Merienda de medios

Para mearse

Dado el periodismo de altura que se ejerce en la actualidad es comprensible que el ácido (úrico) debate vivido el miércoles entre el PP y el Gobierno a cuenta de los carísimos mingitorios de la Moncloa haya recibido críticas unánimes por maloliente, escatológico y poco edificante. La higiene democrática y hasta la periodística es incompatible con las aguas menores. Dicen que la culpa la tuvo Rajoy por acusar a Zapatero de bajarse los pantalones ante el PNV... Una cosa debió de llevar a la otra.

"Sería conveniente que el PP elevase el nivel del debate y no se enfrascara en unas refriegas que no dejan a sus señorías muy bien paradas", aconsejaba ayer La Razón. Su argumento era consistente: como "los asuntos de índole económica y social" tienen al país entre muy malamente y hecho una mierda, "este choque dialéctico no debería producirse en el Congreso". En similares términos se pronunciaba El Mundo, para el que la lluvia dorada de descalificaciones entre la diputada Dolors Nadal y la ministra Salgado "comprometen el buen nombre de las instituciones".

Pese a todo, el espíritu del periodismo exige la aproximación a una verdad que, como sostenía Rousseau, tiene mal olor al salir de ciertas bocas. A esta ingrata tarea se aplicó Fernándo Jáuregui, quien, aprovechando la copa de Navidad de Moncloa, se personó en los inodoros cual notario de saneamientos y derivados. "No me han parecido nada impresionante, la verdad: parece que el único avance en los nuevos urinarios es que son digitales, es decir, programables", tal era el veredicto en su columna en el Diario de Navarra.

Pendiente de Zapatero y de la copa, Raúl del Pozo eludió el sinuoso camino hacia las letrinas, aun sabiendo que "la taza del váter es el verdadero trono de los estadistas". Lo confirmaba en las últimas líneas de su columna de ayer en El Mundo: "Me voy sin visitar el váter, humilde rincón donde hasta el más hombre se baja el pantalón mientras llega la navidad con el calor del establo". El propio David Gistau perdió interés por el debate cuando comprobó que los retretes en cuestión "ni siquiera eran una metáfora comparable a la de las cloacas del Estado de aquellas viejas sesiones sobrevoladas por los GAL" sino que se trataba simple y llanamente de averiguar "cuánto cuesta cagar en palacio".

Tirar de la cadena

¿Quiere esto decir que la taza de Roca no tiene utilidad? En absoluto. Sirve para arrojar a ella el artículo de ayer de Rodríguez Braun en La Razón, justo cuando dice que "si la jornada laboral ha disminuido es sólo porque los trabajadores son más productivos, y no gracias a ninguna lucha por ningún derecho social". Y para tirar después de la cadena y que se disipe así el mal olor.

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