Otras miradas

Madrid se desbordó, ¿y ahora qué?

Javier Padilla

Médico de Atención Primaria y Diputado por Más Madrid en la Asamblea

Madrid se levanta por la Sanidad pública y se manifiesta contra el desmantelamiento de la Atención Primaria. -Ricardo Rubio / Europa Press
Madrid se levanta por la Sanidad pública y se manifiesta contra el desmantelamiento de la Atención Primaria. -Ricardo Rubio / Europa Press

Ayer Madrid se llenó de gente. Mucha con bata u otra indumentaria sanitaria, mucha con carrito de bebé, mucha con amigas, familia y compañeras de trabajo. Algunos habrían votado a Ayuso, otros no la votarían nunca. Había gente con seguro privado, gente que va todas las semanas a su enfermera del centro de salud y gente que simplemente siente la sanidad pública como una especie de seguro de vida que paga con sus impuestos. Había gente con miedo a perder lo más preciado, gente con rabia por el daño sufrido, gente con alegría por celebrar con otros las conquistas que nos dejan las generaciones pasadas y que lucharemos por ceder, de forma mejorada, a las generaciones que vienen, y gente con la ilusión que da saberse acompañada.

Ayer había mucho sentimiento de apoyo a los profesionales sanitarios y de hacerles sentir que la población está a su lado y de su lado, pero había algo más, en una región que durante unos años ha estado tentada a caer en la desesperanza tras las muchas crisis y décadas de gobiernos del abandono. Ayer se llenaron las calles, como hace 10 años en la Marea Blanca, como se llenaron los balcones en la pandemia, como se han llenado los barrios estos dos años defendiendo los centros de urgencias, como se llena Madrid cada vez que atacan su tesoro más preciado.

El Partido Popular de Madrid ha salido en tromba a afirmar que la manifestación fue un fracaso (el mismo Partido Popular que consideraba un éxito y un funcionamiento "a pleno rendimiento" que faltaran médicos en el 81% de los Centros de Urgencias de Atención Primaria). Es evidente que no lo creen, sino que es el único marco discursivo que han pensado que les puede ser mínimamente rentable y convencer, al menos, a sus fans más incondicionales. La manifestación fue un éxito rotundo, pero no solo porque hubiera 200.000 personas (como dice la delegación del gobierno) o 650.000 (como dice la organización), sino porque se cristalizó lo que desde hace semanas se viene notando: la existencia de un sentimiento común entre muchas personas diferentes de que la sanidad no puede admitir ni un desguace más. No eran cientos de miles de personas manifestándose, era la simple expresión de un abrazo colectivo diciendo que en esto estamos juntos.

Ese abrazo, además, siempre deja una puerta abierta para que entre más gente. Ni haber votado a Ayuso ni tener seguro privado ni ser votante de toda la vida del Partido Popular es una condición para ser expulsado de lo que ayer se mostró. La sanidad pública es una señal de madrileñismo como la osa y el madroño, como el río Manzanares o como Manuela Malasaña, y tiene la capacidad de concitar los afectos, deseos y defensas de gente de diversas ideologías, que coinciden en que no quieren seguir permitiendo cosas tan materiales como tener que esperar más de 90 días para una ecografía, más de 14 días para una consulta con su médica o su enfermera de atención primaria, o varias décadas hasta que se construye un centro de salud en su barrio de nueva construcción.

Pedir una sanidad universal es también hacerse cargo de que universal ha de ser el sentimiento de su defensa y su celebración. Pocas cosas pueden garantizar más la supervivencia, existencia y refuerzo de la sanidad pública que ser tomada como una condición por defecto de nuestra sociedad por parte de quienes en nuestros estereotipos podrían no defenderla.

Madrid no se puede permitir la resignación, no solo porque millones de personas que forman una comunidad no deben caer en la idea que no existe futuro posible, sino además porque está creciendo un sentimiento de que esto no tiene porqué ser como es. En 2021, cuando la fase más dura de la pandemia comenzaba a pasar, fue la necesidad de dejarla atrás lo que logró vertebrar a una parte de la sociedad y hacer que se aglutinara en torno a un deseo de retorno a la vida social y fin de las restricciones; ahora, ese sentimiento aglutinador puede ser la defensa del único servicio público cuya puerta, en mayor o menor medida, siempre ha estado abierta. Por eso, ahora es el momento de hacer ver que la defensa y celebración de la sanidad es un asunto de toda la población, la representa a toda y vuelca sobre ella sus beneficios.

Hoy también toca agradecer a todas las personas y organizaciones que se involucraron en generar la convocatoria para que los cientos de miles de madrileños que quisimos acudir, pudiéramos hacerlo. Además de agradecer y felicitar, toca seguir apoyando las movilizaciones que vendrán, acompañando a quienes las lleven a cabo y aportando al crecimiento de ese sentimiento cada vez más presente de que hay cosas que no se van a tolerar más. Ya no basta defender la sanidad, eso ya lo hemos hecho muchas veces, ahora queda señalar el camino hacia el que queremos que vaya, que no es el de retornar al pasado, sino el de conquistar la sanidad del futuro, donde cabrá todo el mundo, vote lo que vote, vaya a donde vaya, y piense lo que piense.

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