Pato confinado

El sorprendente origen de la tradición de comer las uvas en Nochevieja

Uvas.
Uvas, tradición en Nochevieja. Foto: Couleur/ Pixabay

Doce uvas, doce campanadas, doce meses, doce deseos para el próximo año. Esta es la tradición, casi una ley, que se remonta, sin embargo, a poco más de cien años.

La ley dice que cada uva es suerte, y que se corresponde con un deseo, aunque la mayoría nos atragantamos con las doce en Nochevieja sin saber bien por qué. Por eso algunos las partimos en trocitos, y las limpiamos con mimo, como se recomienda con los menores de edad para evitar los atragantamientos. Los otorrinolaringólogos que estén de guardia pasarán una noche terrible porque saben que comer uvas es la tercera gran causa de obstrucción en menores de cinco años.

¿Pero cómo empezó este suplicio o tradición? ¿Por qué caímos en estos ritos inconscientes para atraer la suerte?

Lo extraño del caso es que no parece estar muy claro porqué hemos elegido a la uva como símbolo de la abundancia en la celebración de Nochevieja. Doce son muchos deseos (por pedir que no falte), y las campanadas en este siglo van demasiado rápido para las gargantas más estrechas...

Hay distintas teorías, algunas más ciertas que otras. Se repite aquello de que hubo un tiempo de excedentes en los cultivos y de una supuesta astucia comercial que propició estas prácticas con las uvas. Se dice también que griegos y romanos ya tenían en la vid un símbolo de la buena suerte.

Otra teoría, la más asentada o documentada, apunta a que todo empezó como una farsa, una burla, o protesta, o acaso simple imitación, en Madrid, una venganza festiva de las clases populares contra las clases pudientes.

Estamos a finales del siglo XIX, y en esa época los ricos ya habrían adquirido la costumbre de celebrar la Nochevieja con champán y uvas. Y en pocos años, la plebe, el antepasado de la clase media, se pondría a imitarlos, y aquello terminó en una tradición a la que hoy nadie le rechista, y que saltó incluso a América (territorio en el que a falta de uva de temporada buena es la pasa).

Una tradición de rígido escenario, pues si intentas decir, a punto de los cuartos, que tú no quieres tomar la uva, te tratan tus familiares y amigos como próximo a la herejía, aunque nadie sepa de dónde surgió este dogma y por qué tiene poco que ver con la buena suerte. Lo único cierto es que la uva sigue siendo barata y que abrazamos las costumbres que nos unen. ¡Salud!

Las primeras referencias documentales nos llevan a 1892, ha explicado en distintos artículos la investigadora gastronómica Ana Vega, y nada tienen que ver con una exceso de fruta en aquel año, según los hallazgos en la hemeroteca.

Las uvas, en realidad, ya eran un alimento típico de Navidad en aquella época, pero no formaban parte del centro de paso al Año Nuevo. Sin embargo, aparecieron en la prensa artículos de cotilleo sobre las gentes pudientes de Madrid, que tomaban uvas para celebrar el nuevo año, y esto atrajo la imaginación del pueblo, siempre tan dado, ayer como hoy, a imitar las pavadas que hacen los pijos de época.

Esta costumbre que empezó a popularizarse en los cotillones de alta clase madrileña venía en realidad de Francia y resultó tan novedosa que los periódicos hablaban de ello como lo hacen hoy de las aventuras de Victoria Federica o de las fiestas de la Preysler. También de Francia, por cierto, copiamos el roscón de reyes.

Todavía el reloj de la Puerta del sol, o de las plazas de otras ciudades, no se había convertido en el centro de peregrinación, no había televisor o radio, y los ricos comían las uvas que les daba la gana, pues no teníamos una tradición o ley que lo cerrase en doce (algunos decían que era recomendable comerse el racimo entero, o que se tomaban solo tres uvas, con los tres correspondientes deseos: salud, alegría, dinero).

Las celebraciones de fin de año eran hasta entonces muy familiares, alrededor de las campanadas que daba el reloj de la casa. Pero los medios pronto empezaron a verle el filón, reafirmando una y otra vez la leyenda de que las uvas traían buena suerte. Decían que eran mágicas o bienhechoras, y así se creó una superstición y a la vez una tradición y negocio, que siempre van cogidas de la mano.

En aquella época el jolgorio era en la Noche de Reyes, hasta que el Ayuntamiento de Madrid puso difíciles los festejos populares cobrando cuantiosas sumas a quienes querían salir por los muchos alborotos que se habían provocado.

En 1903 es cuando hay registro de las primeras personas que fueron a festejarlo en la Puerta del Sol, en plan de burla o imitación de aquellas fiestas rimbombantes que aparecían en las revistas, haciéndola desde entonces una fiesta muy callejera, retomando el espíritu que tenía antes la Noche de Reyes, con la plaza ya abarrotada en pocos años y cada vez más alejados del tradicional espíritu familiar.

Poco a poco, y aprovechando que las uvas eran baratas, a principios del siglo XX se irá asentado esta práctica que hoy en día nos parece eterna.

No fue hasta 1962 cuando Radiotelevisión Española comenzó a retransmitirlo desde la Puerta del sol, reloj colocado en 1866. Entonces ya estaba todo perdido: las uvas y el descalabro festivo habían llegado para quedarse.

Y toda esta locura por atraer la buena suerte y pasarlo fenomenal. Un novísimo ritual en un mundo con cada vez menos rituales. Todo por sentirnos un poco más paganos en mitad de unas fiestas antaño tan religiosas (hubo quejas al principio). No obstante, no somos los únicos. En esto Spain no es different. Parece que es algo propio de los seres humanos.

En países como Italia también creen en cosas extrañas. Allí toman lentejas en la cena. Las lentejas, junto a las uvas, tienen el simbolismo: abundancia, prosperidad, longevidad (su forma lenticular recuerda a la de una moneda). En países como Grecia se juega a los dados (si ganas, tendrás un buen año). Los daneses saltan sobre una silla para atraer la fortuna.

En Reino Unido cantan canciones. Hay lugares donde se comen las uvas bajo la mesa. En Japón comen fideos de soba y en algunas localidades ponen monedas en un atún. En Estados Unidos comen guisantes para tener riqueza. En Brasil saltan siete olas (tienen una noche cálida). Hay países donde se rompen platos o incluso muebles... por no hablar de la lencería de color rojo o dorado, según la tradición de cada lugar, que también atrae la supuesta buena suerte.

Doce deseos. Doce uvas. Algunos otorrinolaringólogos preocupados... Y un deseo sincero de que nuestros lectores tengan el mejor año posible.

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