Otras miradas

Marta y el apocalipsis: humillación personal y tentáculos (IV)

Guillermo Zapata

Escritor y guionista

Capítulo IV
Capítulo IV

Este texto es la continuación de Marta y el apocalipsis (I), el relato por entregas del escritor y guionista Guillermo Zapata. Puede leer la primera parte aquí; la segunda, aquí; y la tercera, aquí, o puedes leer este resumen: Marta ha sido elegida para enfrentarse a Zoooooort, un dios inmortal que según la Comunidad de Madrid se manifestará a partir de principios de septiembre en Madrid. Tras varias investigaciones con ayuda de su perro parlante "Woke" y las profecías de su compañera de piso había llegado a una serie de conclusiones. También había conocido a otros supuestos "elegidos para salvar a la humanidad". Entre ellos a una chica llamada "Tres" que intentó darle una paliza de la que escapó por los pelos. Todo esto era más o menos como iba la cosa, hasta que... Bueno, al final del capítulo 2, Marta empezó a hablar conmigo en el salón de su casa.

Os sitúo. Salón de casa de Marta. Woke en la cocina. A su lado un joven seguidor de Zooooort que está de rodillas. Marta está hablando conmigo. Conmigo quiero decir "conmigo". Quiero decir Guillermo. O sea, yo. El autor. Está enfadada. Probablemente no debería haberle respondido, pero... Bueno, no parecía dispuesta a seguir con la historia tal y cómo iba.

– He dicho – me dice – que quiero que cambies la historia.

La verdad, no sé qué decir. No creo que ella sepa tan pronto de lo que va la historia. Se supone que todavía no debería descubrirlo todo. Me quedo callado, sin saber reaccionar.

– Antes has hablado, no hagas ahora como que no estás – dice.

El chico a su lado pregunta si Marta está hablando con Zooooort o se trata de otra deidad. Ella responde que de deidad nada. Un poco humillante todo ésto.

– Eh... A ver – digo – Pero, ¿qué historia quieres que cambie?

– No te hagas el tonto. La que tienes pensada.

– Pero cómo sabes que no te va a gustar... ¿Y cómo sabes lo que va a pasar?

– Por el folleto, ¿te crees que soy idiota? Resulta que Sero no sabe por qué me han contratado, ni parece tener información útil sobre nada, pero luego su empresa es la que difunde los panfletos sobre Zoooooort.

El chico religioso le había dado un folleto. En el folleto había publicidad de la SeroCoorp. Es verdad que es una pista un poco excesiva. Siempre me pasa igual. Me da miedo que la gente sienta que la estoy engañando y me paso de pistas. Pero una cosa es eso y otra es que ella haya descubierto todo ya, ¡y encima que no le guste!

Woke entra en el salón.

– ¿Con quién hablas?

– Con el autor.

– ¿El autor de qué?

– De todo esto. De ti.

– Pffff, yo no tengo autor – dice Woke – No sigo el patrón de nadie.

Marta vuelve a hablarme a mí.

– ¿Lo vas a cambiar o no?

Quizás lo mejor sea dialogar. Llegar a un acuerdo. No sé. Qué vergüenza.

– Pero a ver... ¿Qué es lo que crees que va a pasar? – le digo. Quizá cree que sabe algo, pero en realidad no sabe tanto como ella se cree.

– Creo que Zooooort no existe, que es alguna cosa de promoción rollo "nueva tecnología", seguramente de ocio. Una nueva app, un nuevo juego... Algo así. Supongo que la Comunidad de Madrid ha metido algo de dinero y supongo que el gobierno también. Y hay gente que es seguidora de Zooooort y hay gente que es salvadora del mundo. Igual es un programa de televisión también. Rollo un reality. ¿no?

Palabra por palabra lo que tenía pensado. Menos lo del concurso de la tele, que además es buena idea.

– Y.... ¿Y eso no te convence?  – dije con un lamentable hilillo de voz.

– ¡No! ¡No me convence! ¡No me convence en absoluto! ¿En qué lugar me deja a mi esa historia? ¿Eh? ¿Has pensado en eso?

– Bueno, tú eres la que lo descubres.

De hecho, ya lo has descubierto.

– ¡Si, pero no hago nada! Sólo estoy ahí... No sé. Es otra vez una especie de vida a medias. Un trabajo que en realidad es falso de una amenaza que en realidad no es nada más que... un juego. O una forma de ganar dinero. Vale okei, ya lo he pillado. Todo es así. Estoy... Es agotador, ¿sabes? Que todo de igual. Agotador.

Parece realmente triste. Nunca había visto a Marta triste. ¡Se suponía que esto era una refrescante historia veraniega! Quiero decirle que mi intención es hacer algo divertido, sin pretensiones, algo irónico sobre un presente lleno de simulacros, pero... Desde luego no es el presente en el que ella está viviendo, eso desde luego.

– Vale – le digo – Muy bien. Si quieres amenazas reales, tendrás amenazas reales.

– Eso es – dijo ella desafiante.

– Pero... Bueno – le dije – eso quiere decir que las cosas también pueden salir mal.

– ¡Así es mi vida! – dijo echando los brazos al aire con tono desafiante.

Vale. Pues... Esto es lo que hay.

