Merienda de medios

Patxi pues

Tras las elecciones vascas, Pepe Blanco ha descubierto que Patxi López es un estadista y que su talla política es la XXL de Cortefiel. A la misma conclusión ha llegado la prensa conservadora que, según sostiene Josep Ramoneda en El País, "ensalza a López, convertido en el nuevo héroe del constitucionalismo, con la única intención de poder declararle traidor a la patria si no cumple con el guión que le tienen adjudicado". ¿Hay que dudar, por tanto, de la sinceridad de Ángela Vallvey cuando decía en La Razón que le molaba Patxi porque le había visto en fotos "dándole un beso de tornillo en público a su señora"? No. Esta escritora es tan sincera que se ha hecho colocar este pie de foto en su biografia de la Wikipedia: "La siempre bellísima Ángela Vallvey". ¿No es adorable?

Si lo que afirma Ramoneda es cierto, hay que desconfiar del apóstol Federico, quien ayer mismo en la Cope colocó bajo su manto al de Portugalete mientras reprendía al peneuvista Urkullu por calificar de "golpe institucional" un hipotético pacto entre el PSE y el PP. "Tú tranquilo, Patxi, que la última vez que hubo un golpe de verdad en España salieron huyendo todos estos. No durmió nadie en España, menos Garaicoechea que no se sabe, y otro de los batasunos de la época, que se le paró el motor de la barca cuando huía". E idéntico recelo cabría mostrar hacia Pilar Cernuda, que en La Nación, la página de inicio de Recaredo, daba al PP sus maternales consejos: "Pues sí, a lo mejor hay que facilitarle el gobierno a Patxi López a cambio de nada, gratis total".

¿Y López? "¿Ha de estar exultante un socialista que llega a lehendakari gracias a los votos del PP?", se preguntaba Miquel Pairolí en El Punt. Isabel San Sebastián, que ya no recuerda cuando exigía que Zapatero pidiera perdón por haber permitido que Patxi López se reuniera con Otegi, no tenía dudas. "El reto está a la altura de lo que se puede conseguir: la libertad para cientos de miles de ciudadanos y el fin de la dictadura del miedo. Es la hora de los valientes", proclamaba en El Mundo. Eso es épica y lo siguiente lírica: "Yo soñé con un momento como este pero con otro protagonista. Y hoy, aunque sé quién eres y sé lo que pretendías, no podré evitar emocionarme cuando oiga esas palabras –lehendakari López– resonando en el Parlamento vasco", sollozaba un resignado Iñaki Ezkerra en La Razón.

El pin delator

Pero el amor no se improvisa. A Edurne Uriarte, cuya intuición es similar a su sintaxis, le ha bastado ver una foto de López en el ABC para negarle sus favores. ¿Qué foto? "La de la comparecencia de López con la ikurriña. Una gran ikurriña detrás de él y, sobre todo, un único pin en su solapa, la ikurriña. Desaparecida la bandera nacional". Lo del pin es para sublevar a cualquiera, oiga.

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