Punto y seguido

Netanyahu desmonta las dos estrategias de EEUU para Oriente Próximo

Joe Biden en una rueda de prensa en la Casa Blanca.-REUTERS/Leah Millis
Joe Biden en una rueda de prensa en la Casa Blanca.-REUTERS/Leah Millis

"La región de Medio Oriente está más tranquila hoy que hace dos décadas", anunció la buena nueva al mundo Jake Sullivan, asesor de seguridad nacional de Joe Biden, el 29 de septiembre, una semana antes del ataque de Hamás a Israel. ¿Propaganda? No, ignorancia e incompetencia de los gestores miopes de la superpotencia, a pesar de estar dotada de un devastador poderío militar y los servicios de inteligencia más equipados y con menos escrúpulos de la historia, capaces de detectar el vuelo de una mosca con las botas rojas en la otra punta del planeta y matarla.

Los medios cercanos al Partido Demócrata han eliminado esta parte de su discurso en el que Sullivan también subrayaba los tres puntos de los planes de Biden para la estratégica región: evitar guerras, reducir los conflictos, lanzar nuevos proyectos de infraestructura (¡para competir con la "Ruta de la Seda" china!) y nuevas asociaciones políticas sobre todo entre Israel y sus vecinos árabes. ¡Ni una palabra sobre los palestinos, que ni estaban en la agenda de Biden! 

El discurso de Sullivan recuerda al del presidente Jimmy Carter en Teherán en diciembre de 1977, cuando felicitó al dictador El Sha por dirigir tan eficazmente lo que llamó la "Isla de Estabilidad", en cuyas mazmorras (una diseñada por los nazis y el resto por la CIA) había encerrado a unos 40.000 presos y presas políticos. Justo una semana después empezaba la revolución democrática iraní, temblando las fronteras sureñas de la Guerra Fría, en los límites de la Unión Soviética, sin ninguna posibilidad de victoria: Carter y su asesor de seguridad, Zbigniew Brzezinski, intentaron varias formas para abortar la revolución y al final, tras una sofisticada operación encubierta, pactaron con los jomeinistas, instalando en Irán una teocracia de extrema derecha, salvando así el sistema capitalista y anticomunista anterior con un nuevo ropaje.

Así también han aparecido los muyahidines afganos, la Yihad Islámica, Hezbolá, Hamás, Al Qaeda, etc., borrando del mapa a las fuerzas laicas y progresistas, así como los logros de un siglo de la lucha por el progreso, sobre todo de las mujeres: aquella Santa Alianza aún continúa. Una de las cinco misiones del Yihadismo es regalar al militarismo de EEUU la oportunidad de disfrazarse del bombero pirómano.

No sabemos si la afirmación de Josep Borrell, el alto representante de la Unión Europea, de que Israel había creado a Hamás para impedir la "Solución de Dos Estados" iba en esta línea, pero sí que hay constancia, incluso gráfica, de que Israel mimó a Daesh en Siria para desmantelar a otro estado del "nacionalismo árabe", después de Irak y paralelo a Libia. ¿Sabían que, hasta el ataque de octubre, las medidas opresivas del ejército israelí en Cisjordania eran mayores que en Gaza bajo el gobierno de Hamás? 

Obviamente, la facción prorepublicana de la CIA conocía desde hacía meses el plan del  7 de octubre de Hamás, al igual que el Mossad que había recibido los informes de las mujeres soldados israelíes que vigilaban la frontera con Gaza, así como "varios empresarios" israelíes que se beneficiaron de ello en la bolsa, o los sionistas que ni en sus sueños se habían imaginado tal oportunidad para la despalestinación de Gaza¿Dejaron que sucediera?

Para el director del Centro de Investigación sobre la Globalización, y analista de la revista francesa Le Monde Diplomatique, profesor canadiense-judío Michel Chossudovsky se trataba de otra operación de "Falsa bandera" israelí, (como la Operación Sussannah de 1954, y reconocida por Tel Avive en 2005), cuyo objetivo no era otro que lo que estamos presenciando con impotencia: provocar una Nakba II, que de ninguna otra manera la habrían conseguido. 

El apoyo de EEUU a Israel (por 14 motivos) no siempre fue incondicional, ni todos los inquilinos de la Casa Blanca han sido tan serviles y mediocres como Joe Biden: Dwight Eisenhower le forzó, con una resolución del Consejo de Seguridad en 1956, a retirar sus tropas del Sinaí, y Lyndon B. Johnson condenó el ataque de su socio a Cisjordania en 1966. 

Ahora, Biden ni se opone a la expulsión de 2 millones de palestinos de lo que queda de sus tierras. Hasta envió a un intimidante director de la CIA, William Burns (en vez de Blinken), a El Cairo, el 13 de febrero, para quebrantar la férrea voluntad del dictador al Sisi que se oponía a acoger a miles de refugiados palestinos en el Sinaí, para que Israel pudiese atacar la ciudad de Rafah. No quiere otra masacre antes de las elecciones presidenciales del 2024: ¡Asombroso, pero ha conseguido que el 70% de las manifestaciones sobre esta guerra en EEUU sean en apoyo a Israel! 

Primer ataque a la nueva política de EEUU 

Después de la desaparición de la Unión Soviética, y las agresiones militares de EEUU a Oriente Próximo, que garantizaron los intereses del capitalismo mundial, a Barak Obama le tocó elaborar la Doctrina de Regreso a Asia, para trasladar el enfoque de su política exterior en contener a China. Firmó el acuerdo nuclear con Irán, mientras saboteaba sus centrales nucleares con ciberataques, y retiró parte de sus tropas de la región, aún a costa de desprestigio de algunos generales que se resistían a esta política, que perjudicaba a Israel y los estados árabes del Golfo Pérsico.

¿Qué hicieron? Crearon al grupo terrorista de Estado Islámico en 2015 en Siria, a la vez que acusaban a  Bashar al Assad de usar gases químicos contra su propio pueblo, junto con otras artimañas, para involucrar a Obama en una guerra de la que rehusaba (a pesar de cerca de 40 viajes que realizó su Secretario de Estado John Kerry a la región). Paso seguido fue forzar a Donald Trump a romper el acuerdo nuclear con Irán y asesinar a Qasem Soleimani, aunque el hombre de pelo amarillo se negó a lanzar una bomba sobre Teherán, como pedía su asesor de Seguridad Nacional, John Bolton. 

Según este expresidente, el pacto con Irán era que mientras no mataba a los soldados de EEUU, su régimen medieval estaría a salvo. Y de repente, el 28 de enero pasado, tres militares estadounidenses son asesinados en una base militar en Jordania, cruzando esta línea roja. Biden, que carece de una alternativa viable para un Irán convulso y a punto de un nuevo estallido social, se queda sin cartas a jugar. 

Segundo ataque 

"No hemos visto, desde hace décadas, una situación tan peligrosa como la que enfrentamos ahora en toda la región" confiesa Anthony Blinken, el Secretario de Estado de Biden, tras la invasión de Israel a Gaza, incapaz de entender que esta transformación cualitativa es la culminación de cambios cuantitativos ignorados, ocultados o "solucionados" con chapuzas, por los imperialismos de EEUU e Israel y los gobernantes de la extrema derecha de Turquía, Irán y Arabia Saudí. 

Ahora, Tel Aviv, con el respaldo de los republicanos, diseña siguientes objetivos: 

  1. Destruir las infraestructuras de Irán. "Volar los campos de petróleo y el cuartel general de los Guardianes Islámicos", es lo que viene pidiendo el senador republicano Lindsey Graham, mientras la CIA y el Mossad (que campan a sus anchas en Irán, mientras los mulás y sus militares persiguen a las mujeres sin velo y adolescentes por bailar) lo van ejecutando: el atentado terrorista del 14 de febrero en varios gasoductos iraníes es su última acción criminal.
  2. Hacer que EEUU vuelva a llenar la zona de tropas, revirtiendo la política de "sustituir los soldados por la tecnología". De allí, las falsas afirmaciones como que "Es imposible derrotar a Hamás en Gaza" (¡decían lo mismo sobre Al Qaeda, que ni tenía ni un helicóptero!): El Coco cuanto más grande, más intimida. El Instituto Ronald Reagan, dedicado a estudios estratégicos, afirma que el supuesto ataque "por sorpresa" de unos paracaidistas aficionados de Hamás a un gigante tecnológico como Israel, no habría sucedido si la frontera estuviera vigilada por "personas". Biden ya envió a otros 2500 soldados, que se unieron a los 65.000 "empadronados" en unos 10 países de Oriente Próximo.
  3. Y arrastrar a Biden a la brutal guerra, alargándola hasta las elecciones presidenciales del mes de noviembre para así ahuyentar a sus electores, a la vez que los republicanos juegan a dos bandas: apoyan a Israel pero no han votado el presupuesto que Biden ha pedido para la guerra de este país. Trump llegó a llamar "idiota" al presidente de EEUU por bombardear Yemen y no tener una solución negociada para los conflictos de la región.

Pero Blinken desorientado (¡en ambos sentidos de la palabra!) sí tiene una "solución", sin desperdicio: un estado palestino (a sabiendas que es imposible, a menos que sea levantado en el desierto de Ad-Dahna saudí o en el Nevada de EEUU) a cambio de la normalización de las relaciones de Riad con Tel Aviv. Así, Netanyahu, a condición de deshacerse de sus socios ultras y formar un gobierno moderado, seguirá en su cargo, eludiendo la amenaza de la cárcel por corrupción, y Biden podrá contar con los votos del electorado propalestinos y proisraelíes, y todos felices. Pero Netanyahu no tuvo otro remedio que pactar con el sionismo ultraderechista, que con su mayoría parlamentaria se opuso a su pacto con otros, incluido un partido árabe. 

Biden es incapaz de influir sobre las decisiones de Netanyahu, que ha convertido a Gaza de la prisión más grande del mundo al cementerio más amplio del planeta. No ha sabido gestionar el choque entre los intereses de la industrial militar (que ha llevado a EEUU a 34 de los 46 conflictos armados actuales del mundo) y los suyos propios como candidato a la reelección. Ahora, Israel vuelve a determinar la política exterior de EEUU, y no es sólo porque Biden sea un presidente sin "doctrina", pues no tiene un plan para salvar a su pequeño socio de sí mismo, que hasta un día antes del 7 de octubre estaba al borde de una guerra civil. 

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