Otras miradas

¿Sueñan los señores con permisos de cuidados?

Javier Padilla Bernáldez

Diputado de Más Madrid y médico de Atención Primaria

¿Sueñan los señores con permisos de cuidados?
.- PIXABAY

Domingo por la tarde, un mismo correo electrónico enviado a múltiples clases de distintos colegios hace que los grupos de whatsapp de la clase de los niños y niñas sean un hervidero. Hay cinco casos de covid-19 en clase y todos los alumnos se tienen que quedar en casa durante la próxima semana.

Los niños y niñas no se cuidan solos, eso está claro. Tanto como que habitualmente la carga de cuidados, tanto la física como la mental, cae de forma mayoritaria sobre las mujeres. No hace falta abrumar con datos, pero en España, según datos recogidos en el European Institute for Gender Equality, el 93,5% de las mujeres con hijos o hijas dedica tiempo a diario a dicho cuidado, mientras que solo lo hace el 65,2% de los hombres. Los usos del tiempo y el equilibrio con el ámbito laboral es otro de los ámbitos donde la desigualdad es muy evidente; en 2020, los hombres representaron tan solo el 6,1% de las reducciones de jornada para cuidados y el 11,1% de las excedencias por cuidado de hijos.

Dice Beatriz Ranea en el libro Desarmar la masculinidad que no pensar en el género es uno de los privilegios masculinos; podemos afirmar que hasta ahora, no pensar en los cuidados es otro de esos privilegios. El cuidado de los menores encuadrado en la crianza de los mismos podemos decir que forma parte de una cierta identidad, de un ser madre que contrasta con la ausencia de una figura homóloga en los hombres; esto no es algo que parta de un esencialismo sino de una construcción social, colectiva y que debería incorporarse en los hombres en un marco de corresponsabilidad.

Los datos que se mencionan arriba muestran una foto fija, pero si uno mira las estadísticas de los últimos años ve que la tendencia, aunque lenta, es hacia una mayor incorporación de los hombres a los cuidados, de acuerdo con esos indicadores. Cada vez se ven más hombres en la entrada y salida del colegio, en las reuniones de padres, en los parques al terminar el colegio... pero ese aumento de la frecuencia aún no parece haber colonizado las identidades. Cuando se pregunta qué es ser padre, se evocan con frecuencia sentimientos de cuidado, protección, educación... pero en pocas ocasiones se vinculan con renuncias en el ámbito de lo productivo. La identidad de ser padre no se ve colonizada por la reducción de jornada o la noche en vela, como algo generalizado, del mismo modo que la identidad de ser hombre apenas se ve teñida por la paternidad.

La consecución de permisos de paternidad más largos para poder cuidar a nuestros hijos no ha venido de la lucha de los hombres por permisos de mayor duración, sino de la de las mujeres. El hombre, a día de hoy, aunque se vaya incorporando a tareas de cuidados, sigue siendo un convidado casi coyuntural en todo lo que va más allá de la ejecución de ciertos cuidados: su diseño, su reivindicación o, incluso, su incorporación en unas identidades que uno no sabe muy bien definir y que sigue pensando que quedan más descritas por ser el que echa más horas en el curro que por ser quien se reduce la jornada para cuidar del bebé de 18 semanas.

Hablamos de cuidar a los hijos e hijas, pero el conflicto de los hombres con los cuidados va un poco más allá. Los hombres viven menos años. Los hombres se suicidan más. Tienen más accidentes de tráfico. Sufren más agresiones violentas y protagonizan la acción de una mayoría abrumadora de las muertes violentas. Los hombres corren más riesgos, de forma forzada (desempeño de trabajos de alta peligrosidad) y no forzada (conductas de consumo de tóxicos, conducción imprudente,...). No es que el hombre no haya incorporado el cuidado de los demás a su identidad; es que ni siquiera ha incorporado el cuidado de sí mismo.

Es necesario señalar que el cuidado de los hijos e hijas es la demo de otra pantalla más compleja que es el cuidado de las personas adultas dependientes, y ambos interpelan a una realidad más compleja cuya grieta aún cuesta intuir y que se caracteriza por la división sexual del trabajo y el hecho de que la familia siga siendo el proveedor mayoritario de cuidados, pero esto es asunto para otro texto y debate.

No hacen falta nuevos héroes del cuidado, ni grandes figuras masculinas que se apropien de la crianza capitalizando un rol de padres "aliados", sino simplemente hombres que nos hagamos cargo de lo que nos corresponde. Podemos responder al título del artículo diciendo que los hombres no sueñan con permisos de cuidados, pero cada vez son más los que los llevan a cabo. Nos interesa a todas y todos que se traspase, de forma masiva, esa barrera consistente no solo en  acompañar, sino también en ocuparse y preocuparse.

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