Fuego amigo

Las manifestaciones preventivas

Ayer fue un día de transición a lo que hoy nos espera. Rubalcaba le cantó las cuarenta (en realidad creo que eran más de cuarenta) excarcelaciones, reagrupamientos, demenciales beneficios carcelarios a los etarras con delitos de sangre durante los gobiernos de Aznar. No es cuestión de repetirlo aquí, sólo hay que consultar los diarios de hoy o las hemerotecas. Digo que fue un día de transición porque hoy sus Groserías los senadores del PP esperan las explicaciones que de ninguna manera quieren oír del presidente del gobierno sobre la misma cuestión. Lo de ayer, el tono educado tan desusado, vista la estrategia de crispación del partido mayoritario de la oposición a todos, llegó a parecerme una tregua de navidad en medio de una guerra civil, donde una vez más se escenificó la soledad del Partido Popular.

Eduardo Zaplana leyó el guión preparado desde Génova 13, en el que me pareció ver el estilo inconfundible del mismo autor de chascarrillos que elabora los discursos de Rajoy, donde los titulares priman sobre los pensamientos elaborados. Discursos que tanto valen para un roto como para un descosido, para soltarlos en la tribuna del parlamento o desde el atril de la manifestación más bonita y civilizada que hayan conocido los tiempos. Discursos de un sólo sentido, el de ida, con los sonotones desconectados porque no están pensados para un debate sino para las grandes declaraciones.

Rubalcaba, por su parte, es un parlamentario perro de presa, de debate cuerpo a cuerpo, que después de una demoledora exposición de la política antiterrorista de todos los gobiernos de la democracia, cayó en la tentación de ponerse tierno y ofrecer la mano tendida al representante de un partido antisistema que dos días antes había declarado que el gobierno español no tiene legitimidad para seguir gobernando.

Pues que queréis que os diga. Estoy con Llamazares. A mí ya empieza a cansarme la escenita de la mano tendida. Todos los partidos ya dejaron claro que el motivo de De Juana no es más que un pretexto, que el Partido Popular ha sido secuestrado por la banda de los cuatro cuyo único futuro es inmolarse en la huida hacia adelante. Y en esa huida vale todo, al parecer. ¿Qué pacto cabe, pues, con un partido que acusa a este gobierno de haberse entregado a ETA, de haber roto España, o de estar implicado en la matanza del 11-M, entre otras flores del mal?

Mientras Rubalcaba escenifica esa pantomima, Rajoy está preparando el discurso del cuarto Reich para el próximo sábado, esta vez en Navarra, donde podrá contemplar desde las alturas ese mar de banderas rojas y gualdas que tanto le hacen soñar. ¿La disculpa? Que hay indicios de que el gobierno de Rodríguez Zapatero está dispuesto a sacrificar Navarra, anexionándolo al País Vasco según lo pactado ya en unas secretas conversaciones con la banda terrorista ETA. Ya sé, ya sé que es una estupidez, y él también sabe que lo sabemos, pero es que ahora no puede parar, le ha cogido el gusto no a las bellas puestas de sol en el mar líquido de su tierra natal, Pontevedra, sino a los baños de masas en ese oleaje que forma la gente civilizada cuando ondea el trapo sagrado de la bandera, esa gente que lo mismo te reza un credo que te propina una hostia por el bien de la patria.

Sabe que el gobierno no puede, aunque quiera, cambiar el estatuto de Navarra. Sabe que esa cesión sólo existe en el delirio de sus correligionarios. Pero es que una vez descubiertos los placeres de las guerras preventivas estrenadas en Irak, ya nada puede impedir el uso indiscriminado de las manifestaciones preventivas.
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Meditación para hoy: Zapatero se entrevista el otro día con el rey de Marruecos y poco menos que abandona nuestra vieja posición política de defensa del pueblo saharaui y su derecho a la autodeterminación. El rey, en su viaje de estado, se besa ayer con Buteflika en Argelia y habla ante él de la "libre determinación del Sáhara". Los dos altos dignatarios españoles contando un cuento distinto a los dos contendientes. Pocas veces podremos asistir a un caso tan claro de que la política es el arte de lo posible. Por un lado Argelia, el valedor internacional del puebla saharaui, es nuestro único proveedor de gas, del que depende buena parte de nuestras necesidades energéticas. Marruecos es otro aliado imprescindible, por sus caladeros de pesca y, lo que todavía es más importante, porque se perfila como el tapón natural al integrismo islamista en el norte de África. Tenemos el corasón partío, pero sería una indignidad abandonar al pueblo saharaui a la voracidad marroquí. Sin duda un reto diplomático para la mano izquierda de Moratinos.

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