Otras miradas

Entre el 'cuñadismo' e ‘influencers’ irresponsables

Ana Bernal-Triviño

WhartsApp. REUTERS/Dado Ruvic
WhartsApp. REUTERS/Dado Ruvic

Si hace unos días hablaba de la manipulación, mentiras o el discurso de odio que promueve alguna prensa estos días, no se puede pasar por alto dos aspectos que contaminan mucho la información en las redes sociales (y de paso, parte de medios que se hacen eco de estas voces).

Por un lado, en las redes sociales (WhatsApp, en especial) nos llegan a diario vídeos de personas sin identificar que promueven teorías conspirativas sobre el coronavirus (que son falsas), remedios naturales que arriesgan la salud o quienes dan espacio a más bulos. Son los "cuñaos", esas personas con "tendencia a opinar queriendo aparentar ser más listos que los demás". Lamentablemente, de forma muy parecida, hay "medios" que se hacen eco de esas voces sin interpretar ni verificar si es correcto o no lo que dicen, y llega tal cual a una audiencia que tampoco pone ningún filtro.

Muchos de estos vídeos, estos días, se centran en decir a posteriori que todo se hizo mal y que ellos lo hubiesen hecho mejor. Entre ellos también están periodistas que en las tertulias decían que el covid-19 era como la gripe, que tampoco era para tanto o que la economía no podía paralizarse. Desde Inda o Herrera a Marhuenda (quien decía que tampoco iba a ser "la peste de la Edad Media"), a programas que alcanzan a mucha audiencia, como Cuarto Milenio, donde había de todo: situaciones de alarma y de mayor relajación, o Spiriman con respuestas vagas y de nula fundamentación científica. Que sostuvieran la no necesidad de alarma, en parte, es normal porque las opiniones de expertos científicos por entonces así lo trasladaban a los medios. Hasta el 11 de marzo la OMS no calificó la situación de "pandemia". Pero una cosa es eso, y otra es vender ahora que ellos hubiesen impedido esta crisis porque no es así. Usan esa estrategia en un más que cuestionable intento de desestabilización política y de Estado.

Entre otras cosas porque estaría muy bien reconocer, como punto de partida, que sabemos muy poco del virus. Que por eso, donde antes la propia OMS desaconsejaba las mascarillas, ahora ya no tanto. Donde antes los científicos desalentaban a alarmar a la población ahora no pueden negarlo. Donde antes Japón era modelo a seguir ahora el país se prepara para declarar el estado de emergencia. Donde antes el coronavirus no permanecía mucho tiempo en el aire ahora hay pruebas de que sí...y así en cientos de dudas sobre el covid-19 que dependen de la Ciencia porque se está empezando a investigar. Y la Ciencia tiene un protocolo y unos procesos que no son inmediatos. Si no entendemos esto de partida, mal vamos.

Tampoco sirve de nada distribuir en redes los mensajes apocalípticos de la España "roja, marxista, comunista" cuando vemos a la misma vez cómo en EEUU, la primera economía del mundo, el personal médico está desbordado y se producen colas kilométricas ante los bancos de alimentos. Podemos seguir negando la necesidad de gasto público en Sanidad desde la oposición, mientras Financial Times demanda un papel del Estado más activo en la economía, con mercados laborales seguros, que contemple el gasto social como inversión, la redistribución en la agenda, poner en cuestión los privilegios de los más ricos y un ingreso mínimo para todos. Porque si algo se ha demostrado es la debilidad sobre la que crece el sistema capitalista. El mismo diario que señala que, a diferencia de otros países, donde las distancias políticas han quedado al margen, en España la oposición y sus ataques no suman, sino que restan en esta crisis.

