Pato confinado

Galicia, la primera en proteger a los menores de las 'bombas de cafeína'

Bebidas energéticas.
Bebidas energéticas. Foto: Menno de Jong / Pixabay.

Galicia ha dado el primer paso y es muy posible que, en adelante, la sigan más comunidades. Las bebidas energéticas pierden así su estatus legal de benignas golosinas para los niños, siguiendo el camino del alcohol o el tabaco.

Es una tendencia global, aunque los países del mundo de momento han sido bastante timoratos con estas bebidas que supuestamente te dan alas y empezaron a popularizarse en el mercado hace unas décadas.

A partir de 2024, los menores ya no podrán comprarlas en dicha comunidad. Así lo estipula un proyecto de ley de prevención de adicciones de la Consellería de Sanidade de la Xunta. Se prohibirá la publicidad dirigida al público infantil y no se podrán vender estos productos junto a los refrescos.

Parece que la política empieza escuchar los mensajes que llevan años emitiendo los médicos y organismos de salud pública. Estas bebidas son una bomba para los menores, sobre todo porque apenas existe concienciación sobre sus efectos.

Organizaciones como la OCU, por ejemplo, reclaman que se usen con ellas un tipo de etiquetado similar al del tabaco, donde aparezcan advertencias como la de "no consumir junto al alcohol" o "elevado contenido en cafeína".

La futura ley empieza a responder ahora porque en los últimos años se ha visto un fuerte incremento del consumo: el 45% de los jóvenes entre 14 y 18 años las estarían tomando con frecuencia, según el Informe Estudes del Plan Nacional de Drogas. Además, un porcentaje significativo (el 16%) las mezcla con el alcohol, lo que enmascara la borrachera y hace que se consuman mayores cantidades, propiciando así un mayor riesgo de intoxicación etílica.

A todo esto se suma que tenemos numerosas marcas en el mercado, cada una con sus cantidades y fórmulas de compuestos (que también incluyen vitaminas, taurina, etc.)

Los expertos las califican de 'bombas' porque son altamente estimulantes y calóricas. Contienen dosis muy elevadas tanto de cafeína como de azúcares, y a veces otros excitantes. Y esto puede afectar tanto al sistema nervioso como a la salud de los menores.

Llevan de media una dosis de cafeína de 32 mg por cada 100 mililitros. Si la lata es de 500 ml., se llega entonces a los 160 mg de cafeína, como si fueran dos cafés expresos.

La EFSA (Agencia Europea de Seguridad Alimentaria) recomienda que la cantidad máxima de cafeína no debería superar los 3 mg por kilo de peso de una persona adulta. Es decir, 150 mg para un adolescente de 50 kilos. Con solo una de esas latas grandes ya lo estaría rebasando.

La cantidad de azúcar es igualmente obscena: una lata de 500 ml. llevaría el equivalente a unas 11 cucharaditas o más de azúcar. Lo mismo en este caso: con solo una de esas latas grandes ya se superaría el umbral que recomienda la OMS de azúcares simples (unos 50 g al día).

Los problemas derivados de un consumo regular pueden ser severos, especialmente entre los adolescentes, cuya masa corporal es menor y su sistema nervioso no está del todo formado. Irritabilidad, dificultad para dormir, nerviosismo, y mayor riesgo para padecer obesidad y diabetes (por el azúcar). También se citan los riesgos cardiovasculares y neurológicos, o las alteraciones en el comportamiento.

Obesidad y diabetes son patologías especialmente complicadas entre los menores de edad, ya que han aumentado  en esa franja de la población en los últimos años, marcando de esta forma el futuro de demasiadas vidas. Un 23,3% de los menores españoles tiene sobrepeso y el 17% obesidad.

Aún con todo, todavía muchas personas desconocen la composición de estas bebidas y sus posibles efectos secundarios, y las administraciones han preferido no entrar o verlo de lejos. Eso explica que haya tanta aceptación entre los adolescentes, cuyos padres no saben tampoco que están tomando estas bombas de cafeína y azúcar. Las encuestas apuntan que el consumo es mayor entre los menores de los barrios más desfavorecidos. Y estos datos siempre dan que pensar...

Se sabe que el consumo regular de cafeína puede producir una dependencia moderada a partir de los 100 mg al día (así aparece en las Recomendaciones sobre el uso de bebidas energéticas del Ministerio de Consumo de España). Con las latas más pequeñas (200 mililitros de bebida energética con 32 mg de cafeína/100ml) ya se pueden dar en los adolescentes, dicen los expertos, los problemas de sueño. Con las latas jumbo, pueden aparecer situaciones adversas si su consumo es regular.

La cafeína es una sustancia compleja. Actúa en el cerebro al inhibir la acción de la adenosina, un transmisor nervioso que produce calma en el organismo al controlar otros neurotransmisores excitatorios.

En pequeñas dosis ayuda a mantener el estado de alerta e incluso podría tener beneficios cardiovasculares en los adultos (hoy el café de la mañana está bien visto por la ciencia). Pero si uno se pasa de la dosis, se convierte en una hidra de múltiples cabezas.

Es por ello que el Ministerio de Consumo advierte que estas bebidas afectan a la persona en relación a su masa corporal (cuanto menor sea, más impacto) y no recomienda -en ninguna franja de edad-, tomarlas de manera regular y, si se toman esporádicamente, siempre mejor en los formatos de menor tamaño.

Lo más sorprendente es que los datos de hace una década ya apuntaban a que a veces son consumidas de manera regular por los niños europeos (de entre de 3 a 10 años), según la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria.

Hoy las papeleras de muchos institutos están llenas de ellas, aseguran los reportajes en la prensa. "¿A alguien se le ocurriría que un joven de 13-14 años tomase dos o tres cafés de golpe? Pues eso es equiparable a beber una bebida energética", escribió en la red social X el presidente de la Xunta, Alfonso Rueda.

Psicoestimulantes y euforizantes en el recreo. Adicción al ultraprocesado. Azúcar en vena. El aumento del consumo entre los jóvenes lo ha convertido ahora en un problema de salud pública, pero todo esto se sabía de antes.

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