Fuego amigo

La monarquía comunista de Corea

El mismo día en que el régimen chino ponía en arresto domiciliario a la esposa del nuevo Premio Nobel de la Paz, Liu Xiaobo, por el delito de estar casada con un preso de conciencia, otro régimen totalitario, también llamado a sí mismo comunista, entronizaba como sucesor al hijo del dictador norcoreano Kim Jong-Il, en una coreografía militar que recordaba desagradablemente a las magnas concentraciones nazis, con exposición de armamento aparatoso y desfile al ritmo frenético y ridículo del paso de la oca.

Hay estados totalitarios que, al igual que las monarquías, confían la continuidad de sus regímenes más en la calidad de los genes de los descendientes que en el propio partido que los sostiene. En Cuba hereda el poder el hermano, y en Corea del Norte, el hijo, tal como ocurrió en la noche más negra del régimen totalitario por excelencia, el papado de Roma, en el que se sucedían en el trono de Pedro hijos (de puta, algunos de ellos), hermanos y una variada parentela de asesinos, ladrones y violadores con hábitos y capelos cardenalicios.

El de Corea del Norte acaba de presentarnos al niño Kim Jong-Un, nombrado aprisa y corriendo general de cuatro estrellas, porque su padre, de salud delicada, nos puede dar un disgusto cualquier día de estos.

Una medida excelente para su supervivencia, porque las elecciones, cuyo ejemplo reciente son las primarias del PSOE de Madrid, demuestran que el debate interno gasta excesivas energías y pone en peligro el puesto de trabajo de mucha gente que vive del aparato de los partidos. El peor enemigo de la supervivencia de los regímenes totalitarios es la libertad, y su bálsamo, la monarquía absoluta.

Que dios guarde muchos años al monarca Kim Jong-Un. Un Kim Jong más.

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