Calor llama a helado, a ese invento que es muy antiguo. Algunos lo datan en 1660, al menos en su forma moderna, cuando supuestamente un italiano, que tenía un apellido digno de esta invención (se llamaba Francesco Procopio), creó la primera máquina heladera, emulando a los sorbetes primitivos hechos de hielo y frutas.
El helado te llama con el calor, sí, pero pocas veces nos preguntamos si es saludable. Si ese helado que nos incita bajo las altas temperaturas es un aliado o un enemigo. Y lo cierto es que, en la mayoría de los casos, será un alimento poco idóneo.
Si hablamos de los helados más industriales, nos encontramos con un producto que normalmente destaca por su alta densidad calórica, mucho azúcar y sal, y por su escaso valor nutricional.
Esta es la razón por la que se recomienda consumirlos solo de manera esporádica, porque una cosa es que sea verano y otra que abracemos la dieta del frigopie.
Los típicos helados de la tienda o heladería contienen normalmente mucho azúcar y grasas de mala calidad. Con dos bolas de helado pequeñas ya estaríamos cerca de pasarnos de la raya de lo que recomienda la OMS como ingesta máxima diaria de azúcar.
Lo mismo ocurre con un polo de hielo, o con los que están hechos de leche o nata: una parte muy importante de su composición está formada a base de azúcares (sacarosa, glucosa...). Con un helado le estarás introduciendo al cuerpo unas cuatro cucharaditas de azúcar.
Los nutricionistas, las autoridades sanitarias, y la OMS misma, son muy pesados con el azúcar, pero tienen sus razones. El abuso del azúcar está detrás de una miríada de enfermedades no transmisibles.
Su recomendación es que el consumo de azúcares libres (refinados) y/o añadidos (los que se agregan en los procesados) sea el mínimo posible. Un helado, siempre que no sea diario, no tendrá demasiado impacto si seguimos una dieta saludable. El problema es que el heladito se une a todo lo demás (como los alimentos ultraprocesados, que llevan ingentes cantidades de azúcares ocultos).
Cuando hablamos del azúcar industrial hablamos de diabetes, obesidad, caries... del aumento del riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, y de su relación con algunos tipos de cáncer.
"La ingesta de azúcares libres, entre ellos los contenidos en productos como las bebidas azucaradas, es uno de los principales factores que está dando lugar a un aumento de la obesidad y la diabetes en el mundo", según la OMS.
Se han hecho esfuerzos en campañas para alertar a la población del problema de las bebidas azucaradas, por ejemplo, pero el helado, tal vez porque es estacional, acaso porque todos tenemos un vínculo emocional con él, de momento ha escapado del señalamiento. Sin embargo, ingredientes como el azúcar, sal y grasas, pueden ocupar entre el 20 y 30% del volumen del postre veraniego.
En esta situación, y porque es seguro que mucha gente tomará helado este verano, sí que parece razonable escoger, si los vamos a consumir igualmente con cierta asiduidad, la mejor clase de helado.
Conviértete en un detective de los supermercados, tiendas, chiringuitos y gasolineras. Siempre que sea posible, debes mirar su composición nutricional. Primera pista... Cuantos más ingredientes lleven nuestros helados, normalmente serán peores. Algo elemental, querido Watson. Habrá aceites hidrogenados, jarabe de glucosa o fructosa, conservantes, colorantes, potenciadores del sabor...
Los artesanales y caseros serán los que en principio contengan productos de mejor calidad y un rango de azúcar más bajo. El helado, sobre todo si es de hielo, será como un chute de azúcar libre en la sangre: de muy rápida absorción, incrementando los niveles de glucosa e insulina. Lo único bueno que tiene frente a otros es que, al estar hecho de hielo, es menos calórico.
Con los helados que lleven nata o leche la absorción del azúcar será más lenta (por la acción de las proteínas, por ejemplo). Pero contendrán muchas más grasas -como la que se extrae del aceite de palma- e igualmente un puñado poco saludable de azúcar y sal.
Tanto en los helados de hielo como en los de leche, si se apuesta por el industrial, la recomendación sería consumir los que tengan menos azúcar añadido o edulcorantes, y una mayor cantidad de su materia prima básica: agua o leche.
Algunos expertos incluso señalan que pueden ser adictivos, como todos los alimentos hiperpalatables, ya que actúan en la zona de recompensa del cerebro del mismo modo que lo hacen ciertas drogas. Si te decantas igualmente por los helados del súper, la OCU ha hecho una guía de los que considera más saludables e interesantes.
Siempre será mejor hacerlos en casa, utilizando frutas naturales para darle sabor y dulzor, y nunca echándoles cantidades obscenas de azúcar. Eso no los convertirá en un alimento del todo saludable (al triturar la fruta se liberan los azúcares naturales y se rompen las fibras de los frutos), pero será más idóneo que el extraño helado espada láser que sabe a limón sin haber conocido un cítrico en su vida.
Comentarios
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