios intervinientes, les levantaría yo una estatua monumental como la de Iwo Jima en Washington, pero en Alcalá Meco para contextualizarlos mejor y hacerles justicia de paso. Y con una mascarilla y un palito de test XXL por bandera y mástil.

Madrid acumula casos de corrupción del PP casi desde los tiempos de Noé. O quizás fuera desde los años mozos de Matusalén. Por orden alfabético, he aquí parte del historial: Ambulancias, Amnistía Fiscal, Ampuero, Ático de Estepona, Bárcenas, Bolsos, Campus de la Justicia, Castor, Colmenar Viejo, Colmenar Viejo II, Cuevas del Concejo, De los Espías, Depuradora de Húmera, Desguaces La Torre, Despacho Montoro, EMVS, EMVS II, Funeraria Madrid, Guateque, Gürtel/Arganda, Gürtel/Bobadilla, Gürtel/Papeles de Bárcenas, Gürtel/Primera Época, Hoyo de Manzanares, IVIMA, Lezo, Lezo/Blanqueo de Capitales, Lezo/Canal de Golf, Lezo/Financiación del PP, Lezo/Inassa y Emissao, Mercasa, Tren de Navalcarnero, María Casado, Máster... Así hasta superar de largo las 50 incidencias judiciales.

A pesar de que va camino de marcadores en mangancia continuada que ni en la NBA de Larry Bird y Magic Johnson, a la mayoría de los ciudadanos parece no importarles tanto latrocinio con balcones a la calle. En las últimas elecciones autonómicas, el PP ganó por todos lados. Pero dentro de dos años, lo normal es que Ayuso aumente su diferencia y recupere las mayorías absoluta de Esperanza Aguirre y Gallardón.

En nada y menos, alguna de estas universidades privadas que crecen por los descampados de Madrid sacará un nuevo grado de ‘servidor público al modo madrileño’, como los callos, la gallina en pepitoria o los caracoles, y los jóvenes lo petarán convencidos de que el séptimo mandamiento fue una interpretación errónea que hizo Moisés de la palabra de Dios.

Así las cosas, según las escuelas de negocios que proliferan en el foro y las enseñanzas de Santa Isabel de los Bares, robar forma parte del libre albedrío; de hecho, robo se sustituirá por el vocablo anglosajón business en la RAE. Y quien más robe no necesariamente tiene que ir de cabeza al Infierno, sino que puede alcanzar el Cielo purgando, si acaso, como costalero del Jesús del Gran Perdón o como apoderado del PP en una mesa electoral en Costa Fleming.

Lo dicho, en Madrid, robar no es pecado ni delito.

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