Sesión solemne en el Congreso o el grito de Tarzán

Sesión solemne en el Congreso o el grito de Tarzán

El Rey ha celebrado la sesión solemne del Congreso y todavía, como esperaba la derecha, no se ha caído el gobierno. Andan nerviosos en la sede de Génova. A ver si estos que han cambiado el toro de Osborne que recortaba las autopistas de peaje de España por un perro y una flauta recortando el cielo en autopistas que ya no son de peaje, van a atreverse a durar los cuatro años de legislatura.

Contra todo pronóstico de los agoreros, el gobierno de coalición sigue su curso, y cada partido de la coalición sigue con su afán y sus cuitas. El PSOE anda quitándose las pulgas territoriales y engrasando los mecanismos internos. Porque es más fácil que, al menos de momento, tengan más fricciones internas que con sus socios de gobierno. Cuando el amor y el desamor se personaliza en exceso dentro de una formación política, los Ministros y Ministras del mismo, en este caso del PSOE, es normal que estén más atentos a una carantoña de Sánchez, un pellizco cariñoso de Iván Redondo o una cita elogiosa de algún medio de comunicación amigo antes que de disputar a los de Unidas Podemos ningún espacio. Bueno, sin exagerar, que por debajo, cuando tengan que disputar espacios pequeños, está escrito en las estrellas que algún roce habrá.  Igualmente, un poco de comer dan a los medios de la caverna algunos barones socialistas acobardados pensando más en que el PP no les quite votos a que solventemos de una vez por todas el problema territorial. Falta grandeza. Debieran hacérselo ver esos supuestos socialistas que no se dan cuenta de que si su voto transita con tanta facilidad desde el partido de Aznar, Rajoy o Casado al PSOE, es que algo están haciendo mal a la hora de convencer a sus votantes de las bondades del socialismo.

En Unidas Podemos también están aterrizando sus reales sobre los sillones de gobierno. De momento, el azul suaviza el bermellón de los orígenes morados, y la coleta de Iglesias tiene un tono diferente a cuando rugía sobre el rojo del escaño de diputado. Al periodismo basura le sorprende que Yolanda Díaz, siendo una trabajadora, brille con la ropa con la que siempre la hemos conocido. Algunos contaban con que iba a sentarse en la silla azul vestida con un mono no menos azul o con un delantal o con una bata, todos, a poder ser, desteñidos de mucha lavadora. A Castells, que viene de la Esparta de las sillas de las facultades, que nunca han sido muy cómodas, no le espanta la bancada del Gobierno, e Irene Montero sabe que en ese sillón azul se sientan todas las mujeres que saben que cuando tocan a una, tocan a todas.

Iglesias sabe que está habitando contradicciones. Pero cuando nació Podemos nació para gobernar y gobernar es cabalgar contradicciones. Iglesias hizo su primera aparición saludando a los invisibles trabajadores de la Vicepresidencia, salió a la arena en un acto de memoria porque los represaliados fueron los que trajeron la democracia, visitó el escenario del desastre del Gloria y no se olvidó de la especulación inmobiliaria en la costa, luego acompañó a un poeta represaliado y lleno de alegría, Marcos Ana, pese a la mucha cárcel que sufrió, para reivindicar lo mucho que hicieron los comunistas durante la dictadura y la transición.

En todos los actos Iglesias ha hecho un llamado a la gente a la calle. Sin mucha calle no vamos a tener muchos cambios. La calle es la herramienta para que el miedo cambie de bando. Esto es, para que los que presionan al Gobierno desde la derecha entiendan que también existen presiones por la izquierda. Porque el poder, el voto se lo pasa por el arco del triunfo.

La lógica institucional ata una mano a la espalda. Y por eso, Unidas Podemos en el gobierno ha aplaudido con lealtad. Y por eso, los diputados de Unidas Podemos no han aplaudido porque su lealtad no es al Rey, sino a sus votantes y a su programa. Por eso, los que no tienen una mano atada a la espalda de la institucionalidad, pueden no aplaudir, y los que la tienen atada, aplauden desde esa cárcel que limita para, cuidado, poder hacer muchas cosas. Son las paradojas de hacer política, que se multiplican cuando gobiernas. Lo que no tiene perdón es lo de Echenique. Porque sus razones son exclusivamente suyas. Como ha dicho Antonio Ferreras en la Sexta, ese maldito ni se ha levantado ni ha aplaudido al rey. Bien visto Ferreras. Menos mal que alguno de VOX un día de estos cruza el hemiciclo con una liana. El grito de Tarzán lo ponen las televisiones.