Sobre el tapete

La táctica de la abstención, el voto nulo y en blanco en las elecciones municipales 2023 en Catalunya

ERC presenta la imagen y el lema de la campaña para el 23J. -DAVID ZORRAKINO / Europa Press
ERC presenta la imagen y el lema de la campaña para el 23J. -DAVID ZORRAKINO / Europa Press

En las últimas municipales en Catalunya ha habido voces significativas pidiendo un voto de "castigo" a los partidos independentistas (absteniéndose o votando nulo - con una papeleta del 1-O - o en blanco) para que cambien el rumbo, hagan camino hacia la implantación efectiva de la República Catalana y den valor al hecho de tener en el Parlament una mayoría absoluta de escaños con el apoyo del 52% de votantes. ¿Ha funcionado esta táctica del voto de castigo?

Empecemos por las variaciones del voto nulo y en blanco. Puede asegurarse que son meramente simbólicas. El voto nulo ha sido en 2023 del 1,5%, no demasiado más que la media histórica de las 11 anteriores municipales (0,9%). En cuanto al voto en blanco, el dato de 2023 es 1,7%; exactamente el mismo que el promedio histórico previo.

Más juego nos dará el análisis de la participación, comparándolo con hace cuatro años. Haciéndolo así, el decrecimiento de la participación es de 9,2 puntos de porcentaje, al pasar del 64,8% de 2019 al 55,6% del 23M. En cifras absolutas, la participación ha descendido en unos 464.000 electores. No es cualquier cosa.

¿A qué fuerzas políticas ha dañado esta bajada de votantes? Los partidos "dependentistas" (PP, C’S, PSC y Vox) han perdido solo unos 6.000 votos. Los votantes de los Comunes (que saben no estar ni a un lado ni al otro) han disminuido en alrededor de 62.000. Los independentistas (ERC, Junts y CUP) han extraviado casi 350.000 electores; estos son, sin duda, los grandes perjudicados del aumento del abstencionismo, pero no todos se han visto afectados por igual. El castigo a ERC ha sido atronador, con una pérdida del 37% de sus efectivos de 2019. El de la CUP es menos espectacular, un 24%. Junts se queda en tablas.

Si repasamos los resultados con cierta perspectiva histórica, nos daremos cuenta de que la participación ha ido bajando progresivamente desde la Transición. La media de participación en las tres primeras municipales (entre 1979 y 1987) fue del 65,8%. La de las cuatro siguientes, entre 1991 y 2003, desciende 5,8 puntos, quedándose al 60%. A continuación, en 2007, se alcanza la peor participación: 53,9%. Dicho de otra forma: la participación no había dejado de bajar.

Sin embargo, el cambio de tendencia comienza con las municipales de 2011. La participación aumenta un modesto 1,1%, y ya es del 55%. En 2015 hay un nuevo crecimiento, hasta situarse en el 58,5%. Y será en el 2019 cuando se produce un máximo, una cifra de participación que no se conocía desde hacía 28 años: el 64,8%. Esto ocurría un año y medio después del 1 de octubre y tres meses antes de empezar la vista oral del juicio contra algunos de sus líderes. Aún estábamos en fase ascendente del proceso independentista.

Cuatro años después, el escenario es totalmente distinto. La participación ha bajado radicalmente a los niveles de 2011. Y lo mismo ha ocurrido con el voto independentista de 2023 (1.207.351), que se aleja en 348.000 votos e sus máximos de 2019 (1.555.884), para volver muy cerca de los 1.136.127 que lograron la suma de CiU, ERC, la CUP y SI. Están como en un principio.

Durante la fase ascendente del procés, el independentismo (en elecciones municipales) creció 419.757 votantes; estos "nuevos" independentistas suponían el 27% del máximo alcanzado en 2019. En 2023 se han perdido 348.533, lo que hace pensar que se han quedado sin el 83% de dichos "nuevos" independentistas; sin embargo, no se han pasado a votar al otro bando.

Mientras, los partidos "españolistas" han estado dando vueltas muy estables durante las cuatro elecciones en torno a una media de unos 1.125.000 votantes. En cuanto a IC/Comuns, se puede decir que ahora, como Comuns (en 2023, 266.061 votos), han vuelto donde estaban cuando la marca era Iniciativa per Catalunya; en el año 2011 con 242.672 soportes electorales.

Dos conclusiones indiscutibles. La participación en 2023 ha vuelto a 2011. Y la relación de fuerzas entre los tres grandes bloques electorales, también. Como al principio del proceso. Con un gran perdedor, el independentismo.

Esta figura en forma de "u" invertida de los votos independentistas desde 2011 a 2023 se refleja claramente en las encuestas realizadas sobre el apoyo al independentismo por el CEO (Centre d'Estudis d'Opinió) y del ICPS (Institut de Ciències Polítiques y Socials), en las que sus mejores números fueron en 2017-2019.

Una pregunta para la que no existe una respuesta fácil. ¿Han conseguido su objetivo los promotores del voto de castigo o se lo encontraron hecho?

Y con relación a la finalidad de la táctica, los partidos no se han dado por enterados... Ningún cambio de rumbo. Y los pactos postelectorales en los municipios y en las diputaciones lo dicen todo.

Con el horizonte de las generales del 23 de julio, unos y otros vuelven a la carga. Votar para frenar a la extrema derecha. Voto de castigo para que los partidos cambien de rumbo. ¿Qué puede ocurrir en Catalunya y qué escenario se encontrarán los independentistas en Madrid el día después?

Todo esto, quizás, merece otro y futuro artículo.

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