El cielo se tiñó del color de un moratón y, después de un sonido similar a un chasquido, empezó a agrietarse. Woke, instintivamente, saltó contra la ventana y empezó a ladrar a la nada. La sonrisa del muchacho que seguía en casa de Marta con los panfletos de apoyo de Zoooooort se fue congelando hasta quedar en un rictus de sorpresa y luego de severa inquietud.

– ¿Qué está pasando? – dijo.

Habían sido muchas emociones para él en los últimos minutos y estaba haciendo un esfuerzo casi físico para perder el conocimiento. El resultado de la mezcla de angustia, estrés y "optimismo que se venía abajo" fue una ventosidad de gran magnitud. Marta le miro. Woke dejó de ladrar y también le miró. El muchacho sentía que el mundo entero (menos la parte del cielo que se estaba rompiendo) le estaba mirando.

– ¿El servicio?

– La puerta del fondo – dijo Marta.

El chico salió corriendo y ella se acercó a la ventana. Se sentía llena de energía. Aquello podría salir mal (seamos claros, muy mal. Muy, muy mal) pero al menos era algo real y tangible. Sero se activó con la entrada de una llamada de teléfono. Era su madre.

– ¡Hija has visto lo del cielo! – le dijo. Sonaba asustada. Asustada de verdad.

– Lo he visto – dijo Marta. Sintió una leve punzada de culpabilidad. Al fin y al cabo, de alguna manera, se podría decir que "eso" lo había invocado ella cuando decidió que la vida no fuera un juego pocho. Otra posibilidad es que el autor estuviera siendo un pelín rencoroso. Pero no. Era lo otro.

– Tú padre dice que no es nada.

Para el padre de Marta nada era nada. Era una de sus cualidades. Una especie de calma que le permitía esquivar la mayor parte de los acontecimientos y navegar por la vida.

– S-íi es algo, sí. ¿Cuándo os vais de vacaciones? – dijo Marta.

– La semana que viene.

– Pues iros hoy. Llamad a la tía Carmen y decidle que vais para el pueblo. Parece que Zoooooort se ha adelantado.

– Bueno, pero tú te vienes, eh hija.

– No puedo mamá. Es mi trabajo.

– ¡Hija por Dios, como va a ser tu trabajo lidiar con...! Con... ¡Con eso!

Entendía lo que quería decir su madre, pero ahora tenía que estar a la altura. Lo había elegido. No se podía echar atrás.

– Es mi trabajo, mami. Idos al pueblo.

Marta colgó. Por una de las grietas del cielo se estaba empezando a ver una especie de tentáculo. No se parecía al del folleto del muchacho. Era rosado y amenazante.

– Sero, busca a una persona llamada "Tres", es una de las "elegidas para salvar a la humanidad".

Sero efectuó un zumbido extraño, de desaprobación.

– No puedo acceder a esa información. No tienes permisos.

– Sero, consígueme permisos.

– No tienes permisos para tener permisos – Sonrisa digital.

– Sero, dime cómo puedo conseguir permisos, dijo Marta en el tono más ridículo de la historia de la humanidad, ese que usamos para hablar con una máquina cuando estamos enfadados.

– No tienes permisos para acceder a esa información, Marta. Pero tengo información novedosa sobre los siguientes temas: "Zooooooort" "Cielo" y "Socorro".

Marta apagó a Sero llena de frustración. Necesitaba encontrar a "Tres". Ella sola no iba a poder con ese bicho. Probablemente nadie pudiera, pero aun así... La profecía de Juls decía que "Tres" era enemiga y aliada. Era el momento de que empezara a ser aliada.

Abrió la puerta del servicio impulsada por el terror y la adrenalina. El muchacho estaba sentado en en el water mirando a la pared con determinación. Al abrirse la puerta soltó un grito.

– ¡Tú! – dijo Marta enérgica – ¿Hay algún sitio dónde os reunáis los fans de Zoooooort?.

– Íbamos a ir a la...

Marta llegó a la conclusión antes de que el chico pudiera abrir la boca.

– A la zona de sacrificios de la Comunidad de Madrid. Por supuesto. Súbete los pantalones, que nos vamos a la calle.

Woke apareció detrás de Marta. Miró al muchacho con el gesto de lástima más elaborado que podía desarrollar un bulldog y le dijo: "Eres una desgracia para tu género".

El muchacho afirmó con la cabeza y se subió los pantalones.

– ¿Cómo te llamas? – dijo Marta.

– Pelayo – dijo el chico.

– Yo soy Marta – dijo ella.

Se quedaron en silencio un segundo. El chico se acercó a Marta y ella descubrió que pretendía darle un beso.

– ¿Se puede saber qué haces? – le dijo.

– No... No sé. La intensidad del momento.

– Lo que me faltaba. Súbete los pantalones, haz el favor.

Se le habían vuelto a bajar.

– Es que tengo un botón mal.

– Pues te lo atas con una cuerda.

Woke se acercó al chico y se puso a su lado.

– Tienes mucho que aprender – le dijo – yo podría enseñarte.

– Woke, ¡no!

Woke se volvió a alejar del muchacho, obediente.

– El pimpollo me necesita – dijo Woke – Por cierto, ¿dónde vamos?

– A matar a un dios, supongo – dijo Marta.

– Excelente.

A Pelayo se le volvieron a caer los pantalones.

[Continuará]

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