Otras miradas

La bandera de la Sanidad

Anita Botwin

Yo no soy de banderas. Si algo nos unió en el 15M e hizo de este un movimiento histórico, fue el hecho de que todas las personas lucháramos por un mundo nuevo sin banderas que pudieran separarnos. En ese sentido, la bandera que nos unía era la no bandera y el asamblearismo, la inteligencia colectiva, el apoyo mutuo, el tejido social y asociativo. La ausencia de líderes y símbolos propios de la política Institucional eran nuestra esencia. Por ello, fue un movimiento tan poderoso, tan imparable y tan peligroso para el poder. Por ello, se reprimió con fuerza hasta que poco a poco se fue apagando y mutando en otros movimientos, que aunque sean menos mediáticos, siguen existiendo.

Si yo tuviera que elegir alguna bandera, sería la de la Sanidad. Esa bandera de la que no se habla en las tertulias televisivas, pero que afecta a la ciudadanía y diría que preocupa más que la "ruptura de España". Permítanme que hable en nombre de la sociedad, pero entiendo que a una le preocupe más estar en una lista de espera interminable para ser operada que los nacionalismos que acaparan las noticias cada día. Alrededor de 600.000 personas se encuentran en lista de espera quirúrgica en España. Tal y como indica el estudio Crisis económica y salud en España encargado por el Ministerio de Sanidad constata la evolución negativa del servicio sanitario desde 2002 hasta 2017. En esas listas de espera hay niños sufriendo sin un diagnóstico claro; personas con metástasis que en un principio tenían el tumor encapsulado; hay personas que no llegan de tanto esperar. Esos tiempos de espera son un atentado contra la vida de las personas y no hay bandera que pueda tapar esto.

Una manifestación en defensa de la sanidad pública en Madrid. EFE
Una manifestación en defensa de la sanidad pública en Madrid. EFE

También existe desigualdad entre comunidades autónomas. Catalunya, Castilla La Mancha son las que más salen perdiendo, y Navarra o Euskadi ganando. Ello es algo que ya ha sido denunciado por el Defensor del Paciente. Es una cuestión de humanidad que todo el mundo tenga el mismo derecho a una sanidad con independencia de donde viva o de donde proceda.

Cuanto más se cierran hospitales, plantas y recortan en personal sanitario, más se beneficia la empresa privada. De hecho, los recortes constantes de gasto sanitario desde 2012 contrastan con el aumento de presupuesto destinado al sector privado gracias a los acuerdos de "colaboración público-privada" que el Sistema Nacional de Salud (SNS) mantiene con el 43% de los hospitales particulares.

Cada vez conocemos más casos de personas que son derivadas a la privada para no esperar las listas de espera. Conozco casos cercanos en los que, por miedo, han pagado altas cantidades de dinero para ser atendidos por algún profesional. Los seguros privados están a la orden del día y eso afecta directamente a lo público, porque al final se quitan pacientes de en medio. El negocio de la sanidad está bien pensado y montado, con el pequeño matiz de que estamos hablando de vidas en juego y derechos fundamentales. En concreto, un total de 11,5 millones de españoles tiene una póliza de salud privada, un millón más respecto a 2013.

En la Comunidad de Madrid, se ha puesto en marcha un "proyecto piloto" en 14 centros ambulatorios de atención primaria aprobado por el PP y Ciudadanos, con un objetivo: recortar dos horas y media el horario de las citas de médicos de cabeceras y pediatras, hasta las 18.30 horas. No habrá una reducción en las horas trabajadas por parte de los médicos, pero sí menor disponibilidad para los pacientes.

Tal y como recoge este medio, el proyecto está lleno de irregularidades y de problemáticas surgidas que, de darse el visto bueno, se acabarían implantando también en los casi 300 centros de atención primaria de la Comunidad.

Imaginen quien trabaja hasta esa hora o más tarde, se queda sin prestación sanitaria. De hecho, de 18.30 a 21.00 horas, se produjeron seis millones de consultas médicas en 2018, lo que representa un 15% del total de encuentros con los pacientes. De nuevo, no hay bandera que tape esto. Este proyecto no es más que trasvase forzoso y obligado de pacientes de la pública a la privada o a las salas de espera de urgencias, completamente saturadas.

Es urgente que tratemos con prioridad esta cuestión. Déjense de banderas y protejamos el bien más preciado que puede tener esta sociedad. Si no tienen salud, lo dice una que está enferma, no habrá bandera que pueda sanarles. Por muchos intereses que existan para que las banderas tapen todo lo demás y especialmente los recortes a los que hemos sido sometidos en los últimos años.

La gente tiene miedo. La gente está enfadada. Mientras escribo estas líneas, recibo un mensaje de una amiga en el que dice que no le atienden en neurología ante un inmenso dolor que siente. Le mandan a urgencias, con lo que eso supone. Cualquiera que haya pasado horas en urgencias lo sabe. Actualmente tengo un horrible dolor en el oído derecho, que pudiera ser también neurológico, pero esperaré hasta que el cuerpo aguante. La gente está harta. Estamos hartas. Y no hay bandera que pueda tapar esto.

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