Fuego amigo

De aquellos concilios, estos lodos pestilentes

Los inmorales sembradores del odio y de la discordia, travestidos de sotana, capitaneados por el talibán cristiano Antonio Cañizares, vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española, continúan con la guerra al estado laico. La última ocurrencia de este talibán abunda en ese abismo de hostilidad que pretende abrir entre españoles creyentes y no creyentes. Según él, los colegios religiosos que impartan la nueva asignatura de Educación para la Ciudadanía estarán "colaborando con el mal", mal identificado como la LOE, la Ley Orgánica de la Educación.

Como ya debatimos por activa y por pasiva, Cañizares y su Iglesia ven peligrar el monopolio práctico que detentan secularmente (RAE. Detentar: Retener y ejercer ilegítimamente algún poder o cargo público). Y como ya lo hemos debatido largamente, y resulta muy difícil descender al nivel racional de la barbarie, quiero poner el debate en su dimensión histórica para que entre todos podamos comprender cómo estos lodos provienen de unos polvos del siglo XIX. A lo que estamos asistiendo no es otra cosa que la resurrección de una doctrina decimonónica que nos la pretenden colar como guía para el siglo XXI.

El inventor e inductor de esta doctrina fue un personaje que, de vivir hoy, dejaría a Cañizares como una hermanita de la caridad: el Papa Pío IX, conocido familiarmente como Pío Nono. Sólo por situar al personaje os diré que fue él quien convocó el Concilio Vaticano I, recordado como el Concilio "de la fe contra la razón". Y ya puestos, y con la oposición inicial de la mitad de los padres conciliares, este ideólogo de la supremacía de la religión sobre cualquier gobierno democrático, terminó imponiendo nada menos que el dogma de la infalibilidad del Papa, uno de los mayores disparates dogmáticos de la historia de la Iglesia... (y mira que el listón estaba alto después del otro disparate de la virginidad de la madre de dios)... visto, claro está, desde las luces de la razón que tanto odiaba. Ese disparate, del que el Espíritu Santo, si existiese, se descojonaría, le sirvió a aquel Papa para apuntalar su idea de un Papa-Monarca del Vaticano y, por extensión, de la cristiandad. Pío Nono fue enterrado a hurtadillas y con nocturnidad, tal era el odio que concitaba en la Italia republicana, y a punto estuvo de acabar su cadáver en las aguas del Tíber, a manos de una turba enfurecida. Pero esa es otra historia, o el final vergonzoso de un sembrador de odios.

El caso es que el tal Pío Nono (y aquí viene la doctrina que inspira a monseñor Cañizares) se sacó de la manga un texto conocido desde entonces como el Syllabus, cuyo título completo era el de Syllabus complectens praecipuos nostrae aetatis errores, o sea, Índice de los principales errores de nuestro siglo. Esta pieza, un monumento contra las ciencias sociales y la separación de los poderes de la Iglesia y el estado, denunciaba los ochenta "errores" principales, entre los que se hallaba uno sobre Socialismo, Comunismo, Sociedades secretas, Sociedades bíblicas, Sociedades clérico-liberales, todas ellas corrientes muy perniciosas para la humanidad.

Según este guía espiritual, cuyas enseñanzas, al parecer, son infinitamente más propias para el estudio de nuestros niños que la asignatura de Educación para la Ciudadanía, no se podía estudiar la filosofía "sin mirar a la sobrenatural revelación". Ni el hombre puede ser libre "para abrazar y profesar la religión que guiado de la luz de la razón juzgare por verdadera". Ni se le puede negar a la Iglesia que "tiene la potestad de emplear la fuerza" para extender su credo. Ni, ¡atención! puede prevalecer el derecho civil "en caso de colisión entre las leyes de una y otra potestad". Y en cuanto a que la Iglesia pudiera estar separada del Estado y el Estado de la Iglesia, no es más que "una pestilencia".

Os dejo para el final el mejor error, el que resume el ideario del régimen talibán cristiano que con mucho gusto acabaría imponiendo el señor Cañizares en la sociedad española, si le dejáramos. Es el último error, el que según los enemigos de la Iglesia pretende que "el Romano Pontífice puede y debe reconciliarse y transigir con el progreso, con el liberalismo y con la moderna civilización". ¿Os suena? ¿Cómo va a admitir, entonces, la Conferencia Episcopal que las escuelas sean centro de educación y enseñanza para el "progreso, el liberalismo y la moderna civilización"?

Y ahora la gran pregunta: ¿Podemos dejar en manos de esta gente la educación de las generaciones futuras de españoles para caminar por el siglo XXI?

De aquel gran Papa, monarca orgulloso, desdeñoso con el progreso y la supremacía de la razón, que exigía permanecer de rodillas a sus visitas en audiencia papal, sólo me queda, sin embargo, un sabor dulce: el de los piononos de mi niñez, unos pastelitos empalagosos que, al parecer, eran muy de su gusto mundano. Aunque sólo sea por ello, por prestar su nombre a un dulce, se merecería que su dios lo tuviese en la gloria y no en las turbias aguas del Tíber.
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Meditación para hoy: lo de Grande Marlaska apesta. Apenas han pasado unos días desde sobreseyó parte del caso del Yak-42 que peligrosamente estuvo a punto de salpicar a Federico Trillo, cuando abre de oficio, sin que nadie se lo pida, una investigación sobre el atentado de Líbano en el que murieron seis soldados españoles. Es el mismo grande Marlaska que con tanta dedicación y ahínco atizó las ascuas de ETA al brasero del PP en el último año. ¿No huele algo a podrido en las cloacas de la judicatura?
Hay como un intento desesperado de los populares por ver en la legislatura de Zapatero la imagen especular del mandato de Aznar. Buscan ver en ese espejo la repetición de la guerra de Irak en el conflicto del Líbano, y se frotan los ojos a la espera de ver aparecer en cualquier momento un Yak-42 entre los cadáveres de los seis caballeros legionarios. ¡Toda una legislatura malgastada en un intento vano de justificar los errores del último gobierno del Partido Popular! Eso se llama Sentido de Estado, en su diccionario secreto del que hablábamos ayer.

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