Otras miradas

La última ronda

Anita Botwin

La presidenta madrileña y candidata popular a la reelección, Isabel Díaz Ayuso (c), asiste a un almuerzo coloquio del Club Siglo XX este miércoles en un hotel madrileño. EFE/Chema Moya
La presidenta madrileña y candidata popular a la reelección, Isabel Díaz Ayuso (c), asiste a un almuerzo coloquio del Club Siglo XX este miércoles en un hotel madrileño. EFE/Chema Moya

La última Ayusada siempre sorprende. Al más puro estilo Donald Trump, la presidenta reivindica la libertad que tenemos las madrileñas y madrileños al no encontrarnos con nuestras ex parejas si no queremos. Mientras escuchaba esas palabras me preguntaba qué le lleva a sus asesores a creer que eso puede ser beneficioso para ganar votos. Tras darle varias vueltas a esta distopía que vivimos, creo que caí en lo que hay detrás: mientras hablamos de sus últimas ocurrencias no hablamos de educación y sanidad. No hablamos de los ancianos que aporreaban puertas en residencias porque querían salir y no morir solos y abandonados mientras la presidenta miraba hacia otro lado. Por muchas fotos de rímel corrido que hubiera después. Su propio consejero de Políticas Sociales, Alberto Reyero, dimitió tras criticar los protocolos de la Consejería de Sanidad de derivación de residencias de mayores a hospitales.

Pero no pasa nada, podemos tomarnos una caña a la madrileña.

Para borrar la lamentable gestión que hizo el Gobierno de Ayuso se les ocurrió la idea de inaugurar un macro hospital de pandemias, Zendal, que en realidad es un pelotazo urbanístico más al más puro estilo pepero para no perder las costumbres. Las instalaciones han tenido de momento un coste total de en torno a 100 millones de euros, una cifra que duplicaría la inversión inicialmente prevista. Todo ello sumado a las condiciones lamentables que denunciaban los propios pacientes en redes, como platos de comida mohosos y varias horas sin luz en algunas de las dependencias. Bea de Vicente, abogada y colaboradora de La Sexta relataba así su vivencia allí: "Es una granja de pollos", una "nave industrial a cama corrida" y "sin cortinas": "Si a la pobre señora que tienes en frente le van a poner una cuña tienes que retirar la mirada por respeto para que tenga algo de intimidad".

Marchando una ronda más.

Entre caña y caña podemos recordar también que la vivienda en Madrid es un lujo y que es la ciudad que presenta el alquiler medio más caro: 780 euros. "Cada mañana se pelea, hay grandes distancias, el nivel adquisitivo de la ciudad es complejo en muchas ocasiones, porque es una ciudad y una comunidad donde se paga mucho y el precio de las viviendas lo es [...]. Es una vida difícil [...], pero es una vida apasionante porque en Madrid, después de un día trabajando, un día sufriendo, nos podemos ir a una terraza a tomarnos una cerveza y vernos con los nuestros, con nuestros amigos, con nuestra familia. A la madrileña", Ayuso al menos lo reconoce.

En una noticia que se publicaba el miércoles, conocíamos que muchos alumnos no pueden pagarse la EvAU (antigua selectividad) y han empezado a hacer colectas entre los propios compañeros. Unos 7.500 alumnos no puedan pagar las tasas de la selectividad de los 50.000 que habría en la Comunidad, siendo en Madrid una de las más caras del Estado. Según CC.OO. el coste de estudiar en la universidad pública ha subido 12 veces más que los salarios en la última década, ya que la universidad se ha encarecido un 30% desde que empezó la crisis, mientras los salarios han subido un 2,5%.

Venga, nos tomamos la penúltima.

Estos días he estado pensando también mucho en los barrios y pueblos de Madrid del sur. En el abstencionismo y en cómo poder revertirlo. En mi barrio hay zonas especialmente desfavorecidas donde sus gentes claramente hace mucho tiempo que viven en la exclusión social y la marginación. En esa zona no hay carteles electorales, ni hay mítines, ni hay asfaltos arreglados, ni hay nada. A todas esas personas que tienen que recurrir a las colas del hambre y malviven con lo justo tampoco les puedes hablar de política porque hace mucho tiempo que dejaron de creer que sus vidas pudieran cambiar tras 26 años de gobierno del PP en la Comunidad. Es tiempo suficiente como para olvidarse de que su vida puede mejorar, de que sus hijos pueden estudiar y tener quizá un futuro mejor que el suyo.

La última y me voy.

Lo peor de todo es que unido a todo ello hay que sumar la amenaza fascista. Los socios preferentes del PP son claramente de ideología fascista y ya no lo ocultan. No voy a aportar mucho más en ese sentido porque ya se ha escrito (casi) todo sobre el tema. Sin embargo, sí debemos preguntarnos qué está ocurriendo cuando hemos llegado hasta aquí y sobre todo qué podemos hacer ahora para acabar con el trumpismo aderezado de fascismo neoliberal (¡vaya invento!) que se nos viene, no solo en las instituciones sino en la sociedad y que, además, ha venido para quedarse si no lo remediamos.

El fascismo es una amenaza para nuestra democracia y tiene que haber una respuesta unánime firme para empezar el 4 de mayo en las urnas, pero también cada día en los trabajos, en los colegios, en los medios. A partir de ahora, es una responsabilidad ciudadana frenar el auge de la extrema derecha y hacer cordones sanitarios en las urnas y en las calles. Tengo esperanza en que podamos hacerlo, la solidaridad podrá vencer al odio y al miedo, porque eso sí nos debería caracterizar a los madrileños.

Ahora mi pregunta es, ¿quién pagará la siguiente? Esperemos no ser los madrileños.

 

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