Fuego amigo

La voz de los expertos

 

Existe una peligrosa tendencia a considerar como expertas a las propias víctimas y a sus familiares. Si el derecho lo dejáramos en manos de las víctimas, en una moderna versión de la Ley de Talión, los violadores estarían todos castrados, los ladrones, mancos, y los asesinos, enterrados vivos. El hecho de que la justicia quede en manos profesionales responde a la necesidad de que los deseos de venganza no adulteren el principio de la proporcionalidad entre la pena y el delito. El castigo eterno por nimiedades, como tener malos pensamientos con una vecina, como los que sufre el alcalde de Valladolid cuando ve los morritos de Leire Pajín, se lo dejamos a los dioses y su extravagante sentido de la justicia.

 

Aquí abajo somos capaces de convertir en dioses del volante, por ejemplo, a Fernando Alonso, quien por el hecho de ser campeón del mundo de velocidad, de tomar las curvas por la izquierda con las ruedas chirriando y echando humo, vomitando fuego por el tubo de escape, conduciendo un vehículo que consume 100 litros a los 100 kilómetros, ya es una víctima del prohibicionismo del gobierno y, por lo tanto, un experto en seguridad vial y ahorro energético. Sus predicciones de que nos íbamos a dormir a 110 kilómetros por hora quedaron en entredicho en el primer día de aplicación de la norma: ninguna víctima mortal en las carreteras, algo que sólo ocurrió en cuatro ocasiones el año pasado. Será casualidad, pero vaya estreno como profeta.

 

En Madrid, la concejala de Medio Ambiente, Ana Botella, toda una experta en el control de la contaminación de la capital del reino, acude a la peluquería poniendo en movimiento dos potentes coches oficiales de alta cilindrada, asesorada, quizá, por su insufrible marido, el negacionista del calentamiento global. Es su manera pija de protestar por el paquete de medidas de ahorro energético del gobierno soviético que la atemoriza.

 

Dos coches a falta de uno. No sea que se arregle el aire de Madrid y ella se quede sin trabajo.

 

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