Rosas y espinas

Dashiell Zanón

Carlos_ZanonAcaban de darle a Carlos Zanón el premio Dashiell Hammett en la Semana Negra de Gijón por la bellísima y terrible novela Yo fui Johnny Thunders. Parece mentira que la Semana Negra sobreviva a pesar de hacer las cosas tan independiente y exquisitamente. Varias veces quisieron acabar con ella por motivos políticos que aquí no vienen al caso, pues no es la profundidad la mayor virtud de este cronista. Pero se puede frivolizar por lo fácil: la novela negra molesta siempre al poder por su afán de narrar el país y su gente y el bien y el mal tal y como son. No hay nada más molesto, para el poder y para la bruja de Blancanieves, que el espejo.

El caso es que cada vez que nos juntan a los escritores de negra, se bebe mucho y se habla inevitablemente de lo podrido, de lo sucio, de lo infecto, de lo miserable, de lo desesperanzado. O sea, en nuestro caso, de España. Y ponemos a parir a los escritorcillos policiales que se limitan a meter en la cárcel a un criminal. No basta. La novela negra no quiere meter entre rejas a un pobre criminal. Necesita encerrar en chirona al Mal en persona, sea este Dios o el Diablo.

Dashiell Zanón

No es casualidad que el gran autor que inauguró el género como hoy lo conocemos acabara pasando una temporada en la cárcel. En el interrogatorio que le hicieron a Hammett en 1953, se escucharon algunas claves de lo que estoy diciendo.
--Usted escribió, en su primera época, sobre algunos temas sociales. ¿Es efectivamente así?
--Bueno, he escrito narraciones cortas que efectivamente... ¿Sabe usted? Es imposible escribir algo sin basarse de alguna manera en temas sociales.
--En el momento en que usted escribió ese libro [Cosecha roja], ¿era usted miembro del Partido Comunista?

--Rehúso contestar, la respuesta podría incriminarme.
--¿Es cierta la suposición de que cualquier miembro del Partido Comunista haría propaganda de la causa comunista, ya estuviera escribiendo novelas o bien tratados políticos?
--No puedo contestar porque, honestamente, no lo sé.
--Si usted estuviera gastando, como estamos haciendo, más de cien millones de dólares al año en un programa de información que se supone tiene como objetivo luchar contra el comunismo, ¿adquiriría usted las obras de 75 autores comunistas y las distribuiría por todo el mundo, estampando en ellas nuestro sello oficial de aprobación?
--Bien, yo pienso --por supuesto, no lo sé-- que si yo fuera usted y estuviera luchando contra el comunismo no le daría a la gente ninguna clase de libros.

yo_fui_johnny_thunders_300x457Supongo que Yo fui Johnny Thunders es uno de esos libros que al senador McCarthy no le gustaría ver en las bibliotecas públicas.

Carlos Zanón, cuando tiene que aclarar que él no escribe novela policiaca, se suele jactar de que -- salvo en escenas anecdóticas-- en sus novelas no aparecen policías. Tampoco la política emerge explícita en ningún momento, porque no tiene que hacerlo. Es una marea de fondo que está y estará ahí, contando lo que fue y es este país, porque piensa uno que la novela negra es la que está pintando el gran y triste friso de la sociedad española de ayer, hoy y mañana. Y Yo fui Johnny Thunders es un retrato entomológico del fracaso de una generación, la nuestra, que no supo estampar en el mapa del país el sueño colectivo de aquella juventud que vivimos en la transición y la movida y tal.

Lo cuenta Zanón a través de un sueño particular, el de Mr. Frankie, un rockero fracasado que regresa a su barrio barcelonés ya casi en la cincuentena como quien acude a un cementerio, desenterrando los cadáveres de sus antiguas novias y viejos amigos para descubrir, finalmente, la losa bajo la que se pudre su propio fiambre desdentado. Nuestro cadáver de generación derrotada. Política. Pura política, o sea, señor McCarthy.

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