En ese cuñadismo perviven cientos de hilos sobre la culpa del contagio de forma exclusiva al 8M. En este episodio hemos visto desde cómo un científico acusa a Espejo Público de manipular su declaración para ajustarla a esa "teoría" a cómo sigue sin recordarse que otros países europeos también convocaron la manifestación (como Francia). ¿Que los contagiados que aparecieron el 9M no eran del 8M porque la enfermedad tarda en dar síntomas una media de 5 días? Sí. ¿Que el 8M pudo ayudar a aumentar los contagios? Sí. ¿Que los partidos de fútbol contribuyeron a difundir el virus (como ocurrió de forma exponencial en Italia antes)? Sí. ¿Que contribuyeron otros eventos del día 8M y anteriores? Sí. ¿Que supusieron un foco de contagio altísimo los desplazamientos a los centros de trabajo, millones de viajes en metro, cercanías, trenes y aviones? Sí. Pongamos la lupa porque ahora la OMS advierte que el peligro mayor puede estar en que "las microgotículas permanecen más tiempo flotando del que se creía en las espacios  cerrados". Imaginad el foco de contagio exponencial a diario de un metro sin ventilación. ¿Que el propio Gobierno asume fallos? . ¿Que podíamos haber suspendido el 8M, las misas, los eventos deportivos, el cine, el teatro y demás? Sí. ¿Que hubiésemos podido suspender antes los trabajos no esenciales o las compras en centros comerciales (a masificar los fines de semana)? Lo dudo, y mucho, porque la CEOE ya advertía del riesgo e impacto económico, algún sindicato creía que era una situación de alarma excesiva y la patronal de Madrid acusaba de estar creando una alarma superior a la real.

Luego nos hemos encontrado la difusión de informaciones falsas por la falta de cultura política en este país. Desde debates en la red de "por qué el decreto inicial no fue de un mes completo" o " el gobierno nos marea ampliando sin parar"... sin saber que el artículo 116 de la Constitución señala que "el estado de alarma será declarado por el Gobierno mediante decreto acordado en Consejo de Ministros por un plazo máximo de 15 días". O más grave es provocar estas confusiones desde cuentas políticas, cómo Díaz Ayuso, cuando señaló al Gobierno como responsable de una proposición de ley cuando eso nunca puede hacerlo el Gobierno, sino los partidos. Es de elemental de democracia, pero como se ha creado una ciudadanía en el desconocimiento de sus funciones y derechos, muchos apoyaban en el tuit el propio error de la presidenta de la Comunidad de Madrid.

Por último, junto al cuñadismo, merece una apreciación particular los influencers. Es cierto que muchas y muchos de ellos han actuado con responsabilidad y tenían un canal perfecto para convencer a los más jóvenes para respetar el confinamiento. Pero hay otras irresponsables, referentes de la juventud, que lanzan mensajes que atentan contra la salud pública, como hace unos días realizó Miranda Makaroff con una defensa antivacuna. Otras lanzan mensajes molestos porque ahora descubren que más allá de una exposición de su ego, su trabajo de posar no contribuye a nada en una situación así. Al margen de esta parte más grave, las redes se han llenado de mensajes que fomentan la romantización del encierro, cuando lo suyo sería ni idealizarlo ni dramatizarlo. Eso de "éramos felices y no lo sabíamos" me termina por sonar irritante porque muchos teníamos las lecciones de vida muy claras antes de todo esto, los mismos que éramos señalados por denunciar los recortes. Ahora, en cambio, aplauden descubriendo la sanidad pública. Yo sabía que la sanidad pública era importante porque estuve en paro y me salvó de morir de una alergia o salvó a mi madre de dos cáncer. Con el agua al cuello y metida de fango hasta las rodillas aprendes de lo que puedes prescindir y de lo que es básico. Y la sanidad pública era, es y será básica.

En resumen. Que junto a los medios que lo hacen mal, ojo avizor a los cuñaos sabelotodos que no saben nada, a influencers que no ayudan y a quienes no arreglan nada porque solo buscan el ego de su protagonismo para hacernos perder el tiempo y confundirnos. Controlemos esa información también.

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