Fuego amigo

A los tontos les falta fe

Cuando todavía colean los argumentos del valor de la fe, lo que hace posible que gente muy principal como Esperanza Aguirre dé gracias a dios, sin el menor rubor, por haberle salvado la vida en los atentados de Bombay en que perecieron cerca de 200 personas, también gracias a dios, el Defensor del Pueblo, Enrique Múgica, añade un argumento más de autoridad: a los que nos espanta la fiesta de los toros lo que en verdad nos ocurre es que nos falta fe. "Hablar a los tontos es muy difícil" (...) "No hay argumentos racionales para defender el toreo. Yo pienso en los filósofos ateos del siglo XIX que intentaban explicar de manera racional la existencia de dios" (...) "O se cree o no se cree".

Filósofo, el Múgica: o se cree o no se cree. No importa si la moderna medicina dejó de ser campo exclusivo de los brujos de la tribu gracias a los tontos científicos que pusieron en duda que la epilepsia consistiese en una posesión demoníaca; o si los puentes y los edificios no se caen porque un número ingente de desconfiados ingenieros tontos decidieron probar de antemano la resistencia de los materiales de construcción, en lugar de depositar su fe en el proveedor. Gracias a dios la ciencia es atea.

Nada de eso importa porque la fiesta de los toros es una religión que disculpa toda incongruencia. Donde los tontos vemos una tortura insufrible, los iniciados babean en trance místico. Los ateos del toreo sabemos que a un toro de lidia, el día anterior al festejo, se le encierra en total oscuridad para provocarle una fotofobia al salir. Se le recortan los cuernos, su defensa natural, y se le cuelgan del cuello durante horas sacos de arena. Se le golpea de vez en cuando en los testículos y los riñones. Se le provocan diarreas con agua sulfatada. Se le aplica grasa a los ojos y a las patas para provocarle una más que molesta irritación.

Así, cuando sale al coso, intimidado por el sol y los gritos del respetable (¿), la gente lo recibe con una fe ciega en que la reacción de miedo del toro es en realidad una muestra de valentía y trapío. Y mientras el animal se desangra, rabiando de picores por todo el cuerpo, con varios pares de banderillas ensartadas en su carne, un defensor del pueblo de los seres humanos vigila y trabaja para que todos, incluidos los tontos, lleguemos a tener fe algún día.
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Meditación para hoy:

Si ahora, en justa correspondencia, yo dijese que Enrique Múgica es tonto, rematadamente tonto, ¿el señor juez me aplicaría la atenuante o eximente de defensa propia? (¿Hay algún jurista en la sala?)

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