Fuego amigo

Al mundo le queda un telediario

La ciencia es el único instrumento fiable con que contamos para prever con cierta aproximación la fecha del fin del mundo, cuando el sol, convertido en una enana blanca, haya sublimado hasta el último grano de arena del planeta. Las religiones, que históricamente desempeñaron el papel de ciencia para los ignorantes, es decir, para todos, fantasearon con el fin del mundo, más como instrumento para asustar a sus fieles que como ejercicio adivinatorio. Los primeros cristianos coincidían con Mariano Rajoy en que el fin del mundo sobrevendría en una generación, lo más tardar. Y cada generación, como Nuevas Generaciones, se va pasando a la siguiente la fatal predicción. Hasta que un día acierten.

Es tan inminente nuestra desgracia que para algunos políticos, los profesionales a quienes está encomendada la programación de nuestro futuro, el planeta es un lugar de paso al que no hay que dar demasiada importancia ni tener con él muchos miramientos. Por eso los movimientos conservacionistas y ecologistas se han convertido en la bestia negra del Sistema, con mayúscula, porque le recuerdan que el ser humano sin la casa común no puede subsistir.

Como dijo Ana Botella, la esposa del negacionista del cambio climático: "El Planeta está al servicio del hombre, no el hombre al servicio del Planeta". Es toda una filosofía de vida además del mapa detallado de un cerebro "que desprecia cuanto ignora".

Y esta señora resulta ser toda una autoridad, pues por algo trabaja de concejala de Medio Ambiente en el Ayuntamiento de Madrid. Provoca escalofríos pensar que la salud del medio ambiente esté en sus manos, un nombramiento tan anómalo como si la presidencia del Tribunal Supremo hubiese sido encomendada a Jack el Destripador.

Pero en Fazmatella nunca dan puntada sin hilo. Eso es lo que me alarma. Que ese matrimonio sabe algo que los demás ignoramos. Quizá ella conozca por secreto de alcoba, aunque se las dé de ignorante insufrible, que al mundo apenas le queda un telediario.

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