Fuego amigo

Paciencia para educar bien a los niños

 

En este oficio mío en que la gente desgraciadamente me conoce más por mis palabras que por mis habilidades amatorias, hay que sopesar cada adjetivo, el lugar correcto de las comas, la oportunidad de los puntos suspensivos, cuando uno se aplica al análisis de lo que ocurre al otro lado de la ventana (windows en la vida digital). Si analizas una dictadura, previamente hay que hacer un repaso de todas las dictaduras para ponerla en su contexto, porque no se trata de que una dictadura sea perversa, sino cuánto de perversa es en comparación con otras dictaduras. Y lo mismo sucede en el caso de las religiones. Si hablas del farsante de Roma, siempre habrá alguien que te susurrará al oído: ¿Y del Islam por qué no hablas, cobarde?

 

Como ya tengo la lección aprendida, ayer la apliqué con mi sobrino Manuel, de tres años. El muy bruto le había pegado una patada en la cara a su hermano, y tuve que armarme de razonamientos para regañarle. No podía pasar por alto un hecho tan grave. Así que le dije:

 

"Mira Manuel (porque se llama Manuel; si se llamara Ricardo le diría: mira Ricardo), ya sé que me vas a decir que tu violencia no es nada en comparación con la ejercida por la dictadura cubana, a su vez víctima de una peor, la de los Estados Unidos contra la isla, con un Obama, además, sojuzgado por la dictadura de Wall Street y su ejército secreto de mercados financieros criminales que le tienen maniatado. Ya sé que los terroristas, sean del GRAPO, de ETA o de Al Queda ejercen su guerra indiscriminada para salvarnos de regímenes imperialistas y de ejércitos de ocupación que matan más gente que ellos a la chita callando. Ya sé, querido Manuel, que, como dicen voces del PP, antes que dar trabajo a los inmigrantes hay que acabar con el paro entre los españoles que estaban aquí primero. Todo eso lo sé, querido Manuel. Pero que no se te ocurra volver a darle una patada en la cabeza a tu hermano. Si me prometes que la próxima vez se la das en el culo, te compro la Nintendo".

 

Reconozco que es muy largo, pero he aprendido que la sabia y, sobre todo, justa e imparcial educación de los niños requiere de mucha paciencia.

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