Memento

El problema de las armas en Estados Unidos y del rey emérito en España

El problema de las armas en Estados Unidos y del rey emérito en España
Una mujer llora mientras abraza a una niña, durante una reunión de la comunidad en el recinto ferial del condado de Uvadle, tras un tiroteo masivo en la escuela primaria Robb en Uvalde, Texas, Estados Unidos, este jueves.- EFE

Justo el día de antes de la enésima matanza en un centro educativo en Estados Unidos estuve viendo la película Mass, ópera prima de Fran Kranz en la que relata el encuentro entre los padres de un niño asesinado en un instituto y los padres del asesino. Si dejamos de lado su tufillo conservador cristiano, es una propuesta interesante, al estilo de Maixabel, y con unas interpretaciones sublimes. Pero más allá de la calidad del filme, lo realmente llamativo es que en sus casi dos horas de metraje las armas no tienen un papel importante.

Para buscar los motivos por los que un niño decide entrar en un instituto y liarse a tiros con otros críos hablan de su afición a los videojuegos, de posibles problemas mentales, de la relación con sus padres, de internet... nunca de las armas. Se mencionan ligeramente, hablan de la segunda enmienda en algún momento, pero nunca es el debate central de la película. Como si poder acceder a comprar un rifle como el que compra una barra pan no fuera un hecho importante en las matanzas norteamericanas. Es mucho más importante que nadie le dio un abrazo cuando lo necesitaba, claro. O retirar el Call Of Duty de las tiendas en lugar de las armas.

Lo mismo sucede con el emérito. Todos los debates que giran en torno a su figura y a sus delitos hablan de sus "líos de faldas", de su manera de ser, de sus relaciones tóxicas, de la complicidad de la prensa... Nunca de una forma de gobierno arcaica que permite el robo y el abuso con total impunidad. Como si el preparado no pudiera hacer lo mismo. Como si sus relaciones fueran mejores, cuando hace dos días se recibió al emir de Qatar con la alfombra roja y todos los honores, mientras en aquel país los derechos de las mujeres, de los trabajadores y del colectivo LGTBI básicamente no existen. Pero claro, el problema no es la institución, es un Rey que se pasó de campechano.

Por no hablar del Partido Popular, que vuelve a ser noticia por los audios de Villarejo y Cospedal publicados por El País. Es rara la semana que no salgan casos de corrupción o relacionados con las cloacas del Estado que no salpique al partido de la gaviota, el cual ha sido condenado hasta tres veces por corrupción, más allá de todos los cargos y condenas contra políticos que pertenecen o han pertenecido al PP. Pero en este caso la culpa es de las manzanas podridas, de la oposición, de delincuentes como Villarejo o Bárcenas... Nunca de un partido heredero del franquismo, con un amigo de narcos como presidente y que piensa que el poder le pertenece y, cuando no lo tiene, patalea hasta que lo recupera y no deja rehenes en el camino. Da igual todas las condenas que acumulen que nunca se cuestionará su legitimidad como si sucede con otras formaciones políticas.

Porque el problema no es de las armas como no es de la institución monárquica ni de un partido constitucional. El problema son las personas, los lobos solitarios, aquellos que creyeron acumular demasiado poder e impunidad. El debate nunca va a ir a la raíz de la cuestión porque sería quitar demasiadas caretas y levantar a alfombras con demasiado polvo debajo. Es mejor indignarse de tanto en tanto, hacerse los sorprendidos cuando salte el titular y, cuando pase la noticia a un segundo plano, seguir sin cuestionar nada. Da más dinero el enfado que la solución.

El problema no son las armas. El problema es que son ellos quienes las tienen y nosotros quienes cavamos. ¿Dejaremos algún día de ser Tuco y pasaremos a ser Rubio? Por desgracia, lo dudo.

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