Rosas y espinas

De Almeida, árboles y nazis

El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, durante el acto ‘99 logros, 99 días’, en el centro cultural ‘Juan Genovés’, a 18 de febrero de 2023, en Aravaca, Madrid (España). Foto: Alejandro Martínez Vélez / Europa Press
El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, durante el acto ‘99 logros, 99 días’, en el centro cultural ‘Juan Genovés’, a 18 de febrero de 2023, en Aravaca, Madrid (España). Foto: Alejandro Martínez Vélez / Europa Press

Con José Luis Martínez Almeida tengo una visión, más que una opinión. Cierro los ojos y lo veo cabalgando al paso un precioso corcel blanco sobre la arena de una playa virgen. Viste una piel de toro que deja al descubierto sus poderosas piernas de atleta y descubre un pectoral de hierro capaz de asustar a cualquier rojo. A la grupa, una bella mujer rubia ataviada con pieles semejantes se agarra a la cintura del macho mientras se unta unas cremas robadas en el Eroski. De repente, Almeida detiene al corcel y deja los ojos fijos y estupefactos en lo que está viendo. Al cabo de un rato, sonríe satisfecho. Y por fin mi realizador onírico me muestra el objeto de su visión: la parte superior de la Puerta de Alcalá emerge de la arena en el centro de un desierto inabarcable bajo el que yace para siempre la ciudad de Madrid.

Reconozco que el sueño es un plagio de aquel maravilloso final de El planeta de los simios que dirigió Franklin J. Schaffner  en 1968, con Charlton Heston como protagonista. Se conoce que mi Morfeo es muy cinéfilo y muy plagiario. Sé que era un niño cuando la vi por primera vez en televisión y creo --me automitifico mucho-- que aquella imagen de la estatua de la Libertad emergiendo de la arena trajo la primera conciencia ecologista a mi mente inmadura, aunque no tanto como ahora.

Después Charlton Heston demenció y los neofascistas lo pusieron a decir sandeces como presidente de la Asociación del Rifle. Pero su compromiso avant la lettre con la conservación del planeta nos dejó unas cuantas joyas cinéfilas, decididamente misántropas y muy catastrofistas. Omega man (El último hombre vivo, en español) y la tristísima Soylent Green nos hablan también del desprecio del ser humano por la vida en general.

Quizá por eso me sale Almeida haciendo de Heston en mi sueño recurrente. Al principio pensábamos que este Almeida solo detestaba la cultura y la verdad, destruyendo a martillazos memoriales de víctimas o versos de Miguel Hernández, además de decir que Almudena Grandes no era digna de ser nombrada hija predilecta de la ciudad. Hasta aquí todo correcto, pues desde hace años sabemos que, cuando los fascistas escuchan la palabra cultura, sacan inmediatamente la pistola. La frase corresponde al nazi Göering, pero la veo perfectamente aplicable a este alcalde que defiende el mantenimiento de nuestras calles en honor a la División Azul. No voy a decir yo que Almeida sea nazi, pero la División Azul fue un ejército español de entre 30.000 y 50.000 soldados enviados a Europa por Franco para luchar junto a Hitler y Mussolini contra el progreso, la igualdad y la democracia. La neutralidad española es una falacia. Haciendo cuentas de población, ese contingente supondría hoy enviar a casi la totalidad de nuestro ejército actual a servir a Hitler. Quien defiende en su ciudad una calle en honor a la División Azul, un poco naziturus sí será. Cuando no un neto ignorante. Que no es el caso de nuestro caro alcalde, por supuesto, pues nosotros somos contingentes, pero él es necesario.

Ya digo que todo esto de la persecución (de momento, incruenta) de poetas y la exaltación del nazismo y el fascismo, a mí me parecen cosa muy normal en un alcalde de Madrid que, además, ha reconocido sus filiaciones: "Seremos fascistas, pero sabemos gobernar".

Lo que nunca comprenderé es por qué está asesinando a todos los árboles de Madrid. Los árboles son verdes como sus socios de Vox, tienen profundas raíces como el fascismo español que tanto adora, admiten en sus ramas a todo tipo de pajarracos y dejan que los perros de los ricos meen en sus troncos. No hay mejor definición del PP que un árbol urbano.

Por eso, insisto, no comprendo cómo en estos cuatro años de almedismo naziturus se hayan asesinado casi 80.000 árboles en Madrid, que se está convirtiendo en una ciudad sin sombra de sí misma, pues ya no tiene sombras. Supongo que Almeida se cree que quitando sombras y frescor en Madrid todos los turistas se meterán como locos en los bares y puticlubs con aire acondicionado, aumentando el PIB de la ciudad. Contra el calentamiento global, Almeida tala árboles: no me digáis que no es una gran idea de un admirador de la División Azul. Pena que Franco no la hubiera bautizado División Verde, que entonces alguno de los 80.000 árboles asesinados podrían haberse adscrito a la salvación. Ay, si los árboles votaran.

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