Desde mi desconocimiento en esta materia, si alguien me pidiese una definición de crisis económica, la definiría como aquel periodo temporal que se repite cíclicamente en el sistema capitalista y que sirve para que los ricos se hagan más ricos y los pobres, últimamente denominados clase media, nos demos cuenta de lo realmente débil que es nuestro sistema económico. Ahora, todos aquellos que se vean obligados a vender sus propiedades, volverán a ilusionarse con la llegada de tiempos mejores que les permitan volver a adquirir propiedades similares a las perdidas; reactivando, de este modo, el consumo; generando de nuevo más riqueza para los ricos y subsistencia para los pobres. Dicho esto, he llegado al convencimiento de lo importantes que son para el sistema estas crisis, provocadas por un enriquecimiento a toda costa de unos pocos, para que, al final, lo terminemos pagando la inmensa mayoría. Como siempre, con los impuestos de todos volverán a beneficiarse los mismos de siempre, contentándonos al resto con empleos temporales.
VICENTE SEPULCRE VALENCIA
Pues comparto su desconocimiento, porque estoy de acuerdo. El capitalismo funciona como algunas parejas: con crisis periódicas. De vez en cuando las cosas se salen de quicio, hay recriminaciones, arrepentimientos improvisados, el tipo promete que no volverá a portarse así, que todo va a cambiar, que ahora va a haber un capitalismo con valores humanos y regulación, y que va a ayudar en casa; la mujer se resigna, le cree, la reconciliación provoca algunos cambios superficiales y... todo vuelve a ser como antes. Así hasta la próxima crisis y vuelta a empezar. Puede que algún día ella se vaya de casa o que haya una revolución, pero no suele ocurrir: las crisis apuntalan el statu quo.
Además, tienen ventajas adicionales. Una buena crisis amedrenta a los de abajo, les enseña las orejas del lobo y resulta didáctica: aprendemos a conformarnos con un sueldo miserable, con un contrato precario, con servicios públicos de chirigota, etc. ¡Ojo, podía ser peor!, nos amenaza la crisis, y respondemos con docilidad: Virgencita, que me quede como estoy.
¿Por qué, en lugar de reconciliarnos otra vez, no nos vamos de casa? ¿Por qué no damos un portazo? No tenemos por qué salvar a los bancos ni esta relación, no tenemos por qué ceder por el bien de los dos, no tenemos por qué poner de nuestra parte y aguantar su mal humor. Digamos ¡ahí te quedas!
Comentarios
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