Fuego amigo

Quién debe correr con los gastos

Cuando hace unos meses despertamos del sueño de nuevos ricos y vimos asustados que el gigante financiero tenía los pies de barro, que el cuarto banco más importante de los Estados Unidos quebraba, los más pesimistas (es decir, los optimistas bien informados) predijeron que lo de Lehman Brothers era sólo el comienzo de quiebras encadenadas. Una crisis de liquidez que había tenido un prólogo, meses antes, con las dos hipotecarias más grandes del país, víctimas de las hipotecas basura. Pero nadie podía creerse entonces que los servicios reguladores del estado de los neocons fuesen tan torpes o tan corruptos.

Era evidente que las recetas ultra liberales habían procurado una de las fases de mayor expansión económica de todos los tiempos. Las grandes fortunas cada vez eran más grandes. La Rusia recién salida del socialismo "real" fabricaba el mayor número de ricos por metro cuadrado. Hasta la China dejaba el comunismo confinado tan sólo a los reductos de la represión política, y se aplicaba con éxito a la carrera del neocapitalismo, con crecimientos económicos estratosféricos. Pero también era evidente que el orden económico mundial basaba su crecimiento sobre el empobrecimiento del tercer mundo, ampliando la brecha de la pobreza hasta límites insufribles.

Nuestros neocons, con los Aznares y Esperanzas Aguirres a la cabeza, ponían como ejemplo de receta infalible para la prosperidad el laissez faire, laissez passer de la Ilustración y Adam Smith. Los grandes pensamientos político-económicos del siglo XX, como el fascismo y el comunismo ya habían hecho su ensayo general con todo, y habían fracasado. Ahora le había llegado la hora al ultraliberalismo de los neocons, esa especie de secta del capitalismo más salvaje, que pretendía y pretende adelgazar el papel del Estado a la mínima expresión y dejar al mercado todopoderoso el manejo de nuestras vidas.

Pero este fin de semana se les ha venido abajo uno de sus mayores iconos: el gestor de fondos Bernard Madoff se encontraría detrás de la estafa piramidal más gigantesca de la historia, nada menos que 50.000 millones de dólares. Ahora es cuando deberíamos preguntar a los de la secta: ¿hacia dónde miraban los reguladores en estos últimos años? ¿Tenemos que dejar hacer y dejar pasar qué cosas? Cuando en España sufrimos las estafas piramidales de Afinsa y Fórum Filatélico, donde las "víctimas", como en los más cutres episodios del timo de la estampita, habían recibido sin rechistar beneficios de hasta el 12%, sin hacerse preguntas demasiado incómodas, sí había quien se preguntaba si el Estado debía o no acudir en socorro de unos estafados que habían obtenido beneficios muy por encima de la sensatez, siguiendo la doctrina del toma el dinero y corre.

Pero en Afinsa y Fórum Filatélico habían sido pillados, por desgracia, pequeños ahorradores. En la quiebra de Bernard Madoff sabemos ya que el Banco de Santander se ha quedado colgado con 2.300 millones de euros de 1.000 clientes preferenciales, lo que hace una media de 2,3 millones de euros por cada uno. Aquí las víctimas no son jubilados con sus ahorros, aquí son jugadores de fortuna.

No extrañe, pues, que seamos muchos los que nos preguntamos quiénes son los estafadores y quiénes los estafados en las estafas piramidales. Y quién debe correr finalmente con los gastos.

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