Fuego amigo

Lo que esconde el puño cerrado y lo que caga la gaviota

Alguien se refería el otro día en esta bitácora a cómo las ideologías forman cristales de colores deformantes delante de nuestros ojos, de manera que unos y otros conseguimos ver de forma distinta una única realidad. Quizá el problema es que "la realidad" no existe, pues el ser humano es la medida de todas las cosas: "existen" mientras puede observarlas y medirlas. En la película "Los otros", de Alejandro Amenábar, los muertos eran los vivos bajo la perspectiva de los muertos, y viceversa, al igual que en la Red los trolls son los otros bajo la perspectiva de los trolls.
Por ejemplo, con el cristal con que muchos de nosotros contemplamos el panorama político, los dirigentes del Partido Popular empiezan a parecerse peligrosamente a los trolls del ciberespacio. La serie de insultos que en una sola semana le dedican a ZP los zaplanas, aceves y rajoys, si fueran provechosamente empleados en dialogar, sentados en un escaño o en una cafetería, formarían una fuerza arrolladora para el progreso de este país. Las mareas o las aguas embravecidas pueden provocar grandes catástrofes, o generar un caudal de luz muy provechoso si son bien encauzadas.
Es lo que hizo el candidato demócrata Andrew Jackson en 1828, durante la campaña para las elecciones presidenciales de los Estados Unidos. Algún contrincante del partido republicano, cuyo logotipo es la figura del elefante, haciendo gala de la delicadeza exquisita que adorna a nuestro candidato Rajoy, le llamó "burro", insulto que el demócrata aprovechó para incorporarlo a su logotipo de campaña, en una pirueta genial que desde entonces define a ese partido. Es en cierto modo la vieja historia del político estoico que meditaba: "Usted piensa de mí que soy un imbécil, a pesar de que yo creo que usted es una persona muy inteligente; aunque puede que ambos estemos equivocados".

El burro era para los republicanos la expresión perfecta del tonto, terco y hasta ridículo, mientras que para los demócratas encerraba las virtudes de la humildad, de la sencillez, de la fuerza, de la sensibilidad de Platero. Claro que el elefante significaba para los demócratas la pesadez inamovible, la falta de tacto y el carácter tontorrón, aunque se transformaba en un animal fuerte e inteligente cuando era contemplado bajo el cristal de los republicanos.
Recuerdo que cuando el Psoe presentó en sociedad la estilización de su logotipo, más esquemático, más "de diseño", pretendía con ello restarle agresividad al puño cerrado y dar más énfasis a la suavidad de la rosa. La fuerza y la delicadeza en un sólo golpe de vista, quizá porque el puño ya sólo lo levantan los más viejos del partido, y únicamente cuando les tocan la Internacional de la que muy pocos recuerdan la letra. Para la izquierda de la izquierda aquello era la plasmación en logotipo del salto definitivo a la socialdemocracia domesticada. Para la derecha significaba que el nuevo puño ocultaba para siempre la "o" de obrero, tan incómoda para un partido de gobierno, o escondía lo robado por Roldán.
El PP, con el aggiornamento de su logotipo, hace dos o tres años, pretendía "reflejar la vitalidad, fuerza, dinamismo, empuje y energía" de su formación política. A toda la izquierda le pareció un empeño colosal para la frágil figura de una gaviota, un rediseño que parece inspirado en las mismísimas cejas... de ZP, vaya por dios. Alguien se preguntaba qué tipo de gaviota era, con esas alas desmesuradas, como prestadas por un albatros: ¿la gaviota reidora (Larus ridinbundus), a tenor de las risas con que festejan desde el escaño/acantilado la menor ocurrencia de sus líderes en el Parlamento? Para la izquierda, las gaviotas todo lo cagan, son carroñeras, están ocupando hábitats de otras especies (¿de la extrema derecha, quizá?) y graznan de una manera atronadora. Para la derecha, en cambio, sus excrementos forman el guano, un fertilizante extraordinario, rico en nitrógeno, fosfórico, amoníaco y sales que habrán de fertilizar la tierra cuando ellos gobiernen de nuevo.
No hay como ponerse en la piel de los trolls para comprender el mundo en su exacta dimensión.

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