Fuego amigo

Un país cristianamente laico, gracias a dios

Parece que una de las tareas del nuevo gobierno, entre las que se encuentran la revisión de la ley electoral, una reforma de la Constitución para que las mujeres puedan entrar en el orden sucesorio con los mismos derechos que los varones, y una puesta al día de la ley del aborto, está el conseguir un Estado más laico, aunque sea un concepto bien difícil de definir.

Un estado más laico, dice la vicepresidenta, reformando la Ley Orgánica de la Libertad Religiosa (LOLR), que en su artículo primero contempla que "ninguna confesión tendrá carácter estatal". Fue sólo enunciarlo para que Federico Trillo, miembro pinturero del Opus Dei, trilero que practicó el trile con los cadáveres de los soldados del Yak-42, y héroe de Perejil, perdiera los papeles, amenazando a De la Vega de manera chulesca con que deje las cosas como están, ante el temor de que ese sea "un pretexto para hacer una ley contra determinadas creencias". O sea, la suya.

La LOLR ha sido sistemáticamente incumplida, pues la presencia asfixiante de la religión católica en todos los ámbitos de la vida española ha hecho que, de facto, sea una confesión con carácter estatal, beneficiada por la hucha inagotable del Estado con más de 4.000 millones anuales de euros, gracias a las listas de "afiliados" a la fuerza por el bautismo.

Por lo que veo, para no enfrentarse más a gente como Trillo y sus sectas secretas, el procedimiento va a ser no abandonar el café que tan nerviosos nos pone, sino más "café para todos", para que el resto de religiones tengan acceso a las mismas prebendas inherentes, como colegios, iglesias, profesorado, etc. Es decir, vamos a la laicidad por el camino de crear un caldo de cultivo más cómodo y calentito, en el que las creencias religiosas se multipliquen.

Un mañana muy laico que consiste en ampliar las facilidades para la manipulación de las conciencias de los niños, donde cada vez más población creerá en promesas de paraísos de "arroyos cuya agua no se corrompe nunca, arroyos de leche cuyo gusto no se alterará jamás, arroyos de vino" (...) y donde los varones "tendrán vírgenes de mirada modesta, de grandes ojos negros...", o donde los creyentes aprenderán de Tertuliano, uno de los padres de la Iglesia, que uno de los mayores placeres del Paraíso será poder contemplar cómo sufren eternamente los infieles y laicos como yo.

Una sociedad extrañamente laica gracias a que, sufragando con más fervor las religiones, perpetuaremos la propagación de conceptos insoportablemente machistas y el odio y la venganza como el placer supremo, con su balconcito desde el que gozar de la tortura de los malos. Una sociedad laica, por ejemplo, que va expulsando, como sucedió ayer en el hospital Doce de Octubre de Madrid, a los mejores médicos de cuidados paliativos, para ser sustituidos por la secta del señor Trillo.
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Meditación para hoy:

Claro que pudo haber sido peor. Ayer, también, José Bono, de la misma secta, presidente del Congreso de los Diputados, el que a punto estuvo de alcanzar la secretaría general del PSOE, presentaba en Madrid un libro hagiográfico (¡como los de los santos!) sobre Pedro Jota Ramírez, a quien, entre otras lindezas que por vergüenza me callo, dijo mostrar "un afecto que ha podido degenerar en amistad". Efectivamente, si ese afecto acaba siendo una amistad con Pedro Jota, es que ha degenerado.

En verdad, en verdad, os digo que hay días en que este meapilas está sembrado.

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