Fuego amigo

El programa del adversario da mejor juego electoral

La lección más provechosa de las encuestas publicadas este fin de semana por los principales diarios sobre la intención de voto es la escasa incidencia de las promesas de los candidatos sobre la decisión final de los electores.

Sociólogos tienen las iglesias de la prospectiva para dar una explicación más o menos científica, pero creo que sobre todo se resumen en dos: la primera es que prácticamente nadie se cree las promesas electorales, hasta el punto de que cuando raramente se cumplen, la ciudadanía se sorprende, como ocurrió con la retirada de las tropas de Irak.

La segunda es que en la configuración del voto vale más la fe -en las personas y los partidos- que la razón. Parece como si el votante tuviese con su partido esa relación resignada del deudor de hipotecas con su banco.

Dicen que tan sólo un millón de ciudadanos es sensible a la letra de las promesas electorales. El resto lo consigue la imagen (¡es la imagen, estúpido!), la capacidad del político para transmitir su propia imagen... o la del adversario, sobre todo la del adversario.

Es la campaña de los contrarios, el programa del contrincante sirve para presentar el negativo de la campaña. Si el PP mete miedo con la inseguridad y el paro provocados por la invasión extranjera de la inmigración, el adversario le tilda de xenófobo. Lo mismo vale para la desregulación del matrimonio homosexual del PP que se traduce en el PSOE como la homofobia de los conservadores. Si Zapatero pide "tensión", ya lo decía Rajoy: el crispador es el PSOE. Y así sucesivamente.

Las salidas de pata de banco o las estupideces sin paliativos apenas tienen incidencia en el electorado propio, son sólo munición para el contrario. A un votante del PP no le importa que Arias Cañete vaya soltando "necedades brutales" solicitando "medidas brutales" en economía que no tiene ni idea de cuáles son; ni le importa que Rajoy anuncie la prohibición del velo islámico para toda el territorio nacional (¡Paña!), excepto en Ceuta y Melilla donde se comería todos los votos; ni que el trasvase del Ebro sea bueno para Federico Trillo, candidato del PP al Congreso por Alicante, y que desaparezca del programa electoral del partido porque es una bomba de relojería en Aragón; ni que la lideresa Cuaresma Aguirre, la misma que está llevando a la sanidad pública madrileña a sus más altas cotas de desasosiego, después de haber trucado unas listas de espera cada vez más desmesuradas, acuda en campaña a Cataluña a defender la mejora de las listas de espera sanitarias.

Así es la fe. Una vez admitido que dios hizo al hombre con un trozo de barro al que le sopló para insuflarle un alma y que luego hizo a la mujer con una de las costillas del varón recién terminado, una vez admitido esto uno ya tiene la mente suficientemente preparada para admitir cualquier otra necedad. La fe no entiende de contradicciones. Y además es muy incómodo pensar. Sólo el líder sabe lo que nos conviene exactamente.
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Meditación para hoy: repasando mis fotos del viaje a Finlandia del año pasado me encontré con esta, creo que de un lateral de la estación de ferrocarril de Helsinki. Era un día apacible a pesar de la escena de terror. Si la foto de ayer era todo un panfleto, creo que esta es una alegoría de lo que nos podría pasar el 9 de marzo. Por palomas, por confiados... Dejo el pie de foto al gusto de cada uno.

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