Otras miradas

El hiyab de la Virgen María y el pañuelo de las musulmanas

Javier López Astilleros

Analista político

Llegará el día en que el velo se convierta en un asunto puramente estético y "étnico".  Es natural que así sea. Algo así como una simple elección motivada por sentimientos estéticos, en un tiempo donde algunos ya pueden elegir niños y niñas a la carta.

El velo étnico resulta atractivo en un rostro bello, como el de la jequesa de Qatar. No hace daño a nadie y causa admiración.

Sin embargo hay pañuelos que molestan. Sin saber por qué, tienes la impresión de que han sido impuestos por el pater familias. Al traducir otras culturas a la nuestra, resulta que lo hacemos a través de la verticalidad de la Santa Sede. Para algunos el velo de las mujeres musulmanas es casi insultante, sin embargo el  hiyab de la Virgen María es muy respetado.

No es necesario justificar algo así, ni mucho menos el que las monjas lo vistan. El tribalismo religioso sigue siendo una de nuestras señales de identidad.

Para muchas de las mujeres musulmanas militantes, el velo es un símbolo de reivindicación política, de carácter social y moralizante. Es una respuesta a una identidad agraviada, pero también un desafío a una estética social europea, que discrimina la ocultación y que recela de ella.  Sin embargo han decidido llevarlo. Y lo hacen a pesar de la dificultad para encontrar trabajo. No sirve que te quites el trozo de tela antes de entrar a una entrevista. Me cuentan que una española-musulmana conversa- acudió a una entrevista de trabajo. Tras una extraña discusión con el entrevistador a cuenta de su conocimiento de la lengua árabe, la pobre mujer tuvo que admitir que era musulmana. No la llamaron. Se trataba de una Fundación para acoger a mujeres desfavorecidas.

Es posible que ese tejido sobre el cabello se lleve por una cuestión estética, por un precepto religioso, o simple presión social. O por varios motivos a la vez. Desde fuera se puede interpretar como una negación de la libertad sexual de las mujeres. El vestido indica una serie de códigos relacionados con la política, la sociedad, y hasta la moral, por lo tanto siempre encontraremos, a izquierda y derecha, motivos para rechazar el pañuelo.

Nunca un trozo de tela había causado tanta zozobra. Resulta que las veladas representan una especie de subversión a un orden estético establecido.

La emancipación de la mujer reclamaba la eliminación de las limitaciones a la desnudez del cuerpo. Había que liberarlo de todo puritanismo, de ahí el conflicto.

Esta fluctuación entre la visión del cuerpo femenino y su ocultación, tiene como punto de partida la feminidad como espacio de combate ideológico.

Hoy se han invertido los términos, porque nadie cuestiona una minifalda, mientras que el  pañuelo es un enigma difícil de explicar, y sí es muy cuestionado.

El cuerpo de la mujer es el campo de batalla ideológico por el que somos capaces de iniciar una guerra, como sucedió con las Sabinas romanas.

El mensaje del pañuelo no es fácil de interpretar. Algunos progresistas consideran que su eliminación es solo una cuestión de tiempo, tras las luchas sociales preceptivas. Incluso los conservadores se suman a esta visión, porque en ellos está la prueba del éxito de la liberalización del cuerpo de la mujer. Pero en el islam no es exactamente así, sino muchas cosas a la vez. Es una dinámica ajena a la dualidad izquierda-derecha.

El hiyab se concibe como los franceses ya lo hicieron en su ignominiosa invasión de Argelia: un símbolo que hay que descorrer, a costa de la humillación de muchas mujeres (y hombres).

Ese velo guarda relación con el rechazo a los regímenes liberales, tanto en el norte de África como en el Oriente Próximo o el sur de Asia. ¿Quién aguanta el pulso?. Una sociedad musulmana es refractaria al liberalismo. Es la negación de la total transparencia.

Hace unos días que grupos de extrema derecha conmemoraron la muerte del caudillo. La respuesta vino de mujeres con el torso pintado de consignas anti fascistas. Una anciana aprovechó para abofetear a una manifestante, mientras la policía las retiraba del lugar. El cuerpo siempre ha asido un soporte de protesta, y hoy se manifiesta con una crudeza obvia.

Es difícil imaginar a decenas de veladas furiosas reventando un acto de Ayaan Hirsi Ali, es cierto.

Considerar que hay un padre ceniciento, o represión familiar y social detrás de cada caso, es una torpeza. En realidad ese trozo de tela no es tan importante, lo que pasa es que molesta, y además es difícil de explicar.

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