Carta con respuesta

Iconoclastas

Es muy significativo que se esté proyectando desde hace algún tiempo un anuncio televisivo, sin suscitar en este caso la denuncia de los profesionales implicados, en el que se ve manipular mucho un control de aeropuerto por parte de una agente, hasta que consigue dejar en calzones (de la marca X) a un joven. Esto pone literalmente al desnudo, más aún que las quejas de un conocido eurodiputado español, hasta qué punto dichas molestias, abusos e incluso humillaciones son corrientes constituyen el ‘derecho de pernada’ de esos funcionarios irresponsables.

DARÍO GREGORIO NIETO, Madrid

Significativo no sé, pero insólito sí que lo es. Que salga algo en la tele sin que "los profesionales implicados" se llamen a agravio es excepcional. El artículo 360 (creo) de la Constitución ya dice: "Todo español tiene el derecho y el deber de darse por ofendido. Los poderes públicos promoverán los memoriales de agravios por parte de cualesquiera entes colectivos". Avanzamos a buen paso hacia la puerilidad o el cretinismo, con el firme propósito de convertirnos todos en niños malcriados, susceptibles, propensos a rabietas y a chivarnos al profe a la menor provocación real o imaginaria. Católicos, protésicos dentales, fumadores, peatones (y no digamos ya mujeres y feministas) andan buscando motivos de indignación como agujas en un costurero. Por lo general se conforman con la imagen: cualquier ficción en la que aparezca un perito agrícola o una mujer será acusada de menoscabar la imagen de La Mujer o el Perito Agrícola (no de uno cualquiera, qué va, sino con mayúsculas: esa esencia del Perito con la que soñaba Platón) y... ¡ay de aquel que le pierda el respeto a un ente colectivo real o abstracto; ya sea la bandera, ya los notarios; ora la patria, ora los homosexuales; bien la Pilarica, bien los obispos! ¡La imagen de la mujer! Pagarle cuatro duros a la asistenta se tolera, pero que no se le ocurra a ella salir en bolas en un calendario.

Sería yo un niño cuando oí que gastaban pasta en una campaña de publicidad para cambiar la imagen del ejército. Recuerdo mi ingenua sorpresa: ¿por qué cambiar la imagen del ejército, en lugar de cambiar el ejército? Puesto que (entonces) todos los varones conocían el ejército a la fuerza, la imagen dependía de cómo era el ejército, ¿no?: pues bastaba con cambiar éste para que cambiara aquélla.

Estamos en las mismas y sigo sin entender ni jota. ¿La imagen de la mujer? A mí me importa un bledo: cambiemos las condiciones de vida de la mujer. ¿De qué rayos le vale a un inmigrante que le llamemos compatriota, si le negamos papeles, trabajo y vivienda? Además, como buen iconoclasta, soy partidario acérrimo de la destrucción de imágenes, a ser posible sagradas.

RAFAEL REIG

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