Otras miradas

Cómo se construyó el bulo del 8M en pandemia

Ana Bernal-Triviño

Una mujer con una mascarilla morada levanta el puño durante una concentración feminista convocada por la Asamblea Feminista de Valencia.- Jorge Gil / Europa Press
Una mujer con una mascarilla morada levanta el puño durante una concentración feminista convocada por la Asamblea Feminista de Valencia.- Jorge Gil / Europa Press

11M y el bulo de la teoría de ETA en el atentado de Atocha. Eso es lo que nos muestran los reportajes de estos días. Decía Fran Llorente en Lo de Évole que aquel bulo era uno más entre los anteriores: el Prestige, el inicio de la guerra de Irak, las bombas de destrucción masiva, el Yak-42. Para que un bulo cale en la población no solo es necesario un Gobierno que no dé la información correcta. Por encima, hay algo más necesario: una correa de transmisión, una prensa que colabore con esa mentira. Así que el 11M, el Prestige, el inicio de la guerra de Irak, todo lo que se ha ocultado con el rey Juan Carlos, las cloacas de Interior... existieron porque también ayudaba una prensa. No son casualidades. No se cae tantas veces en la ocultación de información y en el error de informar mal por capricho del destino sino por intención. Por algo a la prensa se llama "cuarto poder".

Veía el documental del bulo del 11 M y, ahora, a las puertas del 8M, pensaba en la creación de otro de los grandes bulos hace cuatro años: que la propagación del virus del Covid había sido sólo, y exclusivamente, por la manifestación del 8 de marzo. No se engañen. No hubo ningún interés de salud pública en ello. Fue usado sin ningún aval científico por la derecha y ultraderecha ante su falta de propuestas: hacer del 8M un asunto político y debilitar socialmente al movimiento. No era la primera vez que se creaba toda una maquinaria política y mediática para el desprestigio del feminismo. Y para ello marcaron de forma hábil la estrategia.

Fase 1. El 8M como exclusividad del Covid. La ultraderecha y medios conservadores se empeñaron en señalar solo al 8M de esta situación, silenciando otros eventos masivos, como el mitin de Vox, Arco, partidos de fútbol y otros deportivos o, dado que el virus se contagiaba más en interiores, se obviaba la teoría de la propagación en el metro o en la hostelería. Los titulares que entraban por los ojos solo marcaban al 8M como culpable y responsable y callaban, además, que España no fue la única que mantuvo la manifestación del 8M, pues Francia, Austria o Alemania también lo hicieron. Recuerden que había confinamiento, un consumo intensivo de medios de comunicación, con un impacto altísimo en la opinión pública.


Fase 2. Establecer el marco de la duda, la incertidumbre de si, con los datos previos, hubo o no un interés en propagar el virus. Y surgió la teoría de los guantes en la manifestación del 8M. Se dedicaban minutos en televisión a poner en pausa las imágenes de algunas de las políticas que portaban guantes morados. Se cuestionaba por qué los portaban, quiénes y qué hacían.

Fase 3. La politización del caso. Por si no había temas importantes a tratar en plena pandemia, en un confinamiento, con muertes a centenares, con hospitales desbordados, se perdía tiempo en el Congreso de los Diputados a hablar del 8M una y otra vez. Acudan a los diarios de sesiones para ver esa vergüenza. El grupo Vox y el Partido Popular, Abascal, Casado, Álvarez de Toledo... repiten e insisten una y otra vez en politizar la manifestación del 8M y en llevarla al marco ideológico para estigmatizarla.

Fase 4. La judicialización. Hubo denuncias por todos los cauces posibles. La Guardia Civil investigó y creó un informe del 8M con recortes de prensa de ultraderecha, con especulaciones y sin mayor aval científico. Hubo un abogado que también denunció y al que todos los medios entrevistaron con absoluta seriedad. Y así, durante días, sólo se hablaba en decenas de tertulias de los principales medios del país del 8M como único culpable.


¿Qué sabemos cuatro años después? La denuncia del abogado fue archivada y él fue condenado a la cárcel por delitos de estafa.  La Audiencia Provincial de Madrid archivó la causa contra el delegado del Gobierno por el 8M. Quedaron al descubierto los bulos y conjeturas sin respaldo del informe de la Guardia Civil. Incluso algunos miembros reconocieron que dejaron de seguir a narcotraficantes para buscar testimonios contra el Gobierno. Y al final un tribunal militar anuló la única sanción impuesta, que era suspensión de cinco días de empleo y sueldo a un comandante.

¿Por qué se hizo esto? No por razones científicas ni de salud pública. Fueron intereses ideológicos, partidistas y, cómo no, quizás algunos odios contra el feminismo por razones personales. ¿Qué se puede concluir? Que el 8M pudo contagiar, claro, pero igual que cualquier otro evento, encuentro en un bar o un viaje en el metro. Que fue el único evento politizado, investigado y judicializado a tal extremo. Que resultó ser una estrategia diseñada para atacar al feminismo. Que fue otra mentira bien orquestada, que se suma a las anteriores. Que parte de la prensa que colaboró con el bulo del 11M, se sumó al linchamiento del 8M sin certezas. Lo que nos deja otra conclusión: que la mecha prende siempre del mismo lado y que, por muchos años que pasen, siempre hay una prensa cómplice al servicio de los mismos.

 


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