Otras miradas

Un Primero de Mayo diferente

Nacho Molina

Diputado y portavoz de empleo del grupo parlamentario de Adelante Andalucía.

Este va a ser un 1º de Mayo diferente. Por primera vez en muchos años no estaremos en las calles para conmemorarlo, aunque haya mucha gente que no tenga motivos para celebrarlo: o no tienen trabajo o el trabajo que tienen está impregnado de esa capa pringosa, de la que no puedes despegarte, en forma de precariedad, temporalidad,  horarios interminables o salarios ínfimos.

Un 1º de Mayo que se sitúa en la antesala de uno de los peores escenarios, si no el peor, que hayamos conocido. Aunque a decir verdad, haya mucha gente que lleva mucho tiempo en situaciones límite.

Un 1º de Mayo que nos pone a todas y todos por delante una evidencia irrefutable: el papel que juegan los servicios públicos en nuestra sociedad; y especialmente en estos meses, la sanidad y los servicios sociales.

Un 1º de Mayo que ha dejado las vergüenzas al aire a todo este sistema económico que nos ha ido creando una pantalla de necesidades, al final no tan necesarias, y que ha puesto de manifiesto lo verdaderamente importante para alcanzar una sociedad donde los elementos básicos que permitan una existencia digna sean de alcance general.

Un 1º de Mayo donde hemos vivido, hace apenas unas semanas, la impotencia de miles de trabajadoras y trabajadores que han sido empujados a la actividad laboral sin contar con los medios básicos de protección personal y colectiva para garantizar la salud y la seguridad en sus puestos de trabajo.

Un 1º de Mayo que llega, más que nunca, con la percepción de una alienación al sistema capitalista en el que mucha gente es explotada hasta límites insoportables, y donde las nuevas reglas económicas impuestas están prevaleciendo a los intereses del dinero por encima de los intereses de las personas.

Igual nos acercamos a una tormenta perfecta. Y las lecciones que podemos extraer de estos meses de alarma, confinamiento, pandemia y autoridad única no deben ni arredrarnos ni inmovilizarnos. Todo lo contrario. Hacernos pensar sobre la importancia de la organización de la clase trabajadora cuando se acercan tiempos donde volverán las amenazas en forma de precariedad. Los recortes y los sacrificios como dogma del liberalismo que no encuentra otra receta para seguir acumulando en la cuenta de resultados. Cuando nos hablen de incertidumbre nos tenemos que acordar de todas estas certidumbres.

Precisamente lo que nos ha permitido sobrevivir en muchos casos ha sido la lucha de la clase trabajadora a base de conflicto y pelea sindical que ha logrado, no siempre, mantener unos mínimos en muchos momentos donde los beneficios han descansado en el empeoramiento de las condiciones de trabajo. Vieja receta con la que estamos acostumbrados a pelear.

Los recursos disponibles en el planeta son suficientes para acabar con el hambre, con la desigualdad y con los privilegios intolerables de un puñado de gente que concentra la inmensa mayoría de la riqueza. Los cantos de sirena de los acuerdos para la reconstrucción, de esas alianzas que se proponen, con palabras grandilocuentes, y escenificaciones solemnes, la vuelta a la normalidad no pueden ser la excusa para que sigamos teniendo a buena parte de la población en los sótanos de ese edificio llamado a la reconstrucción a la par que los grandes áticos son ocupados por los de siempre.

La clase trabajadora sigue siendo el principal activo de este sistema económico, y el más castigado. Seamos claros: buena parte del beneficio empresarial nace de una tierra regada con bajos salarios, abonada con horas extraordinarias -no pagadas en muchos casos- fertilizada a base de contrataciones temporales y cultivada en un campo plagado por una reserva de mano de obra disponible en el desempleo. Una tras otra las reformas laborales han ido mermando derechos y laminando nuestras posibilidades de defensa. La patronal lo sabe, pero pide más. Despido más barato, ayudas más importantes y flexibilización total del mercado de trabajo.

Frente a eso, y en un más que previsible marco de austeridad, recortes y desempleo conviene poner sobre la mesa conceptos mas necesarios que nunca: el papel del Estado para garantizar los suministros básicos, la puesta a disposición del interés común de sectores estratégicos, el control de capitales que se fugan a territorios opacos, un sistema fiscal justo y progresivo donde paguen más quienes más tienen, la tasa sobre los beneficios económicos, la intervención decidida frente a los abusos que se dan en muchos sectores, la persecución del fraude y la recuperación de la eficacia de la negociación colectiva.

Pero sobre todo será la organización de la clase trabajadora y el papel del sindicato en la empresa, las mejores herramientas para prepararnos para lo que nos viene. Si tomamos conciencia del papel que tenemos, de que somos muchas y muchos, y de que una plantilla unida tiene una capacidad de acción sindical mucho mayor que cada una de nosotras y nosotros por separado, ya estaremos ganando desde el principio.

En un tejido empresarial atomizado, plagado de pequeñas empresas por toda Andalucía, donde la organización sindical es exigua si no inexistente, seamos conscientes de nuestra posibilidad de afrontar unidas el combate. No nos miremos el ombligo, miremos a nuestra compañera, a nuestro compañero, de nuestro trabajo y del trabajo de al lado. Tenemos muchas cosas que hacer juntas y organizadas.

El covid-19 no es el único virus que azota nuestra sociedad. Este es nuevo. Hay otro que lleva destrozando la vida de millones de familias desde hace décadas. Pero éste tiene vacuna, igual que tiene nombre: la desigualdad.

Si os dejan, que tengáis un feliz 1º de Mayo.

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