Carta con respuesta

Pasado perfecto

Vivimos una época en que lo más importante es que el ciudadano no razone. Todo consiste en mover a las masas emocionalmente, con noticias impactantes en los medios, impactantes y rapidísimas. Ejemplo: la forma de anunciar, que acaba no dejando tiempo para la razón, para averiguar la verdad, para con sosiego dejarnos escoger. La emoción del momento nos domina y todo se convierte en un caos de alternativas en las que la persona está incapacitada para decidir.

María Teresa Delás Barcelona

Cada vez que digo: "en esta época", me paro y me pregunto si no ha sido siempre así. Es una medida de precaución. Que los de abajo no razonen, creo yo, ha sido un objetivo permanente de los de arriba; ahora y cuando los faraones. Tenemos la sensación de que vivimos en un videoclip sincopado, mientras que en la Edad Media, pongamos, lo hacían todo a cámara lenta. Sin embargo, el Cid parece un thriller con sus engaños, violaciones, combates y escabechinas de moros a toda pastilla: no da la impresión de que les sobrara tanto tiempo para reflexionar. En el siglo de Lope, a la gente le contaban noticias de impacto y trolas abracadabrantes unos sacamuelas que recorrían los lugares en carretas (hoy es por la tele); los curas desde los púlpitos amenazaban y pronosticaban lluvias de fuego (como hoy), los políticos y conde-duques proclamaban sandeces tremebundas (como hoy) y en general la gente creía en el ave fénix o que las mujeres, al menstruar, empañaban los espejos (como hoy creemos en el bífidus activo o en el desayuno fuerte). A los tipos del XIX los sacamos en las películas matando el rato en los cafés; pero ellos tenían la percepción de vivir acelerados, al borde del colapso, sin un minuto de sobra para revolver un colacao, no digamos ya reflexionar con calma.

Supongo que es una reaparición del mito arcádico, la creencia de que antes (o muy lejos de aquí) se vivía mejor: en la aldea perdida o en ese pasado-bricolaje hecho con nuestras propias manos a medida de nuestra nostalgia. Ni antes iban pisando huevos para reflexionar mejor ni los rústicos son tan felices con el trino de los pájaros. En nuestra vida privada también hacemos lo mismo: ¡oh, aquellos veranos de la infancia! ¡Ah, esas tardes cambiando cromos! ¡Ay, ay, aquel paraíso perdido! Nadie se acuerda de la angustia, el miedo, el aburrimiento y la ferocidad en la que también viven los niños.

Con todo, yo soy de los que creen en un mundo mejor. Sí, pero está por delante de nosotros, no por detrás ni en un lugar lejano. Aquí, mañana; pero sólo se llegará a él con esfuerzo. No es algo que hayamos perdido no se sabe de qué forma, como quien pierde el capuchón de un boli, sino algo que todavía no hemos sabido ganar.